Juramento de Cargo. Джек Марс
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Название: Juramento de Cargo

Автор: Джек Марс

Издательство: Lukeman Literary Management Ltd

Жанр: Триллеры

Серия: Un Thriller de Luke Stone

isbn: 9781094306650

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СКАЧАТЬ de paneles de vidrio a prueba de balas. Diez agentes del Servicio Secreto estaban en el escenario junto a ella. La multitud de reporteros en la sala le estaba dando una gran ovación. Los locutores de televisión hablaban en voz baja. La cámara se movió, encