Fidelidad precaria. Horacio Lona
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Название: Fidelidad precaria

Автор: Horacio Lona

Издательство: Bookwire

Жанр: Философия

Серия: Espiritualidad bíblica

isbn: 9789877620719

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СКАЧАТЬ una solución inmediata considerando el momento que le toca vivir. Ahí se da cuenta de que la belleza de su mujer es un posible peligro para su vida.

      Posiblemente, su valoración de la situación no es equivocada. Abraham presume que los egipcios, al ver la belleza de Sara, van a matarlo para apoderarse de ella con más facilidad. La solución que busca al problema al hacerla pasar por su hermana es muy realista, pero se trata de ese tipo de realismo que se convierte en un valor absoluto que anula la dimensión de la fe en la palabra escuchada.

      Abraham no toma una decisión en contra de la palabra de la promesa, sino que directamente la ignora como si nunca hubiera sido expresada. Actúa como una persona sin ninguna relación con Dios, que se conduce en la vida de acuerdo a lo que le parece inmediatamente conveniente.

      Leyendo atentamente el texto de Gn 12, 1-20 se descubre un profundo contraste entre la primera parte (Gn 12, 1-9) y la segunda (Gn 12, 10-20). En la primera está la acción de Dios en el centro de la acción y el hombre juega un papel subordinado a esta acción; en la segunda es el hombre el que actúa y Dios desaparece de la escena hasta que castiga al faraón sin aviso previo.

      No es que las dos partes no tengan ninguna relación entre sí. En la aparente falta de conexión entre ellas se muestra una forma elemental de infidelidad que no resulta de una reflexión y una decisión consciente, sino que responde a un impulso inmediato impuesto por las circunstancias. Esto no quiere decir que el texto esté interesado en caracterizar a Abraham como una persona impulsiva, que toma decisiones sin ponderar las circunstancias. Lo que se focaliza no es el perfil psicológico del personaje, sino el hecho de que su legítima búsqueda de seguridad le hace olvidar lo que era el sustento de su existencia y el rumbo de su historia: la palabra de la promesa.

      Su conducta no es ejemplar en ningún sentido. Ni siquiera como ejemplo de que la infidelidad debe evitarse para escapar al castigo de Dios. Como hemos constatado en el punto anterior, falta tanto la expresión de reconocimiento de la culpa por parte de Abraham, cuanto el castigo por parte de Dios. El único castigado es el faraón que, en realidad, no merece ningún castigo porque obró con buena fe, convencido de que Sara era la hermana de Abraham.

      En la figura de los ancestros, en este caso, de los patriarcas, Israel descubre rasgos de su identidad como pueblo de Dios, elegido para volverse a ser una gran nación y una bendición para todas las otras naciones (Gn 12, 3). Es justamente su identidad la que le prohíbe asimilarse en todo aspecto a los demás pueblos. Es verdad que el ser “diferentes” dificulta su existencia y la hace insegura, pero no debe olvidar que cuenta con la protección de un Dios que se muestra fiel al pueblo que ha elegido. La fidelidad de Dios hace posible que también su pueblo le sea fiel.

      Al leer Gn 12, 1-20 el creyente puede encontrar mucho de su propia historia y de la historia del pueblo de Israel ante la tentación de optar por seguridades falaces, que no sólo lo alejan de Dios sino que tampoco le dan una seguridad estable.

      En cuanto que la narración reduce los componentes de una historia de infidelidad a su núcleo más elemental, sin consideraciones morales ni exhortaciones adicionales, deja que el mensaje central pase a primer plano y pueda ser percibido por el lector con mayor claridad: el que ha sido elegido por Dios y ha escuchado su palabra puede confiarse plenamente al poder y a la fidelidad de Dios, y no necesita buscar su seguridad en otra parte.

