Ciudadanía global en el siglo XXI. Rafael Díaz-Salazar
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СКАЧАТЬ cuarta tendencia es que la población mundial de refugiados no ha dejado de crecer a nivel mundial desde los años 70, hasta alcanzar, los 70,4 millones de personas en 2018. De los cuales, 25,4 millones eran refugiados, 3,1 millones solicitantes de asilo y 40 millones desplazadas forzosos dentro de sus países. (Acnur, 2019). Los países centrales en términos de refugio son estados periféricos: Siria (6,3 millones) Afganistán (2,6 millones), Sudán del Sur (2,4 millones), Myanmar (1,2 millones) y Somalia (986.400).

      Ahora bien, lo que parece más sorprendente es que la gran mayoría de los refugiados se encuentran acogidos en países en desarrollo, países que deben lidiar con una migración forzosa elevada y asumir el coste, que no deja de ser un problema de gestión global en un contexto, además, donde las contribuciones y el rol de los países desarrollados se han vuelto cada vez más restrictivos. Los principales países de acogida son Turquía (3,5 millones), Pakistán y Uganda (ambos 1,4 millones). Entre los ocho países que más acogían, solo había uno europeo, Alemania (0,97 millones). Los países empobrecidos acogieron en 2018 al 85% del total de la población forzosa mundial, cifra que era del 84% en 2016.

      En cuanto a las migraciones ambientales, todos los informes recogen el crecimiento de este tipo de desplazamiento en los próximos años. Entre la confusión de cifras, hay que destacar, por su rigor, los informes anuales del Idmc que señalan que en 2017 hubo un total de 18,8 millones de nuevos desplazamientos internos debidos a desastres naturales y 1,3 millones, por sequías. (Idmc, 2019). La previsión más aceptada para los próximos años es la de la Universidad de las Naciones Unidas, que habla de 200 millones de migrantes ambientales en 2050, pero la cifra podría dispararse hasta los 1.000 millones (Kamal, 2018).

      Xenofobia y racismo ante la presencia de migrantes y refugiados

      Dentro de los diferentes retos que plantean las migraciones internacionales, hay uno que se ha tornado central en los últimos años tanto en países desarrollados como en los países en desarrollo: el aumento de la xenofobia y el racismo. Por supuesto, no se puede abordar en profundidad la cuestión en este espacio, pero sí apuntar algún aspecto clave.

      En primer lugar, es necesario identificar la cuestión como problema, indagando en las bases de lo que llamamos racismo y xenofobia para encontrar que el prejuicio étnico y racial, a nivel individual y grupal, es algo muy extendido en las comunidades nacionales, incluso entre aquellos que se muestran favorables a la inmigración.

      Durante el periodo de crisis económica reciente se ha producido un incremento, especialmente en sectores populares, de los discursos nativos, que reclaman mayores controles migratorios y la ventaja o preferencia de la población nativa en el acceso al trabajo y las ayudas sociales. Detrás de esos discursos hay dos aspectos. Primero, un malestar social real ligado a motivos sociales reales: la continuada y creciente precarización del trabajo, especialmente del trabajo obrero, los recortes del estado social, las transformaciones en los vínculos e identificaciones comunitarias generadas por la globalización y la creciente diversidad étnica, etc. Problemas que necesitan ser encarados con nuevas políticas, diferentes, en buena lógica, a aquellas que los han creado. Y segundo, un diagnóstico distorsionado sobre la realidad, basado en la idea de que la inmigración es la causa central y única del deterioro del trabajo, el estado social y la quiebra de la vieja comunidad política.

      El crecimiento y el impacto de estos discursos nativos se transforma cualitativamente cuando un determinado conglomerado, político, social y mediático, generalmente ligado a posiciones de derecha extrema y de extrema derecha, los politiza y sistematiza, reivindicando la “vieja” comunidad nacional, y culpando a la inmigración de los malestares sociales reales, con el fin de obtener hegemonía social, electoral y política. La expansión de este fenómeno de politización de la inmigración se ha apoyado en tres factores esenciales (porCausa, 2019a):

      • Relevancia creciente del eje identitario “ellos versus nosotros” por oposición al ideológico “derecha versus izquierda” como factor de segmentación social.

