Mi Marqués Eternamente. Dawn Brower
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Название: Mi Marqués Eternamente

Автор: Dawn Brower

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Современная зарубежная литература

Серия:

isbn: 9788893988575

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СКАЧАТЬ disculpes por ser mala”.

      “Como si lo fuera a hacer”, contestó ella. “Puedes esperar toda la vida, y eso no sucederá”. Annalise no podía evitar mover sus labios hacia arriba. El alboroto que armaba Marrok le había quitado el mal humor. Ella se preocupaba demasiado por nada. Estella no la hubiera invitado a Manchester si no hubiera perdonado sus acciones. Lord Warwick no había sido dañado, mucho, en su plan de ubicarlo a bordo del barco de Estella. Ambos habían sido miserables al no estar unidos. Ahora podían ser felices, como debieron serlo todo el tiempo.

      El carruaje se detuvo y Marrok abrió la puerta antes de que el conductor pudiera hacerlo. Tenía tanta prisa por apearse del transporte y poner los pies en tierra. Annalise rió ligeramente por su reacción. Algunas cosas nunca cambiaban. Marrok siempre había odiado viajar, pero sí recordaba ser un caballero. Él se volvió y le tendió la mano para que ella bajara. “Gracias, querido hermano”.

      “Como siempre, querida hermana”. Él guiñó un ojo. “Sabes que puedes contar conmigo”.

      Caminaron hacia la puerta principal y esta se abrió antes de que tuvieran la oportunidad de tocar. Un hombre alto y delgado los saludó. “¿Cómo puedo ayudarlos?”.

      “Hemos venido a visitar a lady Warwick”, contestó Annalise. “Recibí una invitación de su parte”.

      “Lady Annalise Palmer, supongo”, dijo el hombre alto. “¿Y usted quién es señor? No sabía que alguien más estaría acompañando a la joven”.

      “Soy su hermano, marqués de Sheffield”. Marrok levantó una ceja. “¿En verdad esperaba que mi hermana viajara sola?”.

      “No”, respondió el hombre. “Pensé que tal vez un sirviente, pero no un acompañante. Por favor, adelante. Haré que un lacayo se encargue de sus maletas”. El mayordomo, que era lo que Annalise suponía que era el hombre, cerró la puerta después de su ingreso. “¿Desean descansar de su largo viaje o, les gustaría presentarse en el salón de té, ante lady Manchester y lady Warwick?”.

      “Prefiero dar un paseo”, contestó Marrok. “Me inquieta la inactividad”.

      “Muy bien, mi ‘lord’”, contestó el mayordomo. “Le dará tiempo al ama de llaves para preparar sus habitaciones”. Volteó hacia Annalise. “¿Y usted, mi ‘lady’?”.

      Ella empezaba a pensar que debió haber escrito a Estella antes de partir, para hacerle saber que Marrok la acompañaría. “Me gustará acompañar a las damas a tomar el té”. Descansar podría esperar hasta después de tener una reunión con su hermanastra. De lo contrario, nunca podría relajarse completamente.

      “Entonces, sígame por favor”, indicó el mayordomo.

      La condujo por un largo corredor hacia un salón grande. No parecía ninguna sala en la que hubiera estado. Ni siquiera había sillas, pero sí una mesa larga. “Encontrará a las otras damas al fondo del salón. El mayordomo se volvió y salió, dejando a Annalise valerse por ella misma. El hombre era bastante grosero...

      Ella se adentró y pudo escuchar los distintos sonidos de metal golpeando contra el metal, seguido rápidamente de risas femeninas. Annalise inclinó la cabeza ante los ruidos. Qué interesante…ella aceleró el paso hacia donde se escuchaban los ruidos. Después de dar vuelta en una esquina, encontró el motivo de la risa. Estella se encontraba en medio de un combate de esgrima con otra mujer. Annalise nunca antes había visto a la otra mujer, y no estaba segura de quién era, pero sospechaba que podía ser lady Manchester.

