El libro expandido. Amaranth Borsuk
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Название: El libro expandido

Автор: Amaranth Borsuk

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Comunicación & Lenguajes

isbn: 9789874161475

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СКАЧАТЬ de los monasterios, cada uno de los cuales tenía su propia biblioteca y un scriptorium para copiar los textos a mano. Allí trabajaban copistas, correctores, calígrafos y rubricadores, que producían códices para la venta o el intercambio con otros monasterios, especialmente para que otros monjes pudieran consultarlos. Los monasterios monopolizaron la producción de libros hasta el siglo XIII. De hecho, cuando uno imagina los primeros libros, la primera imagen que probablemente se le venga a la cabeza sea de los manuscritos iluminados que allí se producían. Aquellas producciones ornamentadas incluían tanto textos cristianos como antiguas obras griegas y romanas, copiadas y recopiadas por escribas que no necesariamente se habían ofrecido a hacer el trabajo de preservar y diseminar la literatura.

      Los monjes copistas no estaban, de hecho, muy contentos con aquella tarea. Mientras sus hermanos trabajaban el campo o viajaban, ellos pasaban seis horas por día encorvados sobre una hoja en un frío scriptorium, sufriendo dolores de espalda y de cabeza, pérdida de visión y calambres, desaprovechando las horas de luz del día, ya que trabajar de noche hubiera implicado el uso de velas, que eran caras y peligrosas cerca de los materiales altamente inflamables que utilizaban. (78) Los copistas trabajaban en silencio, comunicándose mediante señas si necesitaban materiales o simplemente si querían compadecerse de su trabajo, lo cual a veces hacían en los márgenes de las páginas sobre las que trabajaban, escribiendo quejas con tinta entre las glosas del texto, por ejemplo la siguiente, que parece el ruego de un niño en la escuela: “San Patricio de Armagh, líbrame de la escritura”. (79) No era necesario que los copistas supieran el latín, griego o hebreo que transcribían, ya que los correctores, que conocían la lengua, aseguraban la calidad del trabajo. (80) A algunas tareas del scriptorium las podía realizar el laicado, como la caligrafía, la rubricación y la iluminación. Como vemos, la producción de manuscritos requería de una gran cantidad de personas para la confección de un solo libro, y conllevaba un proceso de elaboración de muchísimas horas de trabajo. El trabajo y el costo de cada manuscrito encuadernado con tapas de madera o de cuero, a veces con incrustaciones de piedras preciosas o filigranas y decorados con colores estridentes y dorado a la hoja, se observa en cada una de las páginas.

      Los copistas trabajaban con grupos de cuatro folios de pergamino, llamados por los bibliólogos quaternions o cuaterniones (de donde proviene la palabra “cuaderno”), cuyas dieciséis páginas estaban dispuestas del lado “con pelo” de cara al lado “con pelo” y el lado “de piel” de cara al lado “de piel”, un efecto del octavo descripto más arriba. (81) Los dos lados de una hoja de pergamino, si bien estaba tratada, pulida y estirada, acarreaban la historia del animal del cual provenía: el lado con “pelo” era visiblemente más oscuro y pecoso por las pintas de los pequeños folículos (véase figura 4). (82) Al fragmentar los manuscritos en esas secciones más pequeñas, varios copistas podían trabajar en el mismo volumen en forma simultánea, lo cual aceleraba el proceso pero multiplicaba la posibilidad de incurrir en errores, dado que cada cuaternión tenía que estar alineado en apariencia y contenido con los demás en el libro terminado. Para que la escritura fuera prolija y uniforme, los copistas presionaban o trazaban renglones y márgenes en cada página. La disposición provenía de una fuente conocida: los rollos y códices romanos, que tenían dos columnas justificadas por página que resultaban eficientes para la lectura y placenteras para el ojo.

      Los copistas transcribían el texto que tenían frente a ellos con una pluma de ganso en una mano y una cuchilla en la otra, que utilizaban para sostener las páginas abiertas, sacar punta y raspar los errores. Escribían en un tipo de letra mayúscula conocida como uncial, desarrollada a partir del estilo romano, pero con los extremos redondeados. (83) Ese estilo de escritura persistió en los textos religiosos a lo largo del siglo VIII, cuando Carlomagno encargó una letra minúscula más legible para estandarizar la escritura de los manuscritos. Esa letra, conocida como carolingia, por asociación a dicho reino, permitía una escritura mucho más rápida, de modo que los copistas podían producir con mayor rapidez y responder mejor a la creciente demanda de libros. (84) Para el siglo XIV ya había aparecido en Europa la letra gótica en una variedad de estilos regionales de los cuales provienen nuestras primeras tipografías, un tema al que volveremos en el capítulo 2.

