Error de cálculo. Daniel Sorín
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Название: Error de cálculo

Автор: Daniel Sorín

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Espejo Negro

isbn: 9789874290366

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СКАЧАТЬ de la empresa de gas cortó el tránsito por la calle Bruselas y dispersó a los contados y trasnochados transeúntes por una supuesta fuga de combustible. El rastreo lo llevó a comprobar que en la empresa prestataria del servicio no constaba pedido de reparación alguno, o que se hubiese mandado personal a la zona ese día. Buscó, y la fortuna quiso que hallara a dos vecinos del lugar que afirmaron haber oído, más o menos a la hora del presunto accidente y a dos cuadras del paso a nivel, cinco o seis detonaciones que bien podrían haber sido disparos de armas de fuego.

      Entonces elaboró una teoría. El automóvil conducido por el profesor fue interceptado en algún lugar cercano a las vías del ferrocarril, Paseck y su ayudante fueron muertos por disparos de armas de fuego y, posteriormente, el automóvil, con ellos ya sin vida o gravemente heridos, fue conducido al paso a nivel donde se simuló el accidente. Por aquellos días Carpintero le confió a su amigo Mujica que, si bien no tenía pruebas concluyentes, sabía que una exhumación de los restos confirmaría su hipótesis.

      • • •

      Para no correr riesgos rentó un pequeño departamento en el barrio de San Telmo. Mudó las miles de hojas que componían la investigación, las ordenó con la paciencia que nunca dispuso en su vida, encontró parte de los borradores de las conclusiones de Paseck, la correspondencia mantenida con autoridades científicas del extranjero y su esclarecedora y preocupante entrevista con el doctor Friedrich Schultz. En definitiva, un sinnúmero de elementos originales y preciosos estaban allí, ante su vista, armonizados por un historiador, sociólogo y criminalista de nota, acaso el más prestigioso del país y, fundamentalmente, por un hombre valiente. Vivió lo que se siente al heredar una gran fortuna, esa rara combinación de felicidad y vergüenza.

      Tiempo después, ya lejos, Carpintero le escribiría a Mujica:

      “Él era un científico, yo un escriba; rehíce el informe de la manera que podía hacerlo.

      “Se dirá que he novelado la historia, sumándole aromas y colores. Sí, lo he hecho. Pero esto no le resta verdad al relato. He perseguido las noticias policiales; pero siempre he estado atento a la trama invisible que suelen ocultar los hechos; porque lo que pasa, Daniel, lo que realmente sucede, está en las almas de los protagonistas.

      “Para desentrañar esa trama invisible solo contamos con sus consecuencias: actos, hechos, en fin, datos debidamente documentados. Yo, por supuesto, quise verificar la exactitud de los hechos. Y lo hice.

      “Sin embargo, al momento de mostrar lo esencial, ocurre la paradoja. Si lo esencial es el mundo interno, el verdadero hallazgo es encontrar su materia prima: imágenes, sentimientos, ideas. Pero a la hora de plasmar esa materia prima sobre el papel en blanco resulta que todos los datos comprobados no alcanzan. Entonces, ¿cómo no recurrir a esos aromas y colores si son ellos los que pueden mostrarnos el alma de los hombres? La trama invisible y real.

      “He novelado la historia. Lo he hecho por propia incapacidad, pero también porque toda historia para ser cierta, completamente cierta, debe ser una novela.”

      Cuando meses después, Carpintero tomó el avión que lo llevaría a su forzado exilio tenía una reconstrucción, a su manera, del Informe Paseck en la valija. Otras dos copias ya habían salido del país y una tercera estaba guardada en algún lugar de Buenos Aires que solo él y su amigo Mujica conocían. Por otra parte, dos personas fueron depositarias de sendos sobres y una breve, dramática instrucción: en caso de una muerte accidental o dudosa, el contenido de los mismos debería darse a conocer pública y rápidamente.

      He aquí su obra, su delito.

      2

      Encontré un tesoro, como aquellos que cuando chicos creíamos que tenían los piratas. Aquí las joyas no son rubíes engarzados en oro, solo los trabajosos papeles de una ardua investigación; en ellos se habla de un tiempo olvidado, pero no ajeno.

