Название: El sombrero de tres picos
Автор: Pedro Antonio de Alarcón
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 4057664155276
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Y aquí termina todo lo que la presente historia tiene
que ver con la militar y política de aquella época; pues
nuestro único objeto, al referir lo que entonces sucedía
en el mundo, ha sido venir a parar a que el año de que
se trata (supongamos que el de 1805) imperaba todavía 7-5
en España el antiguo régimen en todas las esferas de la vida pública y particular, como si, en medio de tantas novedades y trastornos, el Pirineo se hubiese convertido en otra Muralla de la China.
II
DE CÓMO VIVÍA ENTONCES LA GENTE
En Andalucía, por ejemplo (pues precisamente aconteció
en una ciudad de Andalucía lo que vais a oír), las
personas de suposición continuaban levantándose muy temprano; yendo a la Catedral a misa de prima, aunque no fuese día de precepto, almorzando, a las nueve, 8-5 un huevo frito y una jícara de chocolate con picatostes; comiendo, de una a dos de la tarde, puchero y principio, si había caza, y, si no, puchero solo; durmiendo la siesta después de comer; paseando luego por el campo; yendo al Rosario, entre dos luces, a su respectiva parroquia; 8-10 tomando otro chocolate a la Oración (éste con bizcochos); asistiendo los muy encopetados a la tertulia del corregidor, del deán, o del título que residía en el pueblo; retirándose a casa a las Ánimas; cerrando el portón antes del toque de la queda, cenando ensalada 8-15 y guisado por antonomasia, si no habían entrado boquerones frescos, y acostándose incontinenti con su señora (los que la tenían), no sin hacerse calentar primero la cama durante nueve meses del año...
¡Dichosísimo tiempo aquel en que nuestra tierra 8-20
seguía en quieta y pacífica posesión de todas las telarañas,
de todo el polvo, de toda la polilla, de todos los
respetos, de todas las creencias, de todas las tradiciones,
de todos los usos y de todos los abusos santificados por los siglos! ¡Dichosísimo tiempo aquel en que había en la sociedad humana variedad de clases, de afectos y de costumbres! ¡Dichosísimo tiempo, digo..., para los poetas especialmente, que encontraban un entremés, un sainete, una comedia, un drama, un auto sacramental o 9-5 una epopeya detrás de cada esquina, en vez de esta prosaica uniformidad y desabrido realismo que nos legó al cabo la Revolución Francesa!—¡Dichosísimo tiempo, sí!...
Pero esto es volver a las andadas. Basta ya de 9-10
generalidades y de circunloquios, y entremos resueltamente
en la historia del Sombrero de tres picos.
III
DO UT DES
En aquel tiempo, pues, había cerca de la ciudad de
*** un famoso molino, harinero (que ya no existe),
situado como a un cuarto de legua de la población,
entre el pie de suave colina poblada de guindos y
cerezos y una fertilísima huerta que servía de margen 10-5
(y algunas veces de lecho) al titular, intermitente y
traicionero río.
Por varias y diversas razones, hacía ya algún tiempo
que aquel molino era el predilecto punto de llegada y
descanso de los paseantes más caracterizados de la mencionada 10-10
ciudad...—Primeramente, conducía a él un
camino carretero, menos intransitable que los restantes
de aquellos contornos.—En segundo lugar, delante del
molino había una plazoletilla empedrada, cubierta por
un parral enorme, debajo del cual se tomaba muy bien 10-15
el fresco en el verano y el sol en el invierno, merced a
la alternada ida y venida de los pámpanos....—En
tercer lugar, el molinero era un hombre muy respetuoso,
muy discreto, muy fino, que tenía lo que se llama don
de gentes, y que obsequiaba a los señorones que solían 10-20
honrarlo con su tertulia vespertina, ofreciéndoles...
lo que daba el tiempo, ora habas verdes, ora cerezas y
guindas, ora lechugas en rama y sin sazonar (que están
muy buenas cuando se las acompaña de macarros de pan y aceite; macarros que se encargaban de enviar por delante sus señorías), ora melones, ora uvas de aquella misma parra que les servía de dosel, ora rosetas de maíz, si era invierno, y castañas asadas, y almendras, y nueces, y de vez en cuando, en las tardes muy frías, 11-5 un trago de vino de pulso (dentro ya de la casa y al amor de la lumbre), a lo que por Pascuas se solía añadir algún pestiño, algún mantecado, algún rosco o alguna lonja de jamón alpujarreño.
—¿Tan rico era el molinero, o tan imprudentes sus 11-10
tertulianos?—exclamaréis, interrumpiéndome.
Ni lo uno ni lo otro. El molinero sólo tenía un
pasar, y aquellos caballeros eran la delicadeza y el
orgullo personificados. Pero en unos tiempos en que
se pagaban cincuenta y tantas contribuciones diferentes 11-15
a la Iglesia y al Estado, poco arriesgaba un rústico
de tan claras luces como aquél en tenerse ganada la
voluntad de regidores, canónigos, frailes, escribanos
y demás personas de campanillas. Así es que no
faltaba quien dijese que el tío Lucas (tal era el nombre 11-20
del molinero) se ahorraba un dineral al año a fuerza
de agasajar a todo el mundo.
—«Vuestra Merced me va a dar una puertecilla
vieja de la casa que ha derribado,» decíale a uno.—«Vuestra
Señoría (decíale a otro) va a mandar que me 11-25
rebajen el subsidio, o la alcabala, o la contribución de
frutos-civiles.»—«Vuestra Reverencia me va a dejar
coger en la huerta del convento una poca hoja para
mis gusanos de seda.»—«Vuestra Ilustrísima me va a