Название: Siempre nos quedará Beirut
Автор: Laila Hotait Salas
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Cine
isbn: 9788446050278
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Los cineclubes
Uno de los desafíos de este nuevo movimiento cinematográfico consistía en fomentar la accesibilidad a lo audiovisual entre la población local, así como impulsar el debate y la reflexión intelectual en torno al cine, es decir: la creación de públicos. En la difusión de este nuevo lenguaje y de entender el cine no sólo como entretenimiento sino también como una posibilidad para pensar y educar, desempeñaron un papel fundamental los foros y espacios colectivos como los cineclubes y las revistas, una característica importante que igualmente alimentó las nuevas olas en el resto del mundo. Aunque desde 1960 se celebraba en Beirut un festival internacional de cine,[61] se podría afirmar que el fenómeno de los cineclubes desempeñó un papel más significativo en cuanto a la creación de una verdadera cultura audiovisual local. En el marco del festival, lo más relevante en cuanto al nuevo cine árabe se refiere, fue la celebración de mesas redondas que se daban cada año en torno a “Cine y cultura árabes” y en las que se aspiraba a “estudiar los problemas del cine árabe y encontrar los medios para mejorar el nivel de la producción cinematográfica árabe”.[62]
En cuanto a los cineclubes, existían varios proyectos que se desarrollaban simultáneamente, centrándose cada uno en un público concreto.[63] A nivel escolar, Ghassan Abou Chacra y Antoine Aoueis, dos profesores de francés, crearon en 1961 el Ciné-club de la Jeunesse, un proyecto ambulante que el Centro Nacional de Cine ministerial añadió en 1964 a su programa escolar, ya que se llegó a un acuerdo con ciertas escuelas católicas del país. También el Centro Nacional de Cine organizó un cineclub que tenía lugar en la sala de arte y ensayo Clemençeau, hoy día Masrah al-Madina (Teatro de la Ciudad), donde Jean-Pierre Goux Pelleton, crítico de cine habitual del periódico libanés L´Orient-Le Jour, dirigía las sesiones y redactaba la ficha artística que se repartía.[64] Partiendo de una iniciativa privada se fundó el Ciné-club Beirut, en el cual participaban los críticos locales, que fueron los verdaderos responsables, frente a los distribuidores comerciales, de la difusión del cine extranjero de autor en el país. Dos de estos diligentes renovadores de la escena local fueron Alain Plisson, actor y uno de los propietarios de la revista Cinés d´Orient, y el antes citado Jean-Pierre Goux Pelleton. El Ciné-club Beirut proyectaba las películas europeas del nuevo cine e invitó a importantes directores, entre ellos el italiano Pier Paolo Pasolini, el francés François Truffaut y el alemán Werner Herzog.
Otra fuente de actividades audiovisuales en este y otros países árabes han sido durante mucho tiempo los centros culturales extranjeros. En aquel momento, el más activo en el país era el Instituto Goethe, que contaba entre sus numerosas actividades con una sesión semanal de cineclub. Pero, tras revisar los programas de la época, se constata que al principio los títulos se proyectaban cuatro o cinco años después de su estreno internacional y que, en realidad, apenas había habido alguna sesión dedicada al nuevo cine alemán. Aunque, a medida que pasó el tiempo, las actividades aumentaron y en 1974 las películas empezaron a llegar con menor retraso.