      • Proliferación de la desinformación como consecuencia de la revolución informativa digital y la deslegitimación de los intermediarios informativos tradicionales.

      • Ofensiva antiinmigración sobre la base de un modelo MacPopulista bien coordinado y adaptado de manera inteligente a los contextos nacionales.

      Una política migratoria restrictiva concebida para detener los flujos a toda costa, no para gobernarlos, y que olvida las políticas de integración activas.

      Los países desarrollados —que, en su mayoría, constituyen un destino atractivo para los migrantes de regiones menos prósperas— muestran importantes similitudes en su gestión de las fronteras exteriores. Una de las fundamentales es la obsesión por la entrada irregular de inmigrantes. Para la Unión Europea, Estados Unidos o Australia y, en menor medida, para otros destinos como Canadá o Nueva Zelanda, el objetivo práctico de las políticas de inmigración es controlar o detener la llegada de trabajadores y solicitantes de asilo, antes que gobernar estos flujos con incentivos negativos y positivos que fomenten la colaboración real de los países de origen y de los propios migrantes (Fanjul, 2015; Fanjul y Rodríguez, 2018; Naïr, 2016).

      La movilidad humana, sin embargo, se rige por pulsiones que escapan a menudo del control último de los gobiernos, lo que genera una disociación entre la realidad y las políticas migratorias (Clemens et al., 2016). En su empeño por controlar los flujos a toda costa, los países de destino han encarecido, obstaculizado y encanallado las rutas migratorias, pero no han sido incapaces de cerrarlas. Esto no ha solo ha derivado en dramáticas consecuencias humanitarias para los migrantes y en el deterioro de los Estados de derecho, sino también en un fabuloso coste de oportunidad para todas las partes en forma de beneficios económicos y demográficos no realizados. Para todos menos para la floreciente industria del control migratorio, nacido a la sombra de estas políticas (porCausa, 2017).

      En segundo lugar, hay que señalar que. como consecuencia de la combinación de tres elementos —los crecientes recortes del estado social, la confusión sobre los modelos de gestión de la diversidad y el auge de partidos y posiciones políticas nativistas— se ha producido un proceso de recorte o desmantelamiento de las políticas de integración social en los países desarrollados. El efecto ha sido el empeoramiento de las condiciones de vida de la población inmigrante y el deterioro del trabajo comunitario y de gestión de la diversidad en lo local, especialmente en barrios populares.

      Tres los elementos nucleares que toda buena política migratoria debería tener

      Una nueva narrativa sobre las migraciones

      Nos movemos en un marco narrativo securitario que vincula la migración con ideas de amenaza, invasión y recursos escasos, planteando la necesidad y posibilidad de ponerle freno. Este discurso ha generado un entorno de miedo en el que difícilmente pueden prosperar políticas alternativas a la contención. Por ello es fundamental cambiar de raíz el marco de referencia y plantear un debate diferente para el que proponemos algunas medidas (porCausa, 2019):

      • Estructurar una narrativa que haga justicia a la complejidad de la migración como fenómeno natural y universal, inherente a la condición humana, y que no se puede parar, como muestra la abundante literatura al respecto. Frente a los discursos reduccionistas más extendidos es fundamental transmitir que, ante este hecho inevitable, está en nuestras manos que sea algo positivo para la sociedad en los planos económico, social y cultural. Hay que articular los discursos en torno a rostros de la migración que apenas tienen protagonismo: la migración como desarrollo, ya tratada previamente, o la riqueza cultural fruto de la diversidad y del movimiento.

      • Cambiar el marco narrativo implica no hacer referencia a ninguno de los elementos que construyen normalmente los discursos migratorios. A menudo, esto implica СКАЧАТЬ