Название: El orden de 'El Capital'
Автор: Carlos Fernández Liria
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Pensamiento crítico
isbn: 9788446036258
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Ni la esfera de Galileo ni la Inglaterra de Marx eran algo así como una «media ideal y simplificada», obtenida por abstracción a partir de realidades empíricas siempre más ricas y complejas. Si Inglaterra puede funcionar como ejemplo y referencia constante es porque en ella se muestra más claramente lo que Inglaterra tiene de capitalista, en el mismo sentido en que decíamos que de lo que se trataba en Galileo era de una masa esférica rodando, de la cual, en efecto, una bola de billar muy perfecta desplazándose a lo largo de un espejo muy largo podía servir de ilustración, ejemplo o referencia para la sensibilidad y la imaginación. Pero en absoluto ocurría, en ninguno de los dos casos, que Marx o Galileo construyeran un modelo simplificado para una realidad siempre más rica, compleja y escurridiza. Muy al contrario: lo que se pretende es agotar lo que realmente es, por ejemplo, el rodar. La realidad no es que esté siempre tejida de impurezas e imprecisiones. Ya vimos, en referencia a Galileo[28], que lo que no encontrábamos en la realidad era un ejemplo en el que el rodar fuese lo único que podía ser tomado en consideración. Pero el chocar o el rozar no es ninguna imprecisa impureza de riqueza inabarcable, sino también, del mismo modo, algo muy preciso que tiene que ser conocido como tal. Los famosos «modelos científicos» no se oponen a las cosas reales como el deber ser se opone al ser; no es que la bola que se detiene debería seguir rodando eternamente. La bola se para, podría decirse, con todo el derecho del mundo, precisamente porque no sólo es una bola. No son el ser y el deber ser lo que se oponen aquí, sino lo real y su conocimiento. Así pues, la «media ideal» o el «modelo» no son una aproximación ideal a una realidad mucho más compleja. Lo que está estudiando Marx no es una especie de capitalismo «ideal» que nunca se da en la realidad, sino la diferencia específica que hace capitalismo al capitalismo, es decir, está estudiando lo que de capitalista tiene la sociedad capitalista. Ahora bien, para empezar, la sociedad capitalista no es solamente capitalista; para serlo, tiene que ser, también, sociedad, y eso no se logra por los mismos cauces ni poniendo en juego los mismos dispositivos que aquellos que logran hacerla, al mismo tiempo, capitalista. Y, para continuar, no hay ninguna realidad histórica dada que se limite a ser «sociedad capitalista», no porque sea más precisa, sino porque es muchas otras cosas más.
Marx no hace una «simplificación» o un «modelo» para estudiar unas realidades que luego, una vez perturbadas por «determinaciones no-esenciales», se llaman siempre «Inglaterra» o «Alemania». El objeto de su investigación son las leyes mismas que hacen capitalismo al capitalismo, el sistema de relaciones sociales en que consiste el capital: su objeto es el modo de producción capitalista. Es eso lo que, luego, nos puede permitir comprender en qué consiste que Inglaterra o Alemania, en mayor o menor grado, sean capitalistas, qué es lo que pone en juego el hecho de que lo sean, en la medida en que lo sean. Inglaterra no es la realidad que se va a estudiar. Es sólo la ilustración más esclarecedora.
Lo que ocurre es que hay motivos para afirmar que la sociedad moderna, histórica y real, es una sociedad capitalista. Eso quiere decir que «aquello en lo que consiste el capital», aquello que, utilizando una vez más un modo platónico de expresión, «hace capital al capital», esa consistencia en cuestión, es capaz de imponerse eficazmente –dominándolas, suprimiéndolas, violentándolas, modificándolas o determinándolas, como suele decir Marx, «en última instancia»– sobre todo otro conjunto de consistencias que se dan cita en el entramado que forma la sociedad moderna. De ahí que Marx pueda decir, un poco más allá, que «el objetivo de esta obra es, en definitiva, sacar a la luz la ley económica que rige el movimiento de la sociedad moderna»[29].
