Amor del bueno. Mila Cahue
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Название: Amor del bueno

Автор: Mila Cahue

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Tu vida en positivo

isbn: 9788415131595

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СКАЧАТЬ con este combinado de lo que se desata en nuestro cerebro más una buena dosis de ideas y necesidades íntimas, a veces inconfesables, se produce ese no sé qué que qué sé yo, que yo qué séllamado enamoramiento que tanto placer nos da, al menos en esta primera fase.

      Desde muy pequeños, aprendemos a caminar, a sentarnos correctamente en la mesa y también a pensar de una manera determinada, a percibir el entorno y a generar determinados sentimientos según las circunstancias que nos rodeen. Desconfiar o sentir miedo ante desconocidos o sonreír sumisamente ante un comentario inapropiado, no es una cuestión de genes sino de aprendizaje.

      Las conductas se aprenden y se enseñan en el entorno familiar, en el escolar, con el grupo de amigos, en el momento sociocultural en el que se vive, en el país, según las circunstancias perso­nales… Como ya apuntamos somos hijos de nuestros padres pero ­también de nuestra generación, hábitos y contexto.

      La conducta abarca no sólo actos sino también pensamientos y sentimientos. Si somos capaces de reconocer lo que hemos aprendido, seremos más conscientes de por qué hacemos lo que hacemos y decidir si queremos, o no, cambiarlo.A diario, cualquiera de nuestras conductas viene condicionada por las siguientes preguntas: ¿quiero?, ¿puedo?, ¿sé?

      Cuando nos encontramos ante al reto de amar y deseamos hacerlo bien, hemos de plantearnos: ¿quiero amar?, que implica una actitud; ¿puedo amar?, que lleva implícita una posibilidad y ¿sé amar?, que pone en evidencia la práctica y la experiencia.

      Para que cualquier relación afectiva funcione, hay que sentir que se quiere a una persona y también tener la intención de querer amarla: querer cuidarla, querer que nos quiera, querer prestar atención a sus necesidades, querer saber lo que le hace feliz…

      Algunos aprendizajes apuntan a que amar es una obligación y que, por lo tanto, se puede exigir. Sin embargo, nuestra pareja nos querrá si, y sólo si, nos quiere querer, al igual que nosotros a ella. Definitivamente, no está obligada a hacerlo, ni nosotros a reprocharlo y viceversa.

      La conducta de quererpuede parecernos un poco más complicada que el sentimiento, porque requiere algo más de esfuerzo por nuestra parte. El sentimiento, en realidad, ocurre, pero la relación hay que trabajarla y cuidarla. Y se hará aprendiendo a conocerse y a aceptarse; a perder el miedo a equivocarse y a corregir; a rectificar y crecer juntos; a entender al otro y enseñarle a que nos comprenda. Aunque la idea de trabajar la relación y no descuidarla puede resultar poco romántica, más adelante veremos que el amor no es ciento por cien romanticismo y que suelen ser suficientes, e incluso más efectivas, pequeñas dosis bien administradas. Aunque, bien pensado, también resulta tremendamente romántico ver cómo nuestra pareja nos procura cada día algún momento de felicidad.

      ¿Y hay que hacer todo eso? La respuesta es sencilla: sí. Cuando se quiere la medalla, no queda más remedio que sudar la camiseta y aprender también a disfrutar con ello. Otra alternativa consiste en ver películas románticas de vez en cuando y dedicarse, simplemente, a soñar. Aunque no es exactamentelo mismo; sin duda es mucho más fácil. Depende de cada uno y del calado que queramos para nuestra afectividad.

      Roberto, uno de esos sudorosos campeones, relataba a quienes se sorprendían de la larga duración y de la buena calidad de su relación, cómo cada mañana, al levantarse, se preguntaba si, ese día, deseaba querer a su mujer. Su respuesta había sido siempre afirmativa. A pesar de que pudiera haber enfados, dificultades o distanciamientos circunstanciales, deseaba seguir con ella y superar juntos lo que hiciera falta. Quería quererla y tuvo la fortuna de que ese sentimiento fuera recíproco. Lejos de demostrar fatiga o cansancio, su relación era un reto que les producía satisfacción, complicidad y plenitud a ambos.

