La seducción del jefe - Casada por dinero - La cautiva del millonario. Maureen Child
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СКАЧАТЬ si se había olvidado del solitario que le había regalado como compromiso seis meses antes–. ¿Con quién crees tú que me interesa casarme?

      –¿Acaso no resulta evidente? Cada vez que estamos juntos, lo único que haces es hablar de Jefferson Lyon. Lo que ha hecho, lo que ha dicho, lo que está planeando…

      –Tú también hablas de tu jefe, Peter. Se llama conversación.

      –No. No se trata sólo de conversación. Es él, Lyon.

      –¿Qué es lo que le pasa?

      –Estás enamorada de él.

      –¿Cómo dices? Estás loco.

      –No lo creo. Por eso, no me voy a casar con una mujer que, en realidad, desea a otro hombre.

      –Bien.

      Caitlyn se sacó el anillo de compromiso del dedo y lo colocó encima de la mesa.

      –Aquí tienes. No quieres casarte conmigo. Toma tu anillo, pero no trates de echarme a mí la culpa, Peter.

      –No lo entiendes, ¿verdad? Ni siquiera eres capaz de ver lo que sientes por ese tipo.

      –Es mi jefe. Nada más

      –¿Sí? Sigue pensando eso –le espetó Peter–, pero, para que lo sepas, ese Lyon jamás te va a ver como otra cosa que no sea su ayudante. Te mira y ve otro mueble de la oficina. Nada más.

      Caitlyn ni siquiera supo lo que contestar a eso. Se había quedado asombrada por aquella conversación. Lo único que le había dicho era contarle los planes de Jeff de comprar un crucero y de cómo había decidido no ir al viaje a Portugal para ver cómo estaba para su boda. Entonces, la actitud de Peter había cambiado por completo y había decidido cancelar inesperadamente una boda que ella llevaba seis meses preparando. Ya habían enviado las invitaciones y estaban empezando a recibir regalos. Habían pagado una fianza para reservar un restaurante en un acantilado en Laguna. Desgraciadamente, parecía que iba a tener que cancelarlo todo.

      ¿Por qué demonios había creído Peter que ella estaba enamorada de su jefe? Por el amor de Dios… Jefferson Lyon era un hombre arrogante, orgulloso y más que irritante. ¿Acaso se suponía que ella tenía que odiar su trabajo? ¿Habría hecho ese detalle la vida más fácil para Peter?

      –Siento que haya salido así –le había dicho Peter, antes de marcharse–. Creo que nos habría ido bien juntos.

      –Te equivocas sobre mí…

      –Te aseguro que nada me gustaría más que eso fuera cierto.

      Con eso, se había marchado, dejando a Caitlyn con un enorme vacío en su interior.

      –¡Caitlyn!

      La voz de Jefferson la devolvió al presente inmediatamente.

      –Lo siento.

      –No es propio de ti perder la concentración.

      –Yo sólo…

      ¿Qué? ¿De verdad iba a ser capaz de decirle que su novio había roto con ella porque creía que ella estaba enamorada de su jefe?

      –¿Sólo qué? –le preguntó él, lanzándole una mirada algo interesada.

      –Nada

      Caitlyn no estaba dispuesta a decírselo. Por supuesto, tendría que hacerlo tarde o temprano, dado que había pedido cuatro semanas de vacaciones para la luna de miel. Desgraciadamente, ya no las iba a necesitar.

      –Quería recordarte que tienes una reunión a las dos en punto con el director de Simpson Furniture y una cena con Claudia.

      Jefferson se recostó en su enorme butaca azul marino y dijo:

      –Hoy no tengo tiempo para Claudia. Cancélala, ¿de acuerdo? Y… Envíale lo que sea.

      Caitlyn suspiró. Ya se imaginaba la conversación que iba a tener con Claudia Stevens, la última de una larga fila de hermosas modelos y actrices. Claudia no estaba acostumbrada a que los hombres no cayeran rendidos a sus pies para adorarla. Quería la atención plena de Jefferson Lyon y nunca iba a conseguirla.

      Caitlyn se había imaginado que ocurriría algo así. Jefferson siempre cancelaba sus citas. O, más bien, hacía que Caitlyn las cancelara en su nombre. Para Jefferson, el trabajo era siempre lo primero y si vida personal quedaba en un segundo plano. En tres años, no lo había visto nunca salir con una mujer durante más de seis semanas… y las que le duraban tanto tiempo eran un caso excepcional.

      Peter estaba tan equivocado con ella… Jamás podría enamorarse de un hombre como Jefferson Lyon. Simplemente no había futuro.

      –A ella no le va a gustar.

      Jefferson le lanzó una rápida sonrisa.

      –Por eso el regalo. Algo de joyas.

      –Está bien. ¿Oro o plata?

      Jefferson se incorporó, agarró su pluma y tomó otro montón de papeles que llamaban su atención.

      –Plata.

      –¿En qué estaba yo pensando? –musitó. Por supuesto, la dama en cuestión no se merecía algo de oro hasta que su relación no hubiera durado al menos tres semanas–. Me ocuparé.

      –Tengo plena confianza en ti –dijo mientras ella se daba la vuelta para marcharse–. Otra cosa, Caitlyn…

      Ella se detuvo en seco y se volvió para mirarlo. Entonces se dio cuenta de que los rayos del sol se filtraban a través de los cristales tintados del ventanal y le brillaban en el cabello. Frunció el ceño ante aquel extraño pensamiento.

      –¿Sí?

      –No quiero que nadie me interrumpa hoy. A excepción de la reunión de las dos. No quiero que se me moleste.

      –Bien.

      Con esto, se dirigió hacia la puerta y salió del despacho. Cuando la hubo cerrado, se apoyó contra ella.

      Lo había conseguido. Había conseguido superar la reunión con su jefe sin ceder a la extraña sensación que tenía en el estómago. Sin que le temblaran los ojos ni la voz. Había conseguido mantenerse firme y hablar con Jefferson sin dejar que se notara lo que le estaba pasando.

      Después de todo, el hecho de que su novio la hubiera dejado no significaba que la vida tal y como ella la conocía hubiera dejado de existir.

      * * *

      Jefferson estuvo trabajando todo el día. Por fin, consultó el reloj aproximadamente a las seis. A sus espaldas, el sol estaba tiñendo el cielo de rojo mientras iba desapareciendo en el mar, pero no se detuvo para admirarlo. Había muchas cosas de las que aún tenía que ocuparse, siendo la más importante la nueva oferta por el crucero de pasajeros que iba a comprar. La carta que la acompañaba le hizo apretar inmediatamente el botón del intercomunicador.

      –Caitlyn, СКАЧАТЬ