Название: Narcosur
Автор: Cecilia González
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Historia Urgente
isbn: 9789871307883
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Las autoridades mexicanas calculan que, durante esos años, Zhenli traficó unas 60 toneladas de efedrina y seudoefedrina. Hicieron cuentas. Los narcotraficantes pagaban en promedio 4500 dólares por cada kilo del precursor. Si Ye Gon les vendió todos sus cargamentos, según se lo acusó, habría ganado, por lo menos, 270 millones de dólares. La cifra era casi igual a la fortuna encontrada en su casa y acorde con las cantidades estratosféricas manejadas por el crimen organizado.
Bastaba hacer una simple ecuación: si una tonelada de seudoefedrina procesada produce 700 kilos de metanfetaminas y un kilo de estas tiene un precio promedio en el mercado de 30 000 dólares, resulta que de las 60 toneladas adjudicadas al chino pudieron salir 42 000 kilos de metanfetaminas. Eso representaba 1260 millones de dólares de ganancias para los carteles en cuatro años y medio, sobre todo gracias a la demanda que hay en territorio estadounidense, a donde va a parar el 80% de las metanfetaminas mexicanas.
La suerte del chino terminó cuando las casi 20 toneladas de seudoefedrina que había comprado en su último pedido fueron confiscadas el 2 de diciembre de 2006, apenas un día después de que Fox le entregara la banda presidencial a Felipe Calderón.
El 15 de marzo, tres meses y medio después de ese decomiso, vino el cateo en su casa de Las Lomas, que fue noticia en todo el mundo. De un día para el otro, el chino-mexicano se hizo famoso. Dejó de ser un ignoto empresario para transformarse en un peligroso prófugo con orden de captura internacional.
Muchos hechos absurdos rodearon su caso. Fue más fácil, por ejemplo, que lo encontrara un periodista que la policía mexicana o Interpol. El 17 de mayo de 2007, Zhenli aceptó una entrevista con la agencia de noticias Associated Press (AP) en la oficina de su abogado en Nueva York, en donde dio su primera versión pública sobre el escándalo. Fue una bomba informativa que la agencia se guardó durante casi dos meses, hasta que finalmente la transmitió el 2 de julio.
Sentado frente al reportero estadounidense, con su cabello lacio, corto y pegado a la cabeza, recién rasurado, vestido con una camisa negra de cuello Mao y discreto y pulcro traje marrón, Ye Gon denunció que durante 2006, en plena efervescencia electoral, un panista de nombre “Javier Alarcón” lo había obligado a guardar millones de dólares en su casa para la campaña de Felipe Calderón. La revelación tuvo tintes tragicómicos, porque su debut televisivo evidenció que los doce años vividos en México no le habían sido suficientes para dominar el idioma.
–Plimela palabla [de Javier Alarcón] dice que “tú eres muy famoso, tú eres muy famoso en la industria farmacéutica, tú eres muy activo en política, ahola tú eres mexicano, necesitas servicio a país de México, necesita apoyo partido de PAN, tú eres negocios, necesitan apoyo a político. Negocios y político son los mismo zapato, lo mismo camino”.3
Al explicarle las necesidades de la campaña oficialista, el supuesto panista abrió dos maletas colmadas de billetes y le soltó la amenaza fatal.
–Coopelas o cueio.
Para darle un tinte de mayor dramatismo, Ye Gon graficó su denuncia pasándose la mano por el cuello, como si fuera una navaja. Quería decir que si no cooperaba, lo degollaban, así que tuvo que guardar a la fuerza los 205 millones de dólares que le entregaron en varias tandas.
–Yo pleocupal mucho mi familia en México, ahora mi esposa, mi cuñado, todas mi familia, mis hijos, en situaciones muy difíciles, mi esposa es en cálcel, mi cuñado también. Yo pienso que el gobierno de mexicano sí se pueden descubrir todos los actos. Yo no soy narcotraficante.
El “coopelas o cueio” se convirtió en una nueva y graciosa frase de la cultura popular mexicana, y fue motivo de caricaturas y bromas a granel que aderezaron la historia del chino y el tráfico de efedrina.
