Название: Las Confesiones De Una Concubina
Автор: Roberta Mezzabarba
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Жанр: Драматургия
isbn: 9788835415695
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En cuanto estuve segura de que las piernas me sostendrían, me dirigí hacia el baño con paso vacilante.
Abrí la puerta de cristal que daba al vestidor y luego todo desapareció.
* * *
A lo lejos oía una voz que me llamaba, con amabilidad.
«Misia, querida, qué pasa, venga, abre los ojos. Nos has dado un buen susto».
La mujer del director me acariciaba la nuca dulcemente y me miraba fijamente con ojos sinceramente preocupados.
Ahora me acordaba… Pîetro con su esposa, el baño, luego la oscuridad total.
Quizás leyendo en mi mirada interrogadora todas las preguntas que se acumulaban en mi mente, la señora Olga me explicó lo sucedido.
«Querida, te vi venir hacia el baño con una forma de caminar tan vacilante que pensé seguirte para asegurarme de que estabas bien, y en cambio te he encontrado caída en el suelo, desvanecida. ¿A lo mejor tienes la tensión baja? Y dime, querida, ¿dónde está tu marido? Quizás sería mejor que te marchases a casa...»
«Le estoy agradecida, pero ya me siento mejor. No es nada, de verdad. Gracias».
Había visto a aquella mujer sólo unas cuantas veces, en el negocio, y ella ahora estaba arrodillada con mi cabeza apoyada en las piernas. El toque de sus manos, en la nuca, de repente me trajo a la mente a mi abuela, pero sólo fue un flash.
Intenté levantarme pero las piernas todavía no me sostenían. La señora Olga me ayudó a sentarme y luego a levantarme.
Fue de esta manera que hice mi entrada en la sala de las reuniones donde estaba el buffet, sujetada por la mujer del director, llamando la atención de todas las miradas, incluida la de Pietro.
Tenía ganas de llorar.
Las siguientes dos horas las transcurrí en compañía de los compañeros y compañeras que, con consideración, se alternaron para hacerme no dejarme sola.
En un momento determinado la estrecha vigilancia a la que me encontraba sometida, me dio un respiro, lo suficiente para que Pietro se acercase y, con tranquilidad, me susurrase al oído:
«Eres muy hermosa. Me hubiera gustado encontrarte en el baño, desvanecida, completamente en mi poder, ¡así no habrías podido negarte!»
Lo odiaba por sus bromas de un único sentido pero su cercanía me derretía las articulaciones y los ligamentos, tanto que sentía de nuevo las rodillas blandas y la sangre que se me licuaba en las venas, y sin embargo debía mantener la máscara impasible de la compañera afligida, porque su esposa nos observaba.
No hubiera sabido decir qué era lo que predominaba si el odio o el fuego que me quemaba por dentro.
Pocas palabras cuando volví de aquella velada devastadora.
***
Entre un hoy y un mañana
me visto de aire
y en la irreversibilidad del tiempo,
espero,
para respirar.
Sentada en la mesa de la cocina, sola con el cuaderno escarlata delante, no tenía ganas de dormir, sino sólo de escribir.
Deseaba a Pietro pero no lo podía tener, estaba claro, pero no quería escuchar la voz de la lógica que me decía que lo dejase, que interrumpiese aquella relación cuando todavía estaba a tiempo, a tiempo para salvarme, a tiempo para salvar mi dignidad, a tiempo para no continuar por el camino de la disección en parte, de la elección, esto me gusta y esto no.
Pero yo era testaruda, miraba sólo lo que quería ver, daba entrada a lo que me hacía latir fuerte el corazón, sin evaluar el hecho de que Pietro parecía sólo más interesado en el sexo que en un futuro juntos, que después de haberlo visto con su esposa no habría debido tener más dudas sobre el hecho de que él nunca la dejaría por mí.
Pero la ceguera es una elección.
Y yo había elegido.
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