      Una vez que un cuaternión estaba terminado y chequeado por un corrector pasaba al rubricador, quien seguía con la tradición egipcia de embellecer los pasajes importantes con tinta roja. En esta instancia se agregaban los títulos, las iniciales de cada capítulo y los encabezados. Si el manuscrito era importante o lo había encargado un mecenas adinerado, el texto pasaba, luego de ser rubricado, al iluminador, que embellecía e ilustraba los márgenes con sus dibujos. El iluminador trabajaba principalmente con pigmentos azules y rojos y dorado a la hoja, con los que adornaba la letra inicial de cada pasaje (a veces incluso pintaba pequeñas escenas en torno a la mayúscula para decorar las letras, llamadas iniciales historiadas), también decoraba los bordes de cada página e introducía ilustraciones que representaban los temas del texto (véase figura 4). Dicho método fue utilizado hasta el siglo XV, cuando alcanzó el máximo esplendor, dado que un diez por ciento de los manuscritos que se producían eran iluminados. (85)

      Uno de los manuscritos iluminados más famosos, el Libro de Kells irlandés (ca. 800 e. c.), demuestra tanto la técnica virtuosa como las innovaciones introducidas por los copistas de las islas británicas: una elegante letra uncial, iniciales con elaborados decorados y, más importante aún, el espaciado entre las letras. (86) Los cuatro evangelios y los textos preliminares en latín están escritos con tintas de diversos colores (además del negro estándar) y están más densamente iluminados que cualquier evangelio de aquel período que haya llegado hasta nuestros días. El Libro de Kells es probablemente el trabajo de al menos tres copistas y refleja el nivel de complejidad del proceso de transformación que hacía de un manuscrito un producto tan costoso y manufacturado con tanta precisión. (87) Consta de 340 folios de vitela profusamente iluminados y diez ilustraciones a página entera, además de motivos entrelazados que imitan ornamentos metálicos de la cultura celta, puntos rojos que evocan la tradición romana e ilustraciones cuya influencia se remonta a la iconografía bizantina, armenia y mediterránea. (88)

      Dada su gran dimensión (desafortunadamente fue recortado a unos 33 × 23 centímetros para ser reencuadernado en el siglo XIX) y su aspecto suntuoso, es posible que el Libro de Kells haya sido un libro de altar utilizado en ocasiones especiales por un lector que seguramente sabría el texto de memoria. Es probable que fuera un libro para ser visto y escuchado más que para ser leído, lo cual se evidencia por una serie de erratas en el texto, que incluye palabras que faltan, fragmentos repetidos e ilustraciones agregadas para cubrir errores. (89) Aquellos tomos tan voluminosos requirieron de un importante desarrollo en la encuadernación del siglo VII: el uso de cuerdas resistentes o de correas de cuero, que atravesaban las tapas y recorrían el lomo del libro, al que estaba cosido cada cuaderno. Ese tipo de encuadernación reforzada, que se perfeccionó en el siglo XVII, continúa siendo el procedimiento estándar tanto en la reparación como en la producción de libros de lujo.

imagen

      Fig. 4. Página de un breviario italiano de artista desconocido. Las pintas que se observan en la esquina superior izquierda son folículos de pelo. Inicial V: El descenso del Espíritu Santo, 1153. Pintura al temple, dorado a la hoja, pintura dorada y tinta sobre pergamino. Hoja: 19,20 × 13,20 cm. La imagen es cortesía del J. Paul Getty Museum, Los Ángeles, obtenida a través del programa de contenido abierto.

      Cambios en la lectura y la escritura

      La forma y el estilo de aquellos primeros manuscritos reflejan las prácticas de lectura de su época y las necesidades para las cuales fueron diseñados. En la era del manuscrito, la lectura era una práctica muy diferente al estado privado de meditación que experimentamos hoy. Un monje no leía en silencio frente a un escritorio, o reclinado en la cama o en tránsito de un lugar a otro. Lo más probable es que algún hermano que pudiera leer de corrido leyera frente a todos, o que leyera en voz baja estudiando un texto en latín. Cuando viajaba a otros monasterios a consultar sus volúmenes encontraba los códices encadenados a los СКАЧАТЬ