       El contexto de Gn 20, 1-18 es muy diferente al de Gn 12, 10-20. Gn 19 narra la huida de Lot de Sodoma y el vergonzoso episodio de sus dos hijas que le hacen beber vino en exceso para unirse con él y asegurarse una descendencia. En Gn 21 se cumple lo que Dios había prometido y la anciana Sara da la vida a su hijo Isaac.

       De este modo, desaparece el contraste entre la palabra de la promesa a Abraham (Gn 12, 1-9) y su actitud cobarde al presentar a Sara como su hermana para estar seguro de salvar la propia vida (Gn 12, 10-20). Gn 20, 1-18 no es una historia de infidelidad a la elección de Dios, sino una muestra del ingenio de Abraham para evitar una situación que podía ser peligrosa para él. No sería exagerado caracterizar la relación entre ambos textos diciendo que de una historia de infidelidad ante Dios se pasa a una historia picaresca.

       El lugar en donde suceden los hechos no es Egipto, sino Guerar, una ciudad a unos 15 kilómetros al SE de Gaza. En realidad, Abraham no se encuentra en tierra extranjera, sino vecina, aunque sus costumbres son diferentes. De aquí su reflexión: Seguramente no hay temor de Dios en este lugar, y van a asesinarme por mi mujer (Gn 20, 11).

       Abraham no miente abiertamente cuando le dice al rey Abimélek que Sara es su hermana, sino que sólo dice una “media verdad”: Es cierto que es hermana mía, hija de mi padre aunque no de mi madre, y vino a ser mi mujer (Gn 20, 12). Pero queda el hecho de que, también con este grado de parentesco, ella es su mujer, y Abraham oculta su relación.

       Dios interviene en el curso de los acontecimientos cuando en un sueño primero amenaza a Abimélek: Pero vino Dios a Abimélek en un sueño nocturno y le dijo: Date muerto por esa mujer que has tomado, y que está casada (Gn 20, 3). Cuando Abimélek se defiende aduciendo que ha obrado con corazón íntegro y con manos limpias (Gn 20, 4-5), Dios reconoce la rectitud de su proceder: Y le dijo Dios en el sueño: Ya sé yo también que con corazón íntegro has procedido, como que yo mismo te he estorbado de faltar contra mí. Por eso no te he dejado tocarla (Gn 20, 7).

       Según Gn 12, 19 el faraón se apodera de Sara y la hace su mujer. Aquí las cosas no llegan a ese extremo. El rey la ha tomado para sí, pero Dios ha impedido que tocara a Sara. La actitud de Abraham no ha tenido las consecuencias narradas en Gn 12, 9, y esto lo libra de una culpa mayor. Los personajes actúan con más conciencia moral que en Gn 12.

       En las palabras que Dios le dirige al rey, Abraham aparece como intercesor a su favor: Pero ahora devuelve la mujer a ese hombre, porque es un profeta; él rogará por ti para que vivas (Gn 20, 7). Gracias a su oración, la mujer y las concubinas de Abimélek recuperan la fecundidad que habían perdido por lo de Sara (Gn 20, 17-18). El castigo no son “grandes plagas”, como en Gn 12, 17, sino “solamente” la esterilidad de las mujeres del rey.

       La conclusión reúne todos los componentes de un final feliz. Junto con Sara, el rey le da a Abraham ovejas y vacas, siervos y esclavas (Gn 20, 14), le ofrece hospitalidad ilimitada (Gn 20, 15) y le regala mil monedas de plata para que se las dé a Sara como satisfacción por todas las penurias sufridas (Gn 20, 16).

      Cuando la misma historia se repite teniendo a Isaac y Rebeca como protagonistas (cfr. nota 1), el rey Abimélek ni siquiera llega a apoderarse de Rebeca. Cuando ve a Isaac “solazándose” con su mujer (Gn 26, 8), el rey se da cuenta de que no son hermanos como le habían dicho, sino marido y mujer. En este caso, Isaac casi no tiene motivos como para sentirse avergonzado por su acción.

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