Ravensong. La canción del cuervo. TJ Klune
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Читать онлайн книгу Ravensong. La canción del cuervo - TJ Klune страница 20

Название: Ravensong. La canción del cuervo

Автор: TJ Klune

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9789877476613

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СКАЧАТЬ en llamas.

      Por alguna razón, pensé que esto significaba algo más.

      Estiré la mano y le pasé un dedo por el ala.

      –Lo hiciste tú.

      –¿Te gusta? –preguntó en voz queda.

      Respondí que “sí” y “cómo” y “¿por qué, por qué, por qué harías algo así por mí?”.

      –Porque no podía darte lo que quería. Aún no. Así que quiero que tengas esto en su lugar.

      Lo tomé, y cómo sonrió Mark.

      –¿A dónde vamos? –le pregunté a mamá de nuevo cuando pasamos un letrero que decía ESTÁ SALIENDO DE GREEN CREEK, ¡VUELVA PRONTO, POR FAVOR!–. Tengo que…

      –Lejos –respondió mi madre–. Lejos, nos vamos lejos. Mientras tengamos tiempo.

      –Pero es domingo. Es la tradición. Se preguntarán dónde…

      –¡Gordo!

      Nunca gritaba. La verdad que no. Nunca a mí. Me estremecí.

      Se aferró al volante. Sus nudillos se pusieron blancos. El sol nos daba en la cara. Era brillante, parpadeé.

      Sentía cómo el territorio me tironeaba, a la tierra a nuestro alrededor que latía junto a los tatuajes. El cuervo estaba inquieto. A veces, me parecía que un día saldría volando de mi piel al cielo y que jamás regresaría. Quería que nunca lo hiciera.

      Levanté la cadera para poder meter la mano en el bolsillo.

      Extraje una pequeña estatua de madera y la sujeté entre las manos.

      Más adelante, un puente cubierto nos llevaría fuera de Green Creek hacia el mundo más allá. Yo no tenía demasiadas ganas de salir al mundo. Era demasiado grande. Abel me había dicho que algún día tendría que hacerlo, por lo que yo era para Thomas, pero que faltaba mucho para eso.

      No llegamos al puente.

      –No –exclamó mi madre–. No, no, no, no así, no así…

      El coche se despistó ligeramente hacia la derecha cuando clavó los frenos. La tierra voló a nuestro alrededor, el cinturón de seguridad se me clavó en el pecho. El cuello se me fue hacia adelante y aferré el cuervo de madera en la mano.

      Me la quedé mirando con los ojos abiertos.

      –¿Qué pasó…?

      Miré por el parabrisas.

      Lobos de pie en la carretera. Abel. Thomas. Richard Collins.

      Mi padre también estaba allí. Se lo veía furioso.

      –Escúchame –dijo mi madre rápidamente, en voz baja–. Te dirán cosas. Cosas que no debes creer. Cosas que son mentira. No puedes confiar en ellos, Gordo. No puedes confiar nunca en un lobo. No te aman. Te necesitan. Te utilizan. Tu magia es una mentira y no puedes…

      La puerta de mi lado se abrió de golpe. Thomas se estiró para desabrochar mi cinturón de seguridad y luego me sacó del vehículo con facilidad. Temblaba mientras él me sostenía, las piernas alrededor de su cintura. Su gran mano se posaba en mi espalda y me decía al oído que estaba a salvo, estás a salvo, Gordo, te tengo, te tengo y nadie podrá llevarte de nuevo, te lo prometo.

      –¿Todo está bien? –me preguntó Richard. Sonrió, pero no con los ojos. Nunca lo hacía.

      Asentí contra el hombro de Thomas.

      –Bien –dijo–. Mark estaba preocupado por ti. Pero supongo que eso es lo que pasa cuando alguien se lleva a tu co…

      –Richard –gruñó Thomas.

      –Sí, sí –concedió Richard, alzando las manos.

      Mi madre gritaba. Mi padre le hablaba con rapidez, señalándola con el dedo sin tocarla.

      Abel no dijo una palabra, simplemente observó. Y esperó.

      –Está enferma –me dijo mi padre más tarde–. Ha estado así por un largo tiempo. Piensa… Se le meten estos pensamientos en la cabeza. No es culpa suya. ¿Entendido? Gordo, necesito que entiendas eso. No es culpa suya. Y no es culpa tuya. Jamás te lastimaría. Está… enferma, nada más. Y eso la hace hacer cosas que no quiere hacer. La hace decir cosas que no quiere decir. He intentado ayudarla pero…

      –Me dijo que no confíe en ellos –le dije con una vocecita débil–. En los lobos.

      –Es la enfermedad, Gordo. No es ella.

      –¿Por qué?

      –¿Por qué, qué?

      –¿Por qué está enferma?

      –A veces sucede –suspiró mi padre.

      –¿Se curará?

      Jamás me respondió.

      –Mi abuelo se volvió loco –me contó Rico–. Completamente del tomate. Me daba golosinas y dinero, y se tiraba muchos pedos.

      Tanner le dio un codazo.

      –No está loca –afirmó Chris–. Enferma, nada más. Como con la gripe o algo así.

      –Sí –murmuró Rico–. La gripe loca.

      Los sonidos del comedor resonaban a nuestro alrededor. No había tocado mi almuerzo. No tenía mucha hambre.

      –Todo estará bien –me consoló Tanner–. Ya lo verás.

      –Sí –confirmó Chris–. ¿Qué es lo peor que puede pasar?

      En medio de la noche, oí que rascaban mi ventana. Debería haber sentido miedo, pero no fue así.

      Me levanté de la cama y caminé hacia la ventana.

      Mark me observaba desde el otro lado.

      Levanté el cristal.

      –¿Qué estás…?

      Se metió adentro de un salto.

      Me tomó de la mano.

      Me condujo hacia la cama.

      Esa СКАЧАТЬ