El orden de 'El Capital'. Carlos Fernández Liria
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Читать онлайн книгу El orden de 'El Capital' - Carlos Fernández Liria страница 42

Название: El orden de 'El Capital'

Автор: Carlos Fernández Liria

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Pensamiento crítico

isbn: 9788446036258

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СКАЧАТЬ no es la naturaleza, sino ese otro terreno en el que hay fuertes intereses implicados, en el que se cometen injusticias, en el que, en fin, el conocimiento y la verdad tienen efectos políticos mucho más inmediatos. Repárese sólo en lo que decíamos al comienzo de estas páginas: si los privilegios de una determinada clase social peligrasen al conocerse que los ángulos de un triángulo suman necesariamente 180º, habría, sin duda, cierta presión para evitar que se estudiasen esas cosas.

      A la postre, Marx fue excluido de «lo que estudian los economistas», o, mejor dicho, ahí se estudia a Marx de un modo tan distorsionado que, efectivamente, resulta algo científicamente impresentable. Pues es cierto que si la teoría de Marx coincidiese con el resumen (en 10 líneas) que antes citábamos de Samuelson (y que figuraba en el manual de economía de mayor difusión de todos los tiempos, un libro con el que se han formado generaciones enteras de economistas), entonces, efectivamente, la teoría de Marx no sería científicamente aceptable y, quizá, ni siquiera sería rechazable, ya que, ciertamente, no significaría absolutamente nada.

      Ahora bien, lo que sí puede resultar muy ilustrativo es preguntarnos en qué momento se abrazó la teoría marginalista y se dio sepultura a la economía política (en favor de la mera Economics) y, de este modo, a Marx (además de a todos los autores clásicos, como Adam Smith o Ricardo). Lo primero que llama la atención es que, a finales del siglo XIX y principios del XX, justo tras la muerte de Marx, época en la que todo tipo de conflictos sociales parecían ir en aumento y se encaraban las peores crisis que había conocido el capitalismo, cuando toda Europa parecía al borde de una confrontación social revolucionaria, todas las instituciones se apresurasen a admitir sin discusión y a predicar con entusiasmo una teoría, el «equilibrio general» walrasiano, que demostraba sin ninguna sombra de duda que el mercado genera necesariamente una armonía perfecta y libre de todo tipo de conflictos. Cuesta trabajo entender cómo pudo obtener un éxito tan inesperado una teoría empíricamente tan insolvente en sus conclusiones –pues no se trata, como en el caso de Marx, de que el punto de partida se halle lejos de las observaciones empíricas, sino de que, a partir de las premisas puestas en juego, concluye que el mercado sólo puede producir una bucólica estampa, justo en el momento en que el mundo, regido por el mercado, parece más bien a punto de estallar por todos sitios.

      Todavía nos queda mucho que pensar sobre el tipo de intervención científica que realiza Marx. Ahora bien, lo que sí podemos adelantar ya es que, si el criterio de validez es en algún sentido no ofender a los señores propietarios, el pobre Marx lo tiene todo perdido.

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