      ¿Cuántas veces nos hemos enamorado de personas con las que, por alguna razón, no era posible desarrollar una relación afectiva? Desde los amores platónicos con actores, modelos o personajes públicos, a los sentimientos que surgen hacia personas más cer­canas pero con las que, por algún motivo, hay poco que hacer. Y hemos sobrevivido a la experiencia.

      Hay unos condicionantes muy obvios que nos impiden llevar a la práctica la posibilidad de amar a alguien: una distancia física significativa y permanente; una oposición familiar al más puro estilo Romeo y Julieta que todavía ocurre hoy en día; una inconveniencia o imprudencia laboral; tener ya un compromiso adquirido con otra persona y, la más importante: que el otro no nos quiera de la misma manera o, simplemente, de ninguna.

      Cuando nos enamoramos, estamos en pleno estado de arrebato. Sentimos que la persona que ha descorchadotodos los circuitos hormonales de nuestro organismo ha de ser para nosotros. Nos convencemos de que somos los únicos capaces de hacerla feliz y creemos que con nadie nos sentiremos como con ella. En nuestro cerebro, la atención ya se ha convertido en una lente de aumento que habrá que continuar enfocando de manera adecuada.

      También solemos tener la sensación de no poder evitar lo que sentimos. Ya hemos visto que las reacciones que el cerebro desencadena en nuestro cuerpo son tan inevitables como necesarias. Como también lo es el hecho de que hemos de ser capaces de dirigirlo y controlarlo haciendo que la razón y la emoción trabajen de forma conjunta y equilibrada.

      Cuando no podemos dar nuestro amor a alguien, la razón ayudará a la emoción a dirigir su atención a otro objetivo más accesible y satisfactorio; a moderar la intensidad de los sentimientos y, finalmente, a aceptar que si no se puede, no se puede. Y no perder la vida y la felicidad en lo imposible.

      En este momento, invertir la situación puede ser de gran ayuda. Podemos plantearnos lo siguiente: ¿qué hacemos cuando alguien, en estado arrebatado, se empeña en que seamos el amor de su vida y, sin embargo, nosotros no queremos saber nada? Por lo general, seremos considerados y esperaremos a que el objetivo de sus afectos cambie cuanto antes hacia alguien que esté disponible. Desearemos que esa persona sea capaz de modular lo que está sintiendo con la realidad objetiva que es que, por nuestra parte, no hay nada que hacer. Si no logra que su razón module su emoción, nos pondrá en una situación muy incómoda y sufrirá sin necesidad.

      Conclusión:intentaremos no insistir demasiado cuando nos dicen que no y tendremos presente que a nosotros no nos gusta que nos abrumen con sentimientos cuando ya hemos dejado claro que no son recíprocos.

      Según el entrenamiento que hayamos recibido en nuestra infancia en lo que llamamos tolerancia a la frustración, nos resultará más o menos fácil sobreponernos a un rechazo o a la imposibilidad de vivir la relación que nos gustaría. Bien pensado, ¿para qué mantener una relación con alguien que no nos quiere?, ¿por qué obsesionarnos con alguien que no tiene entre sus planes el hacernos felices?

      Amar, lejos de ser un capricho personal que no atiende a las necesidades del otro, es una conducta que necesita cierto grado de madurez emocional para ser placentera. Y la madurez no tiene nada que ver con la edad.

      Cuando se trata de amar y de hacerlo de la mejor manera posible, la buena intención no es suficiente. Para hacerlo bien hay que saber cómo y practicar mucho.

      Querer ser campeón del mundo de fútbol es tan sólo un deseo. Para conseguirlo, hay que entrenar, lesionarse, quedarse en el banquillo y saber hacer equipo. Pero, sobre todo, disfrutar inmensamente de lo que se está haciendo. Así СКАЧАТЬ