Название: Narcosur
Автор: Cecilia González
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Historia Urgente
isbn: 9789871307883
isbn:
La imagen difundida en video y fotos por el gobierno mexicano convocaba a la codicia y a la incredulidad.
Era una montaña de billetes nunca antes vista en un operativo contra el narcotráfico.
El dinero había sido encontrado en maletas, alacenas, roperos y cajones. Para las fotos oficiales fue ordenado prolijamente en bloques de hasta un metro y medio de alto. En primera fila destacaban los 201 460 euros y 157 500 pesos mexicanos. En montones más pequeños estaban acomodados 113 260 dólares de Hong Kong, 180 dólares canadienses, 17 000 yenes y 20 000 dólares en cheques de viajero. También había 11 centenarios, 53 billetes falsos de 100 dólares americanos, 52 billetes dañados de 100 dólares, dos de 50 y uno de un dólar.1
Pero lo que se robó las cámaras fue la exposición de 205 564 763 dólares que formaban largas filas detrás del resto de los billetes y que estaban custodiados por un cartel de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) de México. Contarlo con precisión y en medio del asombro requirió de un trabajo de más de 24 horas.
Nunca antes, en ningún otro país, se había decomisado tal cantidad de dinero en efectivo.
La colosal fortuna fue encontrada el 15 de marzo de 2007 en una residencia de Las Lomas de Chapultepec, una colonia de millonarios enclavada en el poniente de la Ciudad de México. La rutinaria tranquilidad de la arbolada calle Sierra Madre se transformó ese jueves en un hervidero de agentes que llegaron a catear la casa número 515, ubicada a seis cuadras del cruce de Periférico y Paseo de la Reforma.
La investigación había comenzado el segundo día del gobierno de Felipe Calderón, el 2 de diciembre de 2006, con el decomiso de casi 20 kilos de seudoefedrina en el puerto de Lázaro Cárdenas, Michoacán. El cargamento provenía de Asia y había sido comprado por un misterioso empresario farmacéutico.
Tres meses y trece días después de ese operativo, decenas de agentes subieron los tres pequeños escalones de entrada de la residencia de Las Lomas, abrieron la reja negra de hierro que se coronaba en un arco colonial y atravesaron el jardín hasta ingresar en la blanca mansión de dos pisos. Revisaron los 1500 metros cuadrados de la propiedad. En los cuartos, apretujados en espacios cerrados, encontraron el dinero, dos armas de fuego largas y cinco cortas, máquinas para la fabricación de tabletas y joyas. Detuvieron a siete personas e incautaron ocho vehículos de lujo.
Mientras se allanaba la lujosa residencia, otros operativos se realizaban de manera simultánea en el Estado de México y en el centro del Distrito Federal.2
En Toluca, a las afueras del DF, se revisó la sede de Unimed Pharm Chem, una sociedad anónima que, según el gobierno mexicano, importaba desde la India, y de manera ilegal, acetato de seudoefedrina para elaborar el clorhidrato necesario en la fabricación de metanfetaminas. El otro cateo se realizó en las oficinas de la misma compañía ubicadas a unos pasos de la Secretaría de Gobernación.
Ahí, los policías se enteraron de que la empresa y la casa de Las Lomas eran propiedad de un desconocido empresario chino llamado Zhenli Ye Gon.
El 15 de julio de 1995, un solitario ciudadano chino llegó a México, sin un peso ni un yuan en la bolsa, para casarse con una novia mexicana a la que apenas si conocía por foto.
A sus 32 años, el hijo de Yulin Ye y Guiyu Gon tomó su pasaporte número 2621870, expedido por la República Popular China, y se lanzó a la aventura de viajar desde su Shangai natal hasta el lejano Distrito Federal. Había arreglado a la distancia una boda con Tomoiyi Marx Yu, una ciudadana mexicana cuya familia manejaba el restaurante Hong Kong en la calle de Dolores, corazón del Barrio Chino de la Ciudad de México.