La carta
El mismo día que la agencia AP emitió la nota con Ye Gon, la prensa mexicana dio a conocer fragmentos de una carta entregada por sus abogados en la embajada de México en Estados Unidos.
Las 17 páginas fueron publicadas de manera íntegra por el diario El Universal en sus ediciones del 16 y 17 de julio de 2007, cuando el chino ya estaba acorralado por la justicia.
En el escrito, Ye Gon insistió en un tono de abierta denuncia contra el gobierno mexicano: “La enorme cantidad de efectivo decomisada en mi casa no es lo que se llama dinero de las drogas. Estos son y fueron fondos secretos del partido político usados para la campaña presidencial mexicana, para comprar armas y financiar actividades terroristas”.
Las afirmaciones eran contundentes, pero el resto del relato, no. Según su versión, uno de los hombres que le pasaba el dinero le confirmó que la fortuna era para la campaña presidencial del PAN, y le reveló que el “jefe”, un político de más de cuarenta años, pelo negro, cejas pobladas, vello grueso en cara y brazos, nariz muy larga, que usaba lentes transparentes de marca Cartier, se llamaba Javier Alarcón. La relación inmediata fue con el secretario de Trabajo, Javier Lozano Alarcón.4
Lo que nunca se entendió de la historia de Ye Gon fue por qué, si se suponía que la fortuna era para la campaña, no se utilizó justo en la etapa en la que más le hubiera servido al candidato oficialista. La acusación no se sostenía con los hechos.
El 2 de julio de 2006 se realizaron en México unas elecciones en las que la izquierda aspiraba a sumar al país a la oleada de gobiernos progresistas asentados en Sudamérica. Su candidato, Andrés Manuel López Obrador, arrancó como favorito, pero durante la campaña fue perdiendo votos gracias a una mezcla de errores propios con una mediática y clasista guerra sucia en su contra que lo presentó como “un peligro para México”. López Obrador seguía convencido de su triunfo, pero el día de los comicios se instaló la incertidumbre ante el virtual empate que alcanzó con el candidato del conservador Partido Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón. La noche de los comicios, por primera vez en la historia del país, no hubo un claro ganador. Cuatro días más tarde, las autoridades electorales declararon como vencedor a Calderón, pese a las múltiples denuncias de probadas irregularidades y de la sombra de fraude que cubrió el proceso electivo.
Según el conteo final, Calderón había ganado con el 35,88% de los votos contra el 35,31 de López Obrador. La diferencia era de apenas 243 934 sufragios entre los casi 30 millones emitidos. Como en México, a diferencia de Argentina, no hay segunda vuelta, se venía una guerra poselectoral.
Siguiendo con la versión del chino, en agosto, en plena pelea por los resultados de las elecciones, unos presuntos policías lo secuestraron para robarle y advertirle que tenía que salir de inmediato del país. Se refugió en Estados Unidos durante un par de semanas, pero a principios de octubre volvió para supervisar la construcción de una planta farmacéutica en el Estado de México.
Su regreso fue fugaz. A mediados de octubre sacó de su casa un millón y medio de dólares en efectivo, pero cuadras más adelante fue detenido por policías federales que se quedaron con el dinero y le exigieron que se fuera otra vez a Estados Unidos y suspendiera la construcción del nuevo laboratorio.
Las protestas de la izquierda estaban en su apogeo. López Obrador tenía copado el Distrito Federal con un gigantesco y permanente bloqueo de calles. Exigía el conteo “voto por voto, casilla por casilla”. El 6 de septiembre, el Tribunal Electoral cerró toda posibilidad de revisar actas y validó el triunfo de Calderón con una diferencia del 0,6 por ciento de los votos.
El clima de efervescencia política continuaba en octubre, cuando Ye Gon partió hacia Estados Unidos y comenzó los preparativos para montar allá su nueva fábrica farmacéutica. Un par de meses después el proyecto se desmoronó cuando un policía le avisó del decomiso del cargamento de seudoefedrina СКАЧАТЬ