Construyendo el amor conyugal. Ricardo E. Facci
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Название: Construyendo el amor conyugal

Автор: Ricardo E. Facci

Издательство: Bookwire

Жанр: Сделай Сам

Серия: Por un hogar nuevo

isbn: 9789878438016

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СКАЧАТЬ experimentan como algo hermoso el tomarse de las manos, ni se les cruza por la mente que más adelante no se acariciarán con la misma frecuencia y sensibilidad.

      Pocos años después de estar casados comienzan a surgir algunos cambios. Ya casi no se les ocurre la idea de una caricia. ¿Acaso no están sus manos siempre ocupadas con un periódico, un cigarrillo, un libro, una herramienta o alguna tarea del hogar? Cuando uno llega a un restaurante se da cuenta enseguida de cuáles son las parejas de casados y cuáles las de novios... O la diferencia que marcan en el caminar paseando o en el andar en automóvil, entre una pareja de jóvenes enamorados y la de otra que hace tiempo vive en matrimonio... La pareja joven comparte todo: se abrazan, miran juntos la vidriera, nunca se separan físicamente. En cambio, la pareja de más años lo vive distinto: ella mirando la vidriera, él parado en el cordón de la vereda (la vidriera lo aburre y tiene miedo de que le salga caro el consentir). El automóvil: los novios, ¿cuántos van en el coche? ¿Uno o dos? Los esposos: menos mal que la puerta tiene posabrazos para apoyarse. Cuando no viene el hijo crecidito que manda a la madre al asiento de atrás.

      Alguien me decía un día que el ser romántico es asunto de adolescentes enamorados, de inmaduros, en fin, cosas de chiquilines. Simplemente le respondí: “¡Pobre matrimonio el tuyo!”.

      Una pareja se percibe mutuamente cuando se está acarician­do. Es distinto que dialogar sólo verbalmente. Existe un vínculo definido cuando se está acariciando o se experimenta el ser acariciado. Asimismo se crea una distancia cuando no hay con­tacto físico. El no estar juntos, sino separados, produce una relación lejana, impersonal. Un elemento especial de unidad no está presente cuando no se está, prolongadamente, con algún contacto físico. Un matrimonio no necesita estar acariciándose cada momento, pero cuando las caricias son menos frecuentes, una cierta ternura y dulzura desaparece de su relación.

      Es más difícil escuchar y concentrarse en el otro sólo con los ojos y oídos. Se necesitan, también, las manos. Se experimenta fácilmente cuando el otro no está compenetrado en uno, las manos evitan esa demostración.

      La disminución de las caricias es signo de un enfriamiento de la relación, de una mayor concentración de la persona en sus propios intereses y aparece una mayor sensibilidad a ser herido. Suele comenzar un sentimiento de estar aislado, incomprendido, utilizado. El matrimonio puede transformarse en un oficio. Se piensa que el tiempo romántico ya ha pasado y esto no necesa­riamente significa que están disgustados el uno con el otro, o que rechacen la responsabilidad matrimonial, pero, qué lástima, perdie­ron la “chispa”, lo nuevo que debe ser cada día la vida de pareja, se vuelve todo desabrido, monótono, la atención queda dominada por otras cosas y no por el cónyuge. Se pierde la sintonía del otro. El interior necesita el cuerpo para expresarse. Cuando dos esposos se tocan llegan a poseerse plenamente.

      Para dialogar en pareja

      1.- ¿Cuánto nos acariciamos? ¿Qué efectos descubrimos cuan­do nos acariciamos menos?

      2.- ¿Por qué nos acariciamos menos?

      3.- ¿Cuál de nosotros acaricia con más frecuencia?

      4.- ¿Qué nos decimos cuando nos tomamos la mano?

      5.- ¿Sabemos escuchar el lenguaje no verbal?

      Para orar juntos

      Señor,

      tú actuaste según

      los modos de comunicación del hombre,

      haciéndonos descubrir

      que la mejor manera de llegar al otro

      es a través de su propio camino.

      Ayúdanos a no desaprovechar

      la infinidad de modos que poseemos

      para comunicarnos amándonos,

      que siempre sintonicemos

      el uno con el otro

      para que nuestro diálogo verbal y no verbal

      no posea interferencias

      de ninguna especie.

      Que jamás dejemos de utilizar

      nuestro lenguaje

      para no enfriar la relación matrimonial.

      Amén.

      Nos amamos y conocemos también con el cuerpo

      El hombre conoció a Eva, su mujer... (Gn 4, 1).

      El sexo ha dejado de ser un tabú en las conversaciones de la calle, entre los adolescentes y jóvenes y en todos los diálogos en los cuales se trate el sexo en su generalidad sin afectar la intimidad de los interlocutores.

      Pero aún sigue siendo un tabú dialogar el tema entre esposo y esposa, porque toca a la intimidad. ¿Hablan ustedes de la sexualidad que comparten y viven? La experiencia nos dice que los esposos no dialogan sobre su sexualidad. “Hacen el amor” pero no lo hablan porque se “ponen colorados”. Se donan, se entregan físicamente el uno al otro. Y todo queda allí. Cada uno tendrá que interpretar porque es “cine mudo”.

      Los cuerpos no aman, el placer no ama, ni el deseo ama. Se ama desde adentro, desde lo más profundo del corazón, los cuerpos son los transmisores de ese mensaje de interioridad y profundidad del ser. Así, la sexualidad se concreta en un lenguaje cálido y amoroso que lleva como contenido lo que cada uno siente respecto del otro.

      Sin dejar de ser cada uno su propio yo se abren al tú del otro en una entrega total y personal, encarnada incluso a través de sus cuerpos. Un yo que es cuerpo, sentimiento y espíritu, entra en comunión encarnada con el tú del otro en su triple dimensión física, sicológica y espiritual.

      La sexualidad no es amor sino lenguaje del amor. No es humana una sexualidad sin amor porque no integra la triple dimensión de la persona. Esto hace que la sexualidad sea básicamente transparencia de dos vidas, de dos almas y de dos cuerpos. Transparencia de dos verdades, de dos amores, de dos sinceridades que se abren mutuamente. La transparencia de los cuerpos desnudos no es signo de lo atrevido y provocativo, sino signo sagrado de dos corazones y de dos vidas limpias. Cuando existe cualquier mentira en nuestro interior (sentimiento adverso, no expresado, al momento que se está compartiendo) hace que la desnudez pierda la naturalidad, surja la vergüenza de Adán y Eva (cfr. Gn 3, 7).

      La transparencia de la sexualidad hará que los signos físicos de la pareja sean acompañados de palabras de amor, las cuales cargarán de sentido al mismo signo. Se trata de uno de esos momentos únicos en que la palabra se hace tierna, amorosa, dulce, sin agresividad. Una entrega física no acompañada de la ternura de la palabra, se hace misteriosa, turbia, empañada. Es el momento de decirse mutuamente lo mucho que se quieren y aman, cuánto se necesitan, lo feliz que cada uno se siente de estar al lado del otro. ¡Así podrán conocerse plenamente!

      No en vano la palabra de Dios denomina a la relación sexual con un término un poco raro para nuestro lenguaje de hoy: conocer. Como lo expresa el texto bíblico con el cual iniciamos la reflexión, El hombre conoció a Eva, su mujer. Es que toda entrega de los esposos debe ser un mutuo y pleno conocimiento porque es un revelarse el uno al otro tal y como son y tal y como quieren ser. Conocer es meterse dentro del ser del otro, es compenetrarse con el otro, es descubrir la verdad del otro. Nos amamos y conocemos también con el cuerpo.

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