Encuentros similares, pero de distinta naturaleza, fueron las famosas y populares sesiones cinematográficas que se dieron cada septiembre desde 1969 a 1975 en el colegio Champville. En ellas no sólo se veían películas, sino que también se aprendía a comentarlas y a realizar análisis fílmico; además, dentro del afán educativo motor de este movimiento, surgieron los cursos de formación de animadores de sesiones.[65] Una gran parte de las películas ahí proyectadas pertenecían a las nuevas olas europeas. La primera sesión de 1969, a la que acudieron unas cien personas, se centró precisamente en la Nouvelle vague francesa. A sesiones posteriores acudieron personajes relevantes de los nuevos cines, entre ellos uno de los fundadores de Cahiers du cinéma, Jacques Doniol Valcroze, así como directores árabes fundamentales del momento como Salah Abou Seyf y Tawfiq Salah; y, aunque en general las proyecciones se centraban sobre todo en el cine europeo, siempre se consagraba una jornada completa al cine árabe no comercial. Estas reuniones sirvieron de proyección del cine de las nuevas olas, pero su impacto se frenó justo cuando estaban empezando a adquirir mayor importancia mediática y de público debido al estallido de la guerra en 1975. Champville se hacía eco de lo que ocurría a nivel internacional y el Centro Interárabe del Cine y de la Televisión,[66] fundado en 1964, agrupaba y recogía lo que ocurría en el mundo árabe. La fundación del Centro Interárabe, cuyas semillas fueron los encuentros en torno al cine árabe que tuvieron lugar en Beirut en 1962 y 1963, había brotado del espíritu en el que confluían los tres motores de la época: la voluntad de forjar una nueva producción árabe alejada de los convencionalismos del cine egipcio, la ideología panarabista y el deseo de transmitir más ampliamente una cultura audiovisual entre la población local. Sus cometidos cardinales, propuestos en los textos fundacionales y en sus actividades, eran tanto centralizar la comunicación entre los países árabes y sus respectivas industrias cinematográficas como promoverlas de forma interregional. El Centro se propuso la creación de un archivo fílmico árabe, acogió mesas redondas, publicó y editó textos como Le cinéma des Pays Arabes de Georges Sadoul[67] y los de las conferencias que se organizaban. Realizó su propia publicación, la revista Al-Ajbar (Las noticias), y produjo el cortometraje documental La médecine chez les arabes (La medicina en la historia árabe, 1968) del libanés Antoine Mechawar, única producción audiovisual propia de la que queda constancia. A nivel gubernamental, el Ministerio de Cultura, a través del Centro Nacional de Cine, tuvo la intención de fomentar cursos y seminarios y, según se apuntaba en la prensa del momento, se barajó a Jean-Luc Godard como posible instructor, pero nada de todo esto se materializó debido al arranque del conflicto.
Las publicaciones
La difusión de esta nueva cultura se hacía también a través de publicaciones sobre cine, entre las que había tanto periódicos como revistas. Tres eran los periódicos de mayor tirada en la época que contaban con una sección regular sobre cine: An-Nahar, L’Orient y Le Jour. En An-Nahar escribía el cineasta egipcio Samir Nasri,[68] un colaborador habitual del director Youssef Chahine y uno de los más importantes críticos de cine de los años sesenta y setenta. Las referencias al cine en este periódico se hacían sólo cuando había un hecho a destacar que tuviera relación con la producción nacional o la cartelera comercial semanal. Pero, en general, las referencias al nuevo cine tanto árabe como europeo eran escasas. Por otro lado, estos dos periódicos inicialmente independientes, L´Orient fundado en 1925 el primero y Le Jour, en 1965, ambos en lengua francesa, se fusionaron en 1971 para publicar conjuntamente. En sus páginas escribían también Samir Nasri y Jean-Pierre Goux Pelleton. Los lunes publicaban As-safhat Al-itnein As-sinemaiya (Las páginas de los lunes cinematográficos), ya que era el día de los estrenos, por lo que se centraban básicamente en los títulos comerciales de la cartelera. Tenía un suplemento cultural en el que al menos una o dos páginas se dedicaban al cine. En ellas, las revisiones a los nuevos cines, aunque esporádicas y puntuales,[69] eran más numerosas que en el anterior.
Y tres eran también las revistas, Cinés d´Orient, Film y Al-Ajbar, aunque cada una mantenía un grado de implicación y una perspectiva diferentes en lo que a los nuevos cines se refiere. Cinés d´Orient, publicada en lengua francesa, era la revista local especializada СКАЧАТЬ