Название: La gerontología será feminista
Автор: Paula Danel
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Proyectos de investigación
isbn: 9789874948595
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En el actual sistema capitalista, la obsolescencia programada afecta también las representaciones de la vejez, significándola como un momento de la vida en el cual los sujetos resultan improductivos y, para algunos decisores políticos, incluso, constituyen un gasto social.
Los estereotipos negativos sobre la vejez son producto de procesos complejos y debe tenerse presente que la vejez es un concepto relacional, en permanente reelaboración: la expectativa de edad se amplía y diversos modelos de vejez se encuentran simultáneamente superpuestos, como si se tratara de una representación en situación de reconstrucción ante los diversos discursos que surgen sobre la vejez provenientes de los sectores de poder y de les propios viejes.
En otro sentido, esto nos lleva a integrar la temporalidad social como un elemento clave, como uno de los citados ejes de la diferencia, que permite agudizar la vista allí donde sólo suelen verse sujetos terminados (8): las personas mayores.
Este mecanismo, es efecto de una reiterada maniobra excluyente, discriminatoria, que privilegia permanentemente a la juventud como modelo (9).
En esta publicación especialmente, nos interesa centrar nuestra atención en un aspecto sumamente relevante: la denominada feminización de la vejez. La conformación mayoritariamente femenina desde el punto de vista demográfica constituye un desafío para pensar las relaciones entre los géneros en esta etapa del curso vital, toda vez que, al impactante fenómeno del envejecimiento poblacional se agrega que la superación constante y creciente de las edades límite de la vida humana conforman, mayoritariamente, un asunto de mujeres.
Interseccionar género y edad
La travesía conceptual que queremos realizar en este trabajo surge a partir de la centralidad que adquiere el género en la interpretación de las relaciones sociales, y nuestro interés por tomar los avances producidos por los debates en torno a la categoría mujeres y los campos de representación lingüística y política.
Es necesario destacar que aquellos procesos que regulan la edad junto a los que regulan el género y el ejercicio de la sexualidad, forman parte de un proceso continuo de producción y retroalimentación de los modelos de subjetivación sexuada hegemónicos, pero ¿cómo se procesa socialmente la longevidad con estos modelos?
Tal como señala Ociel Moya, M. (2013), profundizar en el estudio sobre las representaciones culturales del género permite dar cuenta del orden que a través de esas representaciones niegan a las mujeres en tanto sujetos políticos e históricos.
En ese sentido, sostenemos que el estudio de la vejez de las mujeres (10) puede aportar aún más al objetivo de indagar el alcance de la desigual distribución del poder derivado del orden patriarcal.
Retomando la idea de vejez -en tanto representación social- puede verse que la carga de prejuicios que la asocian al deterioro, la incapacidad y la enfermedad, en clara oposición a la juventud como sinónimo de renovación, emprendimiento, eficacia, salud y afectando en forma aún más acentuada a las mujeres. Oddone (1994), afirma que las mujeres a lo largo de su vida atraviesan por diferentes experiencias de integración-exclusión social. De esta manera, las mujeres suman a los prejuicios de la edad los vinculados al género (Martiarena y Krzemien, 2001).
Por esta razón, resulta necesario analizar el género desde una concepción dinámica que de cuenta de la experiencia misma de las mujeres en el curso de vida y echar luz sobre los efectos diferenciales producidos por el orden de géneros en sus trayectorias de vida. Es necesario remarcar que, históricamente, sólo por el hecho de ser mujeres las mayores han tenido un acceso desigual a la educación, al trabajo, a los derechos sobre su cuerpo, es decir, diversos efectos que participan en la construcción social del envejecimiento femenino y de las vejeces. (11)
Ello nos lleva a preguntarnos, ¿qué ocurre cuando se asocian dos o más factores de discriminación como en el caso de las mujeres mayores? Previamente deberíamos preguntarnos si los estudios de la edad, si la Gerontología, han dado suficiente cuenta del envejecimiento como una nueva cuestión social de género.
Ha sido ya establecido que las mujeres envejecen de forma diferente, ya lo han señalado autores tales como De Beauvoir, S. (1983), Arber, S. Y Ginn, J. (1996), Freixas, A. (1997).
En América Latina, destacamos los aportes de Gastrón, L. (1995), (2003), (2007), (2018), Huenchuán Navarro (1989) y Yuni, J. Y Urbano, C. (2001) que han generado el debate dejando en claro que el género constituye un determinante de fundamental importancia que afecta diferencialmente a las personas en la vejez.
Ser mujer y mayor entonces constituyen dos ejes importantes de la diferencia que se articulan con otros:
las diferencias que estructuran la vida social son múltiples, se implican y condicionan mutuamente. Las identidades y relaciones de género, clase, étnicas, etarias, etc., no se construyen ni experimentan en forma compartimentada por los sujetos: hay un sustrato cultural en el que se entretejen. (Toledo,1993: 57).
Los aportes a la discusión respecto de la articulación de vejez y género, realizados por Huenchuán Navarro (1998:1), advierten sobre la insuficiencia de “interpretar las experiencias de vida de las personas ancianas en forma segmentada y compartimentada (sólo género, sólo etnia, sólo edad)”, de modo que sus miradas respecto de la necesidad de poner en relación estas diferentes categorías constituyen un antecedente de gran importancia que aún se encuentra con escaso desarrollo, sobre todo, en Latinoamérica.
Abordar género y edad implica, entonces, poner en relación dos categorías analíticas que han adquirido un gran peso y, para ello, utilizamos como parte de nuestras herramientas teóricas el concepto de interseccionalidad.
Este desarrollo conceptual, relativamente reciente, se aplica a los procesos complejos que derivan de la interacción de factores sociales, económicos, políticos, culturales y simbólicos (Crenshaw, 1989). Crenshaw define a la interseccionalidad como a la expresión de un “sistema complejo de estructuras de opresión que son múltiples y simultáneas” (1989:359) (12). Debemos destacar que se ha reconocido como una de las contribuciones realizadas por la teoría y praxis feministas más importante de las últimas décadas (McCall 2005); (La Barbera, 2016).
Los desarrollos de estudios interseccionales surgieron a partir de la crítica del feminismo afroamericano sobre el esencialismo derivado de ciertas posiciones sociales privilegiadas en los movimientos de mujeres blancas de clase media estadounidense que no lograba dar cuenta de las otras mujeres, (bell hooks, 2004).
De igual manera, las feministas poscoloniales ubicaron en el centro del debate la argumentación sobre la raza enfatizando que resulta imposible separarla de la opresión de género estableciendo que es co-constitutiva (Lugones, 2012).
Ciertamente el feminismo postcolonial permitió avanzar en la discusión respecto de la opresión sexista cuestionando al feminismo blanco, occidental y heterosexista.
Esta apertura, asimismo, ha permitido, cuestionar y poner en crisis el concepto unitario del sujeto del feminismo “dotado de una identidad estable”, emergiendo entonces la concepción de un sujeto que ocupa múltiples posiciones a lo largo de diversos ejes de la diferencia, (Bidaseca, 2010:130). Es oportuno señalar que la edad es una dimensión menos frecuente, también en los estudios de género que abordan la interseccionalidad. No obstante, se trata de un campo fértil en el que han comenzado a desarrollarse investigaciones que prometen encontrar claves fundamentales para interpretar la dinámica social y subjetiva que se produce en la interacción de estos dos elementos.
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