Zahorí II. Revelaciones. Camila Valenzuela
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Zahorí II. Revelaciones - Camila Valenzuela страница 5

Название: Zahorí II. Revelaciones

Автор: Camila Valenzuela

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Zahorí

isbn: 9789563634037

isbn:

СКАЧАТЬ a los pies del árbol en llamas. Uno de los hombres había caído, pero el otro seguía firme mientras que, malherido, Kene apenas podía sostener el peso de su propio cuerpo. Tenía dos cortes visibles: un tajo fino pero profundo que le atravesaba la mejilla izquierda; otro que cruzaba su torso en diagonal. Si es que lograban salir con vida de esa batalla, no sabía cómo lograría sanar esas heridas.

      Con una mano, Bahee extrajo la mitad de la lanza enterrada en el cuello y, con la otra, tomó la espada del guerrero recién caído. Corrió hacia el oponente de Kene, profiriendo un grito que se unió a los demás, y le clavó la punta de la lanza en el hombro derecho. El guerrero se dio vuelta, pero no alcanzó a defenderse: Bahee empuñó con fuerza la espada y la clavó sin piedad en el abdomen del hombre. En ese momento, Kene cayó de rodillas a la tierra roja. Bahee fue hasta él y se arrodilló a su lado para ver sus heridas, pero le respondió con el nombre de su hija. La mujer, entonces, se acercó a Ciara y pasó su mano por la mejilla de la niña.

      —Tá eagla orm, máthair.9

      —Éasca. Tá tú an iníon an dóiteáin: ní féidir aon duine a ghortú tú.10

      Al corroborar que Ciara estaba bien, Bahee volvió donde Kene y pasó uno de los brazos por encima de su espalda para así ayudarlo a escapar. Antes de que pudiera levantarlo, vio hordas de hombres venir hacia ellos. No alcanzarían a huir; los tres morirían ahí. Y justo cuando el ejército gritaba con sus espadas en alto, el poder de Ciara se manifestó frente a ellos.

      La hija del fuego convirtió su miedo en valor, caminó hasta quedar delante de sus padres para servir como escudo. Extendió sus brazos en dirección a los enemigos y abrió la palma de sus manos; de ellas fluyó una llamarada brutal y feroz, que consumió a todo ser viviente.

      “De la creación a la destrucción y de la destrucción a la creación”, fue el último pensamiento de Bahee.

      1 “Boanna, Brigit, Belenus / concedan, dioses, su protección / amor, salud y reflexión / para Bahee, madre de la creación. / Boanna, Brigit, Belenus / concedan, dioses, su protección / amor, salud y reflexión / para la niña que viene, hija de la creación. / Boanna, Brigit, Belenus / concedan, dioses, su protección / amor, salud y reflexión / para el legado que nacerá el día de hoy”.

      2 “Tierra, Aire y Fuego”.

      3 “Agua”.

      4 “Bendigan esta agua, oh dioses / Arianrhod, diosa del destino y la iniciación / protégelas con tu manto. / Dana, diosa madre, / agua del cielo y creadora de la vida / úngelas con tu benevolencia. / Ogmios, dios de la poesía y elocuencia / enséñales a comunicarse / sin odio ni rencor”.

      5 “Mis hijas son tus hijas. / En la tierra hundes tus raíces, / con el aire respiran tus hojas, / en el fuego del sol encuentras la luz / y el agua te sirve de alimento. / Mis hijas son tus hijas”.

      6 “De la creación a la destrucción, / y de la destrucción a la creación, / tú eres Aïne, hija de la tierra / traerás esplendor y gloria para ella”.

      7 “De la creación a la destrucción, / y de la destrucción a la creación, / tú eres Síle, hija del aire / puro y musical es tu donaire. / De la creación a la destrucción, / y de la destrucción a la creación, / tú eres Ciara, hija del fuego / pequeña de cabello oscuro / serás creadora jamás destructora. / De la creación a la destrucción, / y de la destrucción a la creación, / tú eres Máira, hija del agua / mujer del mar, calma y tempestad”.

      8 “He aquí, querido pueblo, a las originales: tierra, aire, fuego y agua se encuentran frente a ustedes. Ellas los guiarán y protegerán. Ellas fundarán el legado elemental. A partir de hoy, cada uno de ustedes podrá escoger uno de los cuatro caminos. Cuatro elementos, cuatro clanes. La luna será testigo de su elección”.