      Desde esos papeles pude asomarme a centenares de entrevistas hechas a testigos de los acontecimientos, todas realizadas por los asistentes del profesor Paseck. Muchas pruebas han desaparecido por destrucción deliberada, otras por el tiempo transcurrido. Algunos datos, como suele pasar cuando son verdaderos, se contradicen; los he enlazado, sin embargo, de la manera en que me pareció más racional y más lógica.

      He llegado a armar un rompecabezas, las piezas encajan, yo creo que es verdadero. Por lo demás, juro no haber mentido a sabiendas.

      Ramón Carpintero

      Nueva Viena, 15 de noviembre, 2009.

      (Prólogo a la primera edición francesa de Historia extraoficial y verdadera de lo acontecido en julio de 1976.)

      • • •

      El origen se remonta al 22 de enero de 1976. Ese día, a las ocho de la mañana, debió sonar el despertador de Rómulo Artigas. Ese día, como tantos otros, su mano tanteó el aparato y buscó una excusa para demorar lo inevitable. Dos horas más tarde se embarcaría, no lo sabía aún, en la aventura más grande de su vida. Hoy, treinta y cuatro años después, ya no conserva el recuerdo de esa mañana de enero, algo calurosa y húmeda, del encuentro con aquel hombre bajo, de cabellos engominados y manos blanquísimas, que tendría para él consecuencias impredecibles.

      Por esos años subía Rómulo la empinada cuesta de los treinta. Fue siempre de esa clase de mirones que se pasan contemplando la vida; reflexionan sobre ella y las más de las veces la gustan, la tocan, la olfatean. Para ellos es como una película. De mala gana dejan de mirarla para ocuparse del acontecer cotidiano. Están alejados del acto y la transformación.

      Rómulo sentía que no había llegado a ninguna meta, que transitaba por un camino brumoso sin vislumbrar final alguno. Trabajaba en el diario Clarín al tiempo que comenzaba y cancelaba decenas de proyectos propios. La mayoría sin germinar, quedaban archivados en algún sombrío cajón, hasta que eventuales mudanzas los desempolvaban solo para volverlos a olvidar. Soltero, más por no acometer el duro trabajo de la convivencia que por una decisión razonada o una frustración emotiva, fue acumulando esas manías de hombre solo, una a una, año tras año, hasta convertirse en un ser peculiar y a veces grato.

      Desayunó con café negro, pan con mermelada y jugo de pomelo, mientras hojeaba el diario para enterarse de lo que ya sabía. Se lo ha acusado, no sin intención, de consumir abundante alcohol; incluso dieron como infaltable su vaso de cerveza en el desayuno. Pero eso no es cierto, en aquella época tenía solamente ocasionales borracheras, siempre nocturnas. También se dijo que era gran consumidor de drogas, más aun, que representaban para él un floreciente negocio; no es cierto y jamás se encontró la más mínima prueba de ello.

      Esto es particularmente importante para desentrañar las causas de los hechos. Crear una imagen distorsionada de Artigas y de sus socios, endilgarles intenciones oscuras desde el comienzo mismo de los acontecimientos, equivale a ocultar las razones de lo ocurrido posteriormente.

      Ya habían pasado las nueve cuando salió de su departamento en el segundo piso del edificio de Hidalgo 88. Sentía que ese día, mágicamente, acabaría su indeseado anonimato. Caminó hacia la avenida Rivadavia y desapareció en la nerviosa columna de gente que a esa hora viaja por los subterráneos de Buenos Aires. El encuentro con Bernardo Layo ocurriría solo minutos después.

      El hecho de que Layo haya muerto oscuramente contribuyó a desfigurar la imagen que se tenía de él. Hoy es común creer que era, más o menos, un típico ejemplar de intelectual oportunista y sin escrúpulos, un escriba que consiguió ser altamente remunerado. Ya llegará el momento de esculpir la compleja personalidad de Layo y conocer sus ideas con lujo de detalles; baste decir por ahora que se trataba de un erudito, un investigador СКАЧАТЬ