      “Suficiente”, Estella dijo después de otro golpe de floretes. “Si seguimos así, tu esposo vendrá y nos golpeará a las dos”.

      La otra mujer relajó el brazo que sostenía la espada y arrugó su nariz. “Garrick no se atrevería”.

      “¿No?”, dijo Estella levantando una ceja. “nos daría un sermón de una hora, antes de permitirnos practicar la esgrima. De alguna manera dudo que le gustaría que te permita excederte”.

      “Está bien”, acordó la mujer. Garrick se molestaría. Pero creo que es seguro decir que tu esposo nunca permitiría ponerte un dedo encima”.

      “También eso es verdad”. La risa de Estella resonó en el salón. Se aproximó a una mesa cercana y colocó su florete, después tomó una tetera y sirvió un poco en una taza. “¿Crees que el té siga caliente?”.

      “No lo sé”, contestó la dama. “Pero no me importa. De repente me dio hambre”. Tomó un bizcocho y prácticamente lo empujó en su boca, después tomó la taza de té de la mano de Estella y bebió el contenido. “Es increíble”.

      “El embarazo hace cosas extrañas a las mujeres”.

      “No quiero interrumpir...” apareció Annalise. “El mayordomo...”.

      “Annalise”, exclamó Estella y se apresuró hacia ella para abrazarla. “Ya está aquí”. Dio un paso atrás. “¿Acaba de llegar?”.

      Annalise no sabía qué pensar del combate de esgrima de su hermanastra con la condesa de Manchester, porque la otra dama tenía que ser ella. Parecía que tenían una relación amistosa, que Annalise envidiaba. Mostró una sonrisa y asintió con la cabeza a Estella. “Hace unos momentos. Marrok está conmigo, pero ya sabes cómo es. Tenía que caminar antes de poder establecerse”.

      “Me alegra que esté con usted aquí. Me preocupaba que viajara sola”, dijo Estella. “Venga, deje que le presente a Hannah. Ella está bastante ocupada con su té y el bizcocho, pero perdone la grosería. Llevar un bebé la ha vuelto voraz en ocasiones”. Estella la llevó hasta donde se encontraba Hannah. “Lady Manchester, Hannah, me gustaría que conocieras a mi hermanastra, lady Annalise Palmer”.

      Lady Manchester dejó la taza de té e hizo una reverencia. “Por favor, perdone”, dijo la mujer. “Lo que dice es verdad. Me asedia a menudo y generalmente de manera inesperada”. Sonrió cálidamente. “Es un placer conocerla”.

      “También me da gusto conocerla”. Annalise sonrió a la mujer. “Y no necesita disculparse. Es su casa y usted aquí puede hacer lo que guste. Además, si alguna vez tengo la suerte de tener un hijo, me gustaría que la gente respetara mis deseos”.

      “¿Gusta una taza de té?”.

      Por los comentarios que había escuchado cuando llegó, el té tenía que estar espantoso. Annalise quedó atrapada entre ser grosera y tomar el té frío. Pero los bizcochos se veían bastante deliciosos. Su estómago grúñó al enfilarse ese pensamiento. “¿Qué tipo de bizcochos son estos?”

      “Ay”, lady Manchester expresó alegremente. “Son bizcochos de limón. He tenido terrible antojo por ellos y el cocinero ha sido muy amable en preparármelos todos los días”.

      “¿Le importa?”. Annalise hizo un gesto hacia ellos. No quería quitarle el gusto favorito a la dama.

      “Sírvase”, dijo ella y presionó una mano sobre su estómago. “No me estoy sintiendo bien. Creo que iré a acostarme un momento”.

      Annalise tomó un bizcocho y lo mordió. El bizcocho de límón era dulce y agrio, absolutamente delicioso. Podía ver por qué lady Manchester los devoraba a diario. Probablemente también iban bien con el té. Miró la tetera y consideró servirse una taza fría y rechazó la СКАЧАТЬ