      9 “Tengo miedo, madre”.

      10 “Tranquila. Eres la hija del fuego: nadie te puede hacer daño”.

      Duelo

      El sol aún no salía, pero un leve tono azulado le indicaba a Marina que no faltaba mucho para el amanecer. La mañana estaba más tranquila que de costumbre y las ramas del sauce se agitaban de una forma tan suave y armónica, que parecían tocar violín. Llevaba alrededor de cuarenta minutos ahí, clavada en el mismo lugar, como si quieta pudiera descifrar el significado de sus sueños. Cinco meses habían pasado desde que conocieran la verdadera identidad de Matilde. Cinco meses desde que tenía conciencia de que una de sus hermanas solo había sido un invento macabro. Cinco meses intentando olvidar los recuerdos de toda una vida. Cinco meses desde la partida de Pedro. Cinco meses desde la última vez que Damián estuvo frente a ella. Cinco meses que parecían siglos.

      No sabía nada de él desde la muerte de Pedro y Matilde, incluso a pesar de haber pasado el verano buscándolo. Había probado todo, aunque ningún intento le dio resultados positivos. Magdalena, que pasó el verano dedicada a su nuevo herbario, elaboró pociones que, supuestamente, le rebelarían a Marina el paradero de Damián a través de sus sueños; Manuela había hechizado un cuarzo para usarlo como péndulo sobre un mapa; Mercedes le ayudó a manejar su viaje astral para que pudiera abarcar distancias más amplias; Gabriel probó sentir la energía de Damián porque enviados y oscuros funcionaban como polos opuestos de un imán. Pero nada funcionó. Desapareció sin dejar huellas. Por lo menos, pensaba Marina, no existía ninguna opción de que estuviera muerto: era poderoso y una pieza fundamental en el plan del Maldito. En esa lógica se encontraba la tranquilidad y temor de su familia.

      Estaba segura de que, en algún lugar de ese cuerpo poseído, una parte de él continuaba ahí, pero en todo caso, ¿qué significaba que Damián siguiera vivo? Si lograba salvarlo de la maldición que llevaba a cuestas, ¿qué clase de vida tendría luego de haber asesinado a su propio padre? Vivo o muerto, ella lo había condenado.

      Ningún sonido se escuchaba a su alrededor. Era extraño, pero después de la muerte de Matilde, todo había sido silencio. Ningún ataque, ningún rastro de la elegida de fuego, a quien Manuela buscaba con la misma desesperación que ella a Damián. Si Matilde no hubiera sido la mujer que realmente era –la hija de Ciara, la traidora, la siniestra–, Marina habría creído que la naturaleza guardaba luto por ella. El silencio del mundo elemental le hizo pensar, ridículamente, que su raza velaba la muerte de su hermana. Se rio de sí misma al pensar tamaña tontera.

      Era absurdo, además, que cada vez que la recordara, Matilde fuera la que viniera a su mente y no Cayla, pero no podía evitarlo: los recuerdos seguían ahí. Matilde acostada a su lado, encima de la cama de sus papás mientras veían una película. Matilde contándole alguna anécdota de su última aventura. Matilde dando consejos de amor, actuando como experta. Matilde defendiéndola de Manuela, prestándole su ropa, mostrándole música. Sabía que esos supuestos recuerdos eran ilusiones, imágenes que Cayla puso a la fuerza en su cabeza para infiltrarse en su familia, sin embargo, los sentía como reales. Mercedes les insistía que no se culparan, que no tenían cómo haber previsto una situación así. “Nosotros no conocimos a Cayla, la hija de la primera traidora de fuego, sino el amor y libertad de Matilde”, les repetía hasta el cansancio. Marina solo sentía oleadas de rabia llegar hasta ella cuando su abuela decía ese tipo de frases. Le recordaba que esa era la forma de operar de Mercedes Plass: no culparse por sus errores, no decir, no enfrentarse a la realidad. Recordar lo bueno de su estirpe, olvidar lo malo. Pero ella no podía dejar la memoria a un lado. Ella no podía endiosar un linaje maldito. ¿Cómo podía hacerlo después de pasar meses acompañada solo por el peso de la tradición, el luto y el dolor?

      Hoy, sin embargo, sentía el ambiente distinto. El СКАЧАТЬ