La seducción del jefe - Casada por dinero - La cautiva del millonario. Maureen Child
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Читать онлайн книгу La seducción del jefe - Casada por dinero - La cautiva del millonario - Maureen Child страница 13

СКАЧАТЬ con una radiante sonrisa en su hermoso rostro.

      –Lo siento –dijo él–. Me llamo Chad. ¿Te puedo invitar a una copa para disculparme?

      –No tienes por qué…

      –No te atrevas a rechazar esa invitación –le ordenó Janine, desde el otro lado de la línea telefónica–. Para eso estás ahí, amiga mía. Para relajarte y vivir un poco…

      –Mmm…

      –¿Es guapo?

      –Sí… Como si fuera una estrella de cine…

      –¿Te encuentras bien?

      –Sí… Bien.

      –Caitlyn Amanda Monroe, no te comportes como si fueras una idiota. Para eso estás ahí. ¿Te acuerdas?

      Claro que se acordaba. Se suponía que debía estar relajándose. Conociendo gente nueva. Gente masculina, como le había dicho Janine. Suponía que no había mejor momento que aquél para empezar…

      Asintió y sonrió al recién llegado. Entonces se tragó su nerviosismo y dijo:

      –Hola, Chad. Me llamo Caitlyn y me encantaría tomar una copa.

      Capítulo Cinco

      Caitlyn tenía más o menos media hora para ducharse y vestirse antes de reunirse con Chad para tomar una copa. Se dirigió rápidamente hacia su habitación metiéndose al mismo tiempo la mano en el bolsillo para buscar la tarjeta que servía de llave. No debería haber accedido a tomar una copa con él. Si Janine no hubiera estado hablando por teléfono con ella en ese mismo momento, no lo habría hecho. No era que no le interesara conocer gente nueva, pero estaba demasiado ocupada pensando en Jefferson como para fijarse en nadie más, aunque fuera tan guapo como Chad.

      –¡Qué tontería! –musitó mientras dejaba el bolso a los pies de la cama–. No entiendo por qué tengo que seguir pensando en mi antiguo jefe. Ya no está. Ya no forma parte de mi vida. Caput. Au revoir, mon ami. Sayonara. Ciao. Arrivederci.

      –Has dicho dos en italiano.

      –¿Cómo?

      Caitlyn se dio la vuelta con tanta rapidez que perdió el equilibrio y cayó sobre la cama. Con los ojos muy abiertos y el corazón saliéndosele del pecho, observó cómo Jefferson salía como si nada de su cuarto de baño envuelto en una espesa nube de vapor. Parecía alguien salido de otro mundo. Por supuesto, el hecho de llevar una toalla alrededor de la cintura de su cuerpo desnudo no ayudaba en nada a la situación.

      Tenía el cabello húmedo y aún le caían sobre un torso mucho más musculado de lo que hubiera soñado en un principio pequeñas gotitas de agua. La mirada penetrante de Jefferson estaba prendida en la de ella. Su boca grande y deliciosa presentaba una media sonrisa.

      –Sorpresa.

      –¿Sorpresa? ¿Qué es lo que quieres decir con eso? ¿Qué estás haciendo aquí? –preguntó ella mientras se incorporaba–. Olvídate de lo que he dicho. No me importa lo que estés haciendo aquí en este hotel, sino en mi habitación. ¿Cómo diablos has entrado? ¿Por qué has…? ¿Cómo has podido…?

      Jefferson se encogió de hombros.

      –He venido para llevarte de vuelta a casa –dijo–. A Long Beach. A tu trabajo.

      –¿Acaso no te acuerdas que dimití? –replicó ella. ¿Cómo había podido pasársele por un momento por la cabeza que hubiera ido allí sólo por ella?

      –No puedes hacerlo, Caitlyn. El trabajo es tu vida. ¿Cómo es posible que dimitas de tu vida?

      –Eso era en el pasado. Ahora estamos en el presente y estoy construyéndome una nueva vida. Gracias.

      –Sin mí. Sin Naviera Lyon.

      –Así es –afirmó ella, sin querer admitir lo mucho que le había echado de menos en los últimos dos días.

      –No estoy tan seguro…

      –Venga ya, Jefferson –dijo ella para tratar de cambiar de tema–. No has venido hasta aquí para convencerme de que regrese a un trabajo del que he dimitido. ¿Por qué estás aquí?

      –Después de que te marcharas me di cuenta de una cosa –admitió él, dirigiéndose hacia ella.

      Caitlyn estaba a punto de retroceder sobre el colchón cuando se dio cuenta de que él podría reunirse con ella encima de la cama. Este pensamiento la hizo ponerse de pie como movida por un resorte.

      –¿De qué te diste cuenta?

      –De que necesitaba unas vacaciones.

      –Vaya… Tú jamás te has tomado vacaciones, Jefferson. Lo más cerca que has estado ha sido cuando te recorriste el mundo entero para ir a estropearme las mías. Además, ¿no deberías estar en tu despacho incordiando a otra pobre infeliz para que termine todos los detalles de tu viaje a Portugal?

      –Tienes toda la razón. Jamás me he tomado vacaciones, por lo que las tengo más que merecidas. En cuanto a lo de estropearte las tuyas, no estoy aquí para volver a hacer algo así. Tan sólo he venido para divertirme.

      –¿Divertirte?

      –En cuanto a lo del viaje a Portugal, mi excepcional ayudante ya se ha ocupado de todo.

      Excepcional. Había dicho que ella era excepcional. Estaba tramando algo. Ojalá supiera de qué se trataba.

      –Y… Te echaba de menos…

      Caitlyn soltó un bufido muy poco elegante. Decididamente, Jefferson estaba tramando algo.

      –¿Que me has echado de menos? Venga ya. Lo que quieres decir es que has echado de menos que yo no esté para solucionarte todo. Sólo han pasado un par de días, Jefferson.

      Un par de días en los que ella sí que le había echado de menos…

      –Esto no tiene nada que ver con el trabajo, Caitlyn –dijo él mirándola fijamente a los ojos–, sino con nosotros.

      Caitlyn permaneció mirándolo durante un largo instante. Aquella situación cada vez era más rara. En primer lugar, Jefferson estaba medio desnudo en la habitación de su hotel. Segundo, resultaba que la echa de menos y, por último, empezaba a hablar de un «nosotros»…

      –Creo que debo de haberme transportado a una dimensión paralela –susurró, tratando de no mirar la toalla que él llevaba puesta. Por un momento, le había parecido que se le estaba cayendo–. Sí, debe de tratarse de eso. Seguramente me he visto atrapada en uno de esos agujeros temporales. Tal vez si doy un paso atrás, podré volver a mi propio universo y no estará ocurriendo nada de esto.

      –¿Agujero del tiempo?

      –Tiene más sentido que creer que esto está ocurriendo de verdad.

      –Pero sí está ocurriendo…

      –No, СКАЧАТЬ