La profecía del malaje. Julio Muñoz Gijón @Rancio
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Название: La profecía del malaje

Автор: Julio Muñoz Gijón @Rancio

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: El Paseo Bizarro

isbn: 9788412297300

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СКАЧАТЬ style="font-size:15px;">      DIEZ

      Londres. Sede central de la Interpol. En un amplio despacho con pantallas, un hombre trajeado de unos cincuenta años está sentado con una mujer de unos treinta delante. Ella hojea una carpeta que él le ha pasado.

      –Sol Negro. Uno de los partidos políticos más peligrosos de Europa y que, por desgracia, crece más rápido.

      Ella levanta los ojos.

      –Los conozco perfectamente. Herederos del nazismo, vínculos con terroristas de extrema derecha, ocultismo, fiestas raras, algunas de las mayores fortunas de Alemania y de Europa les están aportando fondos y cada vez tienen más movimientos en el mercado negro de armas… Se dice hasta que han podido comprar algo gordo, quizá algo químico.

      –Eso dicen.

      El hombre pulsa un botón y baja una pantalla del techo en la que hay imágenes desde lejos de varios hombres elegantes entrando en una lujosa casa rodeada de viñedos.

      –Son ellos. Entran en esa casa que creemos que es en la que se esconde ahora Marlene Franz.

      Cambia la foto y ahora aparece una mujer de cincuenta años. La joven asiente.

      –La Reina Negra.

      –Exacto. Asesina sin piedad y la mayor ladrona de arte del mundo, probablemente muchas más cosas. Llevamos años detrás de ella, pero está muy protegida en Alemania, posiblemente por donaciones a museos y galerías. Ya sabe cómo funciona esto. El caso es que no la podemos atrapar porque no sale de allí.

      –¿Y qué quieren esos nazis de Marlene?

      El hombre vuelve a pulsar y aparece en la pantalla una noticia de un informativo en el que se ve a Jiménez hablando e imágenes de la lanza.

      –Creemos que está relacionado con la desaparición de esa pieza de una iglesia del sur de España. La hipótesis es que, por alguna razón, piensan que esa es la Lanza del Destino.

      Susan se acerca a la pantalla.

      –Pero… ¿la verdadera? ¿Con la que mataron a Jesús?

      –No lo sabemos, pero esta foto es de hace veinte minutos en el aeropuerto de Hamburgo.

      En la pantalla se ve a la Reina Negra con cinco hombres, uno especialmente grande.

      –Los que la acompañan deben de ser agentes suyos, probablemente mercenarios, no los tenemos fichados.

      Se hace un silencio entre los dos. El hombre continúa.

      –Su misión es ir a Sevilla y hacer lo que sea necesario para capturarla.

      –De acuerdo.

      –Es una operación de vital importancia. Ya sabe que si no puede ser una operación limpia, que no lo sea. Si debe sacrificar alguna ficha por un bien mayor, como otras veces, no dude en hacerlo. Tiene todos los permisos. Si le encomendamos esta misión es porque valoramos su frialdad.

      En la pantalla vuelve a salir Jiménez hablando para el informativo.

      –En teoría, este policía es el único que, según esa grabación, sabe dónde está la lanza. Creemos que la manera más sencilla de capturar a la Reina es utilizarle de cebo.

      La joven asiente.

      –Cuente con ello, ¿qué importa perder un peón si te comes una reina? Una última pregunta… usted no creerá que la lanza esa… ¿no?

      El hombre hace una mueca con sus labios.

      –Susan, Hitler retó al mundo a una guerra mundial porque consiguió esa lanza. No creo que tenga ningún poder sobrenatural, si es lo que me pregunta, pero tiene la capacidad de darles valor a esos locos de Sol Negro. Y eso, si han comprado armamento químico como parece, ya nos debe preocupar bastante.

      ONCE

      Palacio Arzobispal de Sevilla. El arzobispo está hablando por teléfono con semblante preocupado.

      –Sí, ha sido un error incalculable, estoy de acuerdo. Esa publicidad del robo puede costarnos mucho, hubiera sido mucho mejor mantener la discreción, cardenal, por supuesto, pero ahora mismo ya no podemos hacer nada.

      El arzobispo escucha durante un tiempo en silencio.

      –Descuide, ya le he trasladado a los policías encargados la gravedad del asunto. Honestamente, ahora estamos en sus manos.

      El arzobispo vuelve a quedar en silencio escuchando a su interlocutor.

      –Creo en ellos, por supuesto, pero aunque no creyera… son los que tenemos.

      DOCE

      Aeropuerto de San Pablo. Terminal de llegadas. Marlene y sus cinco acompañantes pasan de la cola de taxis y se van a meter en una furgoneta brillante y negra. En cuanto entran y deslizan la puerta para cerrarla, un taxista del aeropuerto golpea con el puño la furgoneta e increpa al conductor.

      –¿Tú qué haces aquí, asqueroso? ¡Tú aquí no puedes recoger!

      El taxista le da ahora una patada a la puerta. El conductor de la furgoneta comienza a agobiarse y habla con miedo a través de la ventanilla, bajada solo un poco.

      –Pero, hombre, si a mí me han llamado estos señores.

      –Que te calles, que como te veamos otra vez te vamos a dejar que le va a dar fatiga al forense.

      Le da una patada al retrovisor que sale volando. La puerta de la furgoneta se abre y sale uno de los hombres. Es un gigante. Hay varios taxistas fuera. El taxista que ha roto el espejo no se arredra.

      –Y tú, Paquirrín, venga para dentro que aquí no pintas nada.

      El gigante coge con una mano por el cuello al taxista y lo levanta medio metro. Los taxistas se quedan perplejos y comienzan a gritarle que lo suelte.

      –¡Quillo, quillo, suéltalo, suéltalo! ¡Madre mía, si es una máquina de tabaco el gachó!

      El rostro del taxista atrapado cada vez se va poniendo más y más morado, pero el hombre ni se inmuta ni, por supuesto, lo suelta. Las muecas son extremas. Los taxistas le golpean sin éxito.

      –¡Suéltalo, animal! ¡¿Pero, bueno, a este tío no le duelen los pellizcos o qué?!

      De repente, la mujer, que ha bajado sin que nadie se dé cuenta, dice «Stop». El gigante abre la mano y el hombre cae morado al suelo y empieza a toser. El gigante y la mujer vuelven a la furgoneta.

      El conductor los mira perplejo, la Reina Negra lo saluda y comienza a hablar en alemán a uno de los acompañantes.

      –¿Te aseguraste de que no hablaba alemán el conductor y de que el coche está limpio, verdad?

      –Sí, sí, está todo correcto.

      –Perfecto. Hacía tiempo que no salía de casa, СКАЧАТЬ