Название: Mi Marqués Eternamente
Автор: Dawn Brower
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Жанр: Современная зарубежная литература
isbn: 9788893988575
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“Un poco”, admitió Annalise. Ahora que se encontraba con Estella, su nerviosismo se había disipado. Finalmente podía relajarse y tal vez tomar una pequeña siesta. Esto la ayudaría a recuperarse de su viaje.
“Venga”, le dijo Estella. “Le enseñaré su habitación y más tarde podremos hablar de todo”.
Annalise sonrió a su hermanastra. Salieron juntas del enorme salón. El pasillo seguía siendo largo, y también los escalones. El camino hacia su habitación asignada estaba más lejos de lo que pensaba. Finalmente llegaron y Estella nuevamente la abrazó. “Es bueno verla. Gracias por venir a visitarme”.
“No hay otro lugar donde me gustaría estar”.
Estella dio un paso atrás y se marchó. Annalise cerró la puerta y después se recostó en la cama. Cerró sus ojos y el sueño llegó antes de que se diera cuenta de que había dejado de pensar.
CAPÍTULO DOS
Ryan Simms, marqués de Cinderbury, miraba el castillo de Manchester desde lo alto de su caballo, Octavius. El semental resopló, después relinchó sacudiendo su melena. El viaje desde Londres había tardado más de lo que había previsto. La principal razón era porque no quería sobreexceder a su animal, y se negaba a dejarlo al cuidado de nadie más. Eso significaba detenerse a menudo para dejar que Octavius descansara. Era bueno que finalmente hubieran llegado para poder enterarse cómo se encontraba su prima. Se sentía responsable de su bienestar y había esperado intervenir antes. Su padrastro era un hombre malvado. Le recordaba a su madrastra, pero ni siquiera había sido tan cruel como el duque de Wolfton.
Su abuelo se había negado a intervenir. El duque de Ashthrone había pensado que Estella estaría mejor al cuidado de su padrastro. Ryan no estaba seguro de que esa fuera la mentalidad de un club de duques o que su abuelo reconociera que se trataba de igual a igual respecto al duque de Wolfton. De cualquier manera, no podía apelar a la buena voluntad de su abuelo porque el maldito bastardo no la tenía. Pero, había salvado a Ryan de las garras de su madrastra; sin embargo, no había sido debido a la bondad de su corazón. Ashthrone se había dado cuenta de que Ryan sería su heredero y había querido asegurarse de que no solo sobreviviera, sino que fuera entrenado adecuadamente por él.
Cada segundo que había pasado en la propiedad del duque había sido de pura miseria. Debía haber endurecido el corazón de Ryan aún más. Sin embargo, le había dado un propósito. Una esperanza cuando no había nada, y cuando finalmente había llegado a su mayoría de edad, se marchó. Tomando lo poco que quedaba de su herencia, que lady Penelope no podía tocar, lo invirtió. Apenas tenía dieciocho veranos cuando había tomado el riesgo y no se había arrepentido.
Su madrastra tuvo acceso al patrimonio del fondo para mantenerlo en funcionamiento, pero no lo hizo así. Su abuelo contrató a un administrador de bienes y ese pobre hombre trató con lady Penelope. Él no había verificado esa parte de su herencia hasta que alcanzó la mayoría de edad. Mientras su madrastra siguiera viva, no se acercaría al lugar o a ella. Smithers, el administrador de la finca, le entregaba reportes trimestrales e incluso apenas los revisaba. Su estómago se hacía un nudo cada vez que pensaba en algo que tuviera que ver con su antigua casa.
Para cuando había heredado el título de marqués de Cinderbury, había amasado una fortuna en la industria naviera y buscaba dónde invertir más. Había intentado luchar por la tutela de su prima, Estella, pero había fallado. Sin el respaldo adecuado, no había tenido ninguna oportunidad y el duque de Wolfton tenía más poder que él en ese momento. Para entonces ya tenía veintiún años y Estella no era más que una joven de quince años. Siete años más tarde, tenía dinero, prestigio y más poder que incluso su abuelo.
