Название: Madagascar
Автор: vvaa
Издательство: Bookwire
Жанр: Книги о Путешествиях
Серия: Petit Futé
isbn: 9782305023045
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Todo lo que es tabú, sagrado o ilegal. Lo que no se puede hacer, lo que no se puede decir, lo que no se puede comer. No bromeamos sobre estos estrictos códigos que regulan la vida social, tanto material como espiritual, de cada pueblo o comunidad: contravenirlos puede desencadenar la ira popular. Los fady fueron antaño innumerables y hoy, aunque todavía los hay en un cierto número, muchos malgaches están empezando a adaptarse a ellos: ¡incluso los guías turísticos, que encuentran una razón para no ir a tal lugar o visitar tal rincón argumentando que están cansados!
Lémures
¿Todavía tenemos que presentarlos? Esta especie de primos nuestros son casi endémicos de Madagascar. Son el símbolo, el emblema, el «escudo de armas del reino natural» malgache. Alterados o indiferentes, ruidosos o furtivos, no dejarán de sorprenderle. Ya sea porque son tan pequeños como el microceb o tan voluminosos como el indri, no puede perdérselos y, seamos sinceros, esa es también la razón de un viaje hasta aquí, ¿verdad?
Mora Mora
¡Tranquilidad! ¡Cool! ¡Pole Pole! (en swahili)! ¡Zen! Se podría traducir al infinito esta expresión tan apropiada, tan definitoria del carácter malgache, especialmente utilizada en las costas (¿el calor adormece las mentes?). No hay necesidad de apresurarse, hay tiempo y, si no hay más dinero, no importa, siempre encontraremos la manera de solucionarlo. No debe estresarse porque se encontrará con una niebla de malentendidos. Aquí nos movemos a la velocidad del paso humano y aún no conocemos el AVE... En cuanto a los coches veloces en las carreteras, ¡son tan inconvenientes que es muy difícil superar los límites de velocidad! En todas las cosas y en todas las ocasiones, con cualquiera, mantenga la calma sin mostrar indebidamente su impaciencia: las prisas no ayudan en la tierra de las pacíficas orquídeas.
Piedras preciosas
El suelo malgache fascina a los geólogos... y a los amantes de los minerales y las piedras preciosas. El entusiasmo por los zafiros, por ejemplo (favorecido por un mercado asiático muy importante y, en particular, por el mercado indio), explica el repentino y desproporcionado crecimiento de las «ciudades champiñón» en medio del desierto, como Ilakaka, al sur de Ranohira, en la RN-7. Esta ciudad de aspecto occidental no existía hace veinte años y es un verdadero núcleo de la producción de zafiros. Cuando uno camina por sus calles (muchos turistas prefieren escapar de esta atmósfera deletérea) tiene la impresión de estar inmerso en una película de Sergio Leone. Pero el zafiro no es el único tesoro: Madagascar es rico en esmeraldas, rubíes, granates, turmalina, amatistas, citrino, alejandrita... e incluso en diamantes verdes, nos enteramos recientemente de esto.
Cebú
El «omby», omnipresente en Madagascar, es la fuente de toda riqueza. Es a la vez una herramienta de trabajo en el campo, un medio de transporte que acompaña al carro, una cuenta de ahorro que se transmite de generación en generación y la promesa de una comida deliciosa. Así, el rango de un hombre en la sociedad se mide por el tamaño de su rebaño. En el sur, los cebúes siguen a sus dueños hasta la tumba: son sacrificados y comidos por los aldeanos, quienes guardan los cráneos con los cuernos para decorar la tumba del difunto.
Una mirada sobre Madagascar
Una mirada sobre Madagascar - Regiones administrativas
© Petit Futé
Un cliché heredado de la época colonial que aún persiste: la mayoría de los textos escritos sobre Madagascar por los europeos (y especialmente por los franceses) distinguen geográficamente entre las «tierras altas» y las «costas», y dividen la población entre los «habitantes de las tierras altas» y los «de las costas». Los geógrafos e historiadores malgaches (así como también los americanos, alemanes, japoneses y franceses) se oponen a esta división sumaria y reductora.
En primer lugar, en Madagascar no solo hay mesetas, sino también picos, colinas y cumbres; son las Tierras Altas Centrales (los geógrafos estadounidenses usan el término Highlands). En cuanto a las costas, su diversidad no es menos notable, se distingue sobre todo entre las costas cubiertas de bosques, aquellas donde comienza el desierto y los fértiles deltas que desembocan en el océano. Y respecto a los habitantes, volveremos a ellos más adelante.
Geografía
Según la teoría de la deriva continental, los grandes cambios geológicos de la era secundaria (periodo cretácico) habrían fragmentado un continente muy grande, denominado Gondwana, del cual hoy quedarían como fragmentos América del Sur, África, India, la Antártida... y Madagascar que, más que una isla, es casi un continente rodeado por una cadena de archipiélagos: Comoras, Seychelles, Mayotte, Reunión y Mauricio.
Desde el punto de vista geológico, Madagascar se compone principalmente de un zócalo de rocas cristalinas muy antiguas, algunas de las cuales tienen más de dos mil millones de años de antigüedad. Estas rocas afloran regularmente a la superficie en esta especie de gran «cordillera malgache» que se extiende de sur a norte y que alcanza una altitud de 2886 m en el Tsaratanana. No es de extrañar que la isla sea una tierra preciosa en cuyos suelos abundan inmensas reservas minerales: mica, titanio, cromo, grafito, granates, ónix, cuarzo, rubíes, esmeraldas...
Hoy en día no hay volcanes activos en la Isla Roja; sin embargo, las aguas termales de Ranomafana e innumerables cráteres son testigos de este pasado telúrico. Los suelos están compuestos principalmente de arenisca, arcilla, granito y piedra caliza. Pero hay un color que domina: el rojo en todas sus variantes, del ocre al bermellón, del color siena al rojo shanghái. En casi todas partes, los caminos y las colinas están cubiertos de arena, arcilla y laterita que armonizan con el inimitable azul del cielo malgache y el verde de los bosques tropicales, donde dominan las elegantes ravenalas (o árboles del viajero), los baobabs y los banianos de formas misteriosas.
En general, la circulación de los vientos y el relieve específico de la isla la dividen en dos vertientes bien diferenciadas: la oriental está expuesta al viento, mientras que la occidental está a sotavento.