La novia leal lo ayudó a radicarse. La pareja se casó el 14 de agosto de 1995, un mes después de la llegada del prometido, y para fines de ese año, el gobierno le otorgó a Zhenli Ye Gon, nacido el 31 de enero de 1963, la categoría migratoria que lo reconocía como “no inmigrante visitante con actividades lucrativas”. El hombre, de complexión física mediana, tez morena clara, pelo negro, frente amplia, cejas pobladas, ojos marrones, nariz cóncava, boca mediana, mentón oval, sin bigote, ni barba, ni señas particulares, había declarado que representaba a una empresa china dedicada a la venta de naipes, con domicilio legal en Hong Kong.
El chino tuvo que esperar casi dos años para obtener el reconocimiento legal de “residente definitivo”. Consiguió la mejora de su estatus migratorio el 13 de noviembre de 1997, luego de pagar el equivalente a 143 dólares por un trámite que quedó registrado en el expediente número 5/299526. Declaró que ya estaba casado, que no profesaba ninguna religión y que era trilingüe: hablaba chino, inglés y español. Tenía estudios de técnico farmacéutico, lo que le permitía trabajar como director general y administrador único de una empresa que recién había fundado.
Zhenli mantuvo su nueva categoría durante cinco años y tres meses pero, para poder ampliar sus negocios, requería de otro tipo de jerarquía. Logró su meta el 3 de febrero de 2003, día en el que se puso un traje oscuro y acudió a una solemne ceremonia en la Secretaría de Relaciones Exteriores para sentarse en la primera fila del auditorio y recibir de manos del presidente Vicente Fox, junto con otros 1737 extranjeros, su nuevo documento.
El hombre de ojos rasgados podía sonreír tranquilo: se había nacionalizado como mexicano.
Antes de completar sus trámites migratorios, el sencillo vendedor de naipes venía sufriendo una radical y acelerada transformación.
Cuando llegó al Distrito Federal trató, sin mucho éxito, de importar textiles, ropa y calzado y revender productos decomisados en las aduanas mexicanas. En 1997 encontró, por fin, el negocio que lo iba a volver rico y famoso: el 29 de abril de ese año fundó, con un capital de 200 000 dólares, la empresa Unimed Pharm Chem de México, la cual creció de manera acelerada hasta convertirse en una de las principales importadoras de efedrina y seudoefedrina, el alcaloide que sirve para fabricar tanto medicamentos antigripales como las ilegales metanfetaminas.
Gracias a esa empresa, a principios de siglo nada quedaba del humilde chino que había viajado al Distrito Federal sin más fortuna que su ambición.
Ye Gon ya era millonario, un empresario farmacéutico apostador, exhibicionista y despilfarrador. Las mesas de juego de Las Vegas fueron mudos testigos del aumento de la fortuna de este hombre de hablar pausado. En 1997, durante su primera visita a esa ciudad, derrochó 5300 dólares en apuestas. En los años siguientes, sus pérdidas en los casinos alcanzaron decenas de millones de dólares.
El dinero no era una preocupación. Importaba autos exclusivos como un Lamborghini Murciélago o un Mercedes Benz. En nada escatimaba. Hasta llegó a pagar más de cien mil dólares por la instalación de una cocina integral. Su casa de Las Lomas le había costado un millón cien mil dólares, así que bien podía gastarse otra fortuna en equiparla para comodidad de sus dos hijos, nacidos en Estados Unidos, y de su esposa, a quien, según denuncias de su familia política, golpeaba y le era infiel.
Su acelerado éxito empresarial en el ramo farmacéutico comenzó a ser amenazado con una denuncia que, a mediados de 2006, alertó a la Policía sobre la existencia de una banda dedicada al tráfico de efedrina desde China. La voz anónima identificó a “Chen Li” (así le sonó al agente de guardia el nombre de Zhenli) como el principal operador del grupo que importaba toneladas del precursor químico desde China.
Los manejos de su empresa ya levantaban sospechas. En muy poco tiempo, Unimed Pharm Chem se había convertido en la tercera firma importadora de seudoefedrina del país. Entre enero de 2003 –cuando su riqueza empezó a crecer– y marzo de 2007 –fecha del operativo policial en su casa–, introdujo en el país 194 cargamentos por los aeropuertos СКАЧАТЬ