Para ello, parece proceder como si «las relaciones reales correspondiesen a su concepto». Ello significa, en efecto, que el objeto teórico de Marx no son las sociedades capitalistas, sino el capitalismo mismo que las hace capitalistas en la medida en que lo sean. Es por lo que puede advertirnos, en un texto al que ya hemos hecho alusión, en el siguiente sentido:
Dos palabras para evitar posibles equívocos. No pinto de color de rosa, por cierto, las figuras del capitalista y del terrateniente. Pero aquí sólo se trata de personas en la medida en que son la personificación de categorías económicas, portadoras de determinadas relaciones e intereses de clase. Mi punto de vista, con arreglo al cual concibo como proceso de historia natural el desarrollo de la formación económica-social, menos que ningún otro podría responsabilizar al individuo por relaciones de las cuales él sigue siendo socialmente una criatura, por más que subjetivamente pueda elevarse por encima de las mismas[30].
2.4 El uso de modelos teóricos en la «economía convencional moderna»
Además de destacar aquí, como acabamos de hacer, que señalar obsesivamente la riqueza y la complejidad de lo real no significa dar ni el más mínimo paso hacia su conocimiento (sino, más bien al contrario, permitir la entrada sin ningún control a todos los prejuicios que van inevitablemente adosados a la certeza sensible cuando no se han tomado todas las precauciones científicas), conviene también indicar que la construcción de modelos teóricos no puede convertirse en una licencia para la ensoñación apriorística. Como hemos visto, los modelos no son sino una muestra de la gran cantidad de trabajo teórico que, en cualquier caso, se requiere para despejar un lugar que restablezca los derechos de la experiencia. Lo que no puede ocurrir es que los derechos de la experiencia queden conculcados por el propio modelo.
Y por eso conviene decir algunas cosas sobre el uso de «modelos» que realiza la economía marginalista o neoclásica. En efecto, la economía convencional moderna se caracteriza por la construcción de modelos verdaderamente brillantes. De hecho, no es en absoluto sorprendente la fascinación que tales construcciones suelen despertar, pues se trata, ni más ni menos, de la fascinación que inevitablemente provoca cualquier construcción matemática. Ahora bien, no basta con construir modelos matemáticos para asegurarse de que ya se ha introducido a la economía por el «seguro camino de la ciencia». Si el modelo matemático termina resultando incapaz de dar cuenta de ningún proceso real, incapaz de hacerse cargo de ningún contenido empírico posible, entonces resulta que el único interés científico que le resta al modelo es el puro interés que tuviera para las matemáticas. Es precisamente su absoluta esterilidad en el terreno empírico –y no su carácter abstracto– lo que hace de esos modelos puras ensoñaciones apriorísticas. De este modo, todo el pomposo orgullo de los neoclásicos por haber introducido a la economía en el seguro camino de la ciencia queda pronto bastante deslucido al descubrirse que la ciencia que inventan ya estaba inventada; la inventó Tales hace 2.600 años y se llama matemática (y, por cierto, ese pomposo orgullo debería quedar un poco más retraído aún si se tiene en cuenta que en ese terreno existen científicos mucho más notables: los matemáticos). De hecho, la economía convencional moderna es con frecuencia objeto de burla cuando los matemáticos tienen noticias de ella. Así, por ejemplo, N. Wiener afirma que «tal como los pueblos primitivos adoptan los modos occidentales de un vestir desnacionalizado y del parlamentarismo en virtud de un vago sentimiento de que estos ritos mágicos y estas vestiduras los pondrían definitivamente en posesión de la cultura y técnicas modernas, así los economistas han contraído el hábito de envolver sus ideas más bien imprecisas en el lenguaje del cálculo infinitesimal»[31].
Sin embargo, no parecen nada acomplejados por el casi nulo resultado empírico con el que cuentan sus construcciones teóricas. Más bien al contrario, en tono bastante arrogante, consideran que si los hechos no responden a sus modelos, lo mejor que se puede hacer es cambiar los hechos. Se trata, sin duda, de un proceder científico inusual el de pensar que cuando la realidad no se ajusta al modelo, la que falla СКАЧАТЬ