Название: La seducción del jefe - Casada por dinero - La cautiva del millonario
Автор: Maureen Child
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Omnibus Miniserie
isbn: 9788413489063
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–De esto –dijo, poniéndose de pie y atravesando el despacho. Le mostró la carta–. Lee el segundo párrafo.
Jefferson observó cómo ella se metía un mechón de cabello rubio detrás de la oreja mientras leía la carta. También observó cómo la expresión de su rostro cambiaba ligeramente cuando leyó el error que él había descubierto hacía tan sólo unos instantes. Aquello no era propio de Caitlyn. Era la mejor secretaria que había tenido nunca. Caitlyn simplemente no cometía errores. Ésa era una de las razones por las que se llevaban tan bien. Los asuntos iban bien. Sin sorpresas. Tal y como a él le gustaba. El hecho de que Caitlyn comenzara a cometer errores lo turbaba profundamente.
–Lo arreglaré inmediatamente –dijo ella, levantando la mirada por fin.
–Bien. Sin embargo, lo que más me preocupa es que el error se haya producido. Ofrecer quinientos millones de dólares por un crucero por el que yo ya había accedido a pagar cincuenta no me parece muy aceptable.
Ella exhaló un suspiro que le revolvió el cabello sobre sus grandes ojos castaños.
–Lo sé, pero te aseguro que nadie más que tú ha visto esto, Jefferson. No es que la oferta se haya mandado ya.
–Podría haber sido así.
–Pero no lo ha sido.
Jefferson se cruzó de brazos y la miró. A pesar de que Caitlyn llevaba unos tacones muy altos, ella resultaba casi quince centímetros más baja que él, que sobrepasaba el metro ochenta de estatura.
–Esto no es propio de ti.
Caitlyn volvió a suspirar y admitió:
–Yo no he redactado esta carta. Ha sido Georgia.
La impaciencia se despertó dentro de él. Era la clase de hombre que esperaba de sus empleados la misma clase de perfección que de sí mismo. Como secretaria suya, Caitlyn era responsable de todos los documentos que salían de su despacho. El hecho de que estuviera delegando trabajo en otras secretarias le molestaba profundamente.
–¿Y por qué lo ha redactado Georgia? No me parece que esa mujer sea muy competente.
Más madura, Georgia Moráis llevaba en la empresa veinte años. Era prácticamente una institución en Naviera Lyon. Sin embargo, eso no significaba que Jefferson estuviera ciego a la ineptitud de aquella mujer. Le gustaba la lealtad, pero tenía sus límites.
Inmediatamente, Caitlyn se puso a la defensiva.
–Georgia es una mujer muy competete. Trabaja muy duro. Ha sido un simple error.
–Que vale cuatrocientos cincuenta millones de dólares.
–Ella estaba tratando de ayudarme.
–¿Y por qué de repente necesitas ayuda en un trabajo que llevas realizando perfectamente sola durante dos años?
–Tres.
–¿Qué?
–Tres años. Llevo tres años trabajando para ti.
Jefferson no se había dado cuenta. No obstante, resultaba casi como si Caitlyn llevara allí toda la vida. Como si fuera parte integral de la empresa.
–Razón de más para que no requieras ayuda –dijo Jefferson, algo asombrado al ver la mirada de ira que se estaba empezando a formar en los ojos de Caitlyn. ¿Por qué estaba tan disgustada?
Como si ella le hubiera leído el pensamiento, Caitlyn se tomó un instante y trató de tranquilizarse. Tras respirar profundamente, volvió a tomar la palabra.
–El día me estaba resultando algo duro –dijo, al fin–. Georgia sólo estaba siendo amable conmigo.
–Sólo con ser amable no se hace el trabajo –replicó Jefferson. No le interesaba saber por qué el día le estaba resultando a Caitlyn algo duro. No se implicaba en la vida personal de sus empleados.
–No me sorprende que digas eso…
–¿Cómo?
–Nada.
–Y si estás pensando en que Georgia te sustituya mientras te vas de luna de miel, piénsatelo otra vez. Haz que una empresa de trabajo temporal envíe a alguien que pueda realizar su trabajo sin cometer errores tan costosos.
–Eso no será necesario –repuso ella, dándose la vuelta.
–Claro que lo es –dijo él, siguiéndola–. Estarás ausente cuatro semanas. No pienso aceptar que Georgia se ocupe de los asuntos de este despacho.
–A lo que me refería era a que no será necesario llamar a una agencia de trabajo temporal –aclaró ella mientras arrancaba el ordenador–. No me voy a marchar.
Jefferson frunció el ceño y se acercó a la mesa de Caitlyn. Observó cómo ella preparaba la impresora para volver a escribir la carta. Entonces, fue cuando él se dio cuenta de que el anillo de compromiso que había llevado puesto durante los últimos seis meses había desaparecido de su mano izquierda. Aquélla debía de ser la razón del mal día.
Maldita sea.
Se frotó la nuca con una mano. No quería saber nada de su vida personal. Prefería ceñirse a su relación laboral. Si ella no le hubiera pedido cuatro semanas para su luna de miel, él jamás se habría enterado de que Caitlyn se iba a casar. En aquellos momentos, parecía no sólo que no se iba a casar sino que, dado que Caitlyn había sacado el tema, iba a tener que preguntarle.
–¿Qué ha pasado con la luna de miel?
–No se puede una ir de luna de miel sin boda –replicó ella, sin mirarlo.
¿Qué se suponía que decía uno en aquellas circunstancias? ¿Lo siento? ¿Enhorabuena? Ésta última palabra encajaba más con su modo de pensar. No entendía por qué la gente se casaba para unirse de por vida a un ser humano. Sin embargo, consideró que era mejor no contarle a Caitlyn su punto de vista.
–Eso quiere decir que se ha cancelado.
–Yo diría que sí –comentó ella, sin dejar de trabajar.
Aparentemente, Jefferson se había equivocado. A ella le interesaba tanto hablar de su ex como a él escucharla. Saber eso lo tranquilizaba. A pesar de todo, no podía dejar de sorprenderse por el hecho de que Caitlyn no quisiera hablar del tema.
En su experiencia, no había nada que gustara más a las mujeres que aburrir a los hombres hasta dejarlos en estado de coma charlando de sus sentimientos, de sus necesidades, de sus deseos y de sus quejas. Evidentemente, Caitlyn era la excepción a esa regla.
Con una ceja levantada, observó cómo las pequeñas y eficientes manos de su secretaria se movían sobre el teclado del ordenador como las de una concertista de piano. Terminó de redactar el documento en cuestión de instantes y apretó el botón de impresión. Cuando la hoja de papel salió de la impresora, la tomó con energía y se la entregó a Jefferson.
–Aquí СКАЧАТЬ