Nadie se entrometería en su camino, aunque eso no significaba nada ahora que su prima lo necesitaba. Ella había encontrado una forma de salir, por ella misma, de ese infierno y también de encontrar el amor. Él le debía a ella al menos una visita y ofrecerle su ayuda en caso de necesitarla en el futuro.
“Bueno, Octavius, creo que es momento de enfrentar a Estella. Espero que no me odie por haber fracasado en protegerla”.
Hizo un movimiento al caballo para medio galopar y aproximarse al castillo. Al llegar a la entrada, redujo la velocidad y después se detuvo. Dio unos golpecitos en la cabeza de Octavius y después bajó de él. La puerta se abrió y un caballero de edad adulta salió. “¿Puedo ayudarlo?”, preguntó.
“Estoy aquí para ver a lady Warwick”, contestó Ryan. Levantó las riendas de Octavius para que el hombre las tomara. “Necesitaré que mi caballo sea llevado al establo”. Casi rió por la expresión de desconcierto que cruzó por la cara del anciano. ¿No recibían muchos visitantes en el castillo de Manchester? No parecía particularmente cordial...
“Enviaré a un lacayo para que lo lleve por usted”, finalmente respondió. “Permítame un momento”.
Entró al castillo y cerró la puerta. Ryan sacudió su cabeza desconcertado por sus acciones. Al menos no planeaba quedarse mucho tiempo en el castillo. No más de una noche, dos a lo sumo y partiría hacia su propia finca. Tenía cosas por hacer allá y no podía permitirse quedarse más tiempo. Después de varios momentos, la puerta se volvió a abrir, pero no era el viejo que salía de nuevo. Era una mujer con mechones de medianoche, pómulos altos, labios exuberantes rosados y la cara más hermosa que jamás había visto. No sabía quién era, pero quería averiguarlo.
Ella se detuvo, se sorprendió al verlo, pero se recuperó de inmediato. “¿Es normal que en este castillo se espere afuera con un caballo?”.
“No lo sabría”, respondió él. ¿Dónde estaba el viejo? “Esta es mi primera visita al castillo”. Y esperaba que fuera la última...no tendría ninguna otra razón para visitarlo de nuevo.
La dama sonrió y casi le quita el aliento. Parpadeó varias veces y recuperó el control de sus sentidos. Lo último que quería era ser visto como un tonto debido a la belleza de la mujer. Su padre lo había hecho y se había casado con lady Penelope. No se podía confiar en la belleza. Ella dio unos pasos hacia adelante y se detuvo ante Octavius. “Es un hermoso caballo”. La dama empezó a acariciar el cuello de Octavius casi tiernamente, y Ryan se sintió casi celoso de su propio caballo. Había algo muy mal con él.
“Está disfrutando descaradamente su atención”. Ryan miraba la mano de ella mientras acariciaba al caballo. “Si usted sigue haciéndolo, lo echará a perder”.
“No le presta demasiada atención si tan solo con mis escasos esfuerzos llega a estarlo”. Su voz casi era melódica y encantadora. Levantó la vista y sonrió de nuevo. Era como un puñetazo al corazón y él levantó la mano para frotar su dolor. “Tal vez debería acariciarlo más seguido”.
“Lo tomaré en cuenta”.
La puerta se abrió, sacudiéndolo de sus pensamientos. Esto servía como un recordatorio de que nunca quería volver a estar apegado a una mujer. Solo había una mujer que le importaba, y era su prima Estella. Un hombre diferente al que había visto primero se acercó a ellos. “Hola, mi ‘lord’”, lo saludó. “Mi ‘lady’”.
“¿Está usted aquí para llevar mi caballo al establo?”.
“Así es, lord Cinderbury”, contestó él. “Su prima está adentro esperándolo. Me ha pedido que le diga que la encuentra en la sala de estar”.
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