Название: El pájaro que limpia el mundo
Автор: Víctor Montejo
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: K´uhul Tun
isbn: 9789929771314
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Al amanecer, los jaguares se levantaron malhumorados y velaron la salida de aquel desconocido que los había desvelado toda la noche.
El grillo dio un salto y se puso a descubierto.
Los jaguares se extrañaron al ver la pequeñez del músico que los había puesto rojos de ira.
—¡Bájate de ahí!, le gritaron.
El grillo se quedó estático sin moverse de su escondite.
Si bajaba, seguramente no volvería a dar más serenatas por las noches tranquilas; por eso, midiendo el peligro no se movió de su lugar. Los jaguares volvieron a insistir:
—¡Bájate para darte tu merecido!
Entonces el grillo buscó pronto una forma segura para escaparse del peligro; y así, seriamente dijo:
—¡Qué vergüenza! Ustedes que son llamados «reyes de los animales», así quieren terminar con este sencillo e indefenso trovador nocturno, que sólo pretende expresar amor en sus cantos. ¡Vaya título de nobleza!
Los jaguares se sintieron más ofendidos y volvieron a replicar:
—Llama entonces a quienes te puedan ayudar porque nosotros no nos humillaremos ante nada ni ante nadie.
El grillo volvió a responder:
—Si yo llamara a otros insectos en mi defensa, estoy seguro que nosotros venceríamos: pero mi deseo es que haya paz y tranquilidad entre nosotros.
—¿Cómo pueden unos simples insectos vencernos, nosotros los más fuertes de los animales?, rugieron los jaguares. ¡Eha! Que vengan todos los que quieran en tu ayuda, que aquí los esperaremos también los de mi especie; con garras y colmillos.
Un conejo que escuchaba la discusión, dispuso colaborar con el amigo grillo; y así presuroso se fue por el bosque con grandes tecomates y pumpos en busca de toda variedad de avispas.
Las avispas todas aceptaron ayudar al grillo y así, con toda la ponzoña acumulada en sus aguijones, se metieron dentro de los pumpos y tecomates para ser transportados al lugar donde se desarrollarían los acontecimientos.
Los jaguares también hicieron lo mismo, llamando en su ayuda a todos los animales más grandes y feroces como los leones, pumas, tigrillos, jabalíes, etc. Se encontraron en el llano establecido y el grillo se acercó saltando para dar el aviso que ya estaban listos.
Los jaguares, al escuchar que el bando contrario estaba preparado, se abalanzaron furiosos sobre los tábanos y avispas, rugiendo y causando gran pánico entre los habitantes del bosque.
El conejo esperó el momento oportuno, y cuando lo creyó conveniente, destapó los enormes pumpos y tecomates, saliendo entonces en torrente las furiosas avispas, buscando los cuerpos de sus enemigos para hundirles sus venenosos aguijones.
El cuerpo de todas las bestias feroces fue cubierto por las envalentonadas avispas, y por más que rugían, corrían y se sacudían, no podían deshacerse de sus atacantes; que cada vez más furiosas inyectaban sus venenos en los ojos, la nariz, debajo de la cola y en todas partes, atormentando horriblemente a los felinos.
Cansados de lidiar en vano, las bestias se revolcaron por el suelo tratando de librarse de sus incansables perseguidoras.
Es duro creerlo, pero de esta forma el grillo, con ayuda del conejo y de las avispas logró vencer fácilmente a los temibles jaguares que se desbandaron buscando refugio y salvación en sus cuevas y entre los matorrales.
El buitre y el gavilán
No' kajxulem b'oj no' k'uk'um
Esto pues, produjo en los rapaces cierta indecisión sobre devorarlo o no, pues el bulto de huesos cubierto del gastado pellejo despedía cierto olor furtivo que les atraía y les atormentaba.
Largo rato contemplaron al tendido dudando si estaba vivo o si estaba muerto, y como el penco no daba señales de movimiento, el buitre, más ciego cuanto más hambriento, dispuesto a probar los primeros bocados se acercó tambaleándose de contento.
En cambio el gavilán, gran observador, gritaba desde su árbol muy fatigado:
—¡Vivo! ¡Vivo! Está bien vivo!» —Y el necio buitre contestaba sin control:
—¡Muerto, muerto! ¡Muerto, muerto!» —Y como el hambre era más fuerte que su voluntad, el buitre sin pensarlo dos veces se lanzó sobre su presa hundiendo su encorvado cuchillo, de sorpresa, bajo la cola del dormido e indefenso penco que estaba ahí tirado sin presentir ninguna maldad.
El caballo, al sentir la operación carnicera, se levantó hecho una fiera, y a la velocidad del rayo disparó tremenda coz, dando perfectamente en el blanco, en la borracha cabeza del loco carnicero.
El gavilán inútilmente prevenía a su camarada gritándole con desesperación:
—¡Vivo, vivo! ¡Vivo, vivo! —Y éste, ya casi moribundo le contestaba:
—¡Cierto, cierto! ¡Cierto, cierto! ¡Fui un bruto, no estaba muerto!
Al ver tan sangrienta escena, el gavilán se acercó con mucha pena mientras al cielo gracias le daba por no haber corrido la misma suerte que su terco y torpe camarada; en tanto que el triste buitre agonizaba listo a entregarse en los brazos de la muerte. Llegando hasta donde el buitre estaba, el gavilán de esta forma lo consolaba:
—Mi amigo, siento mucho tu desgracia, pero no culpes a nadie, fue tu actitud necia; y si ha llegado tu hora, muere en paz y tranquilo porque muchos aprenderán de tu ejemplo a ser más cuerdos y precavidos.
El buitre, viéndose sólo y desesperado, prorrumpió en llanto, condenando su locura.
—¡Un penco, se decía, puso fin a mi existencia! ¡Qué rudeza, fue esto un duro acto de violencia! Pero, ¿para qué torturarme si ya no tengo cura?
Y así, con un sentimiento triste y profundo el buitre cerró sus vidriosos ojos y musitó:
—¡Adiós vida! ¡Adiós mundo!
La paloma y el zopilote
No' kuwis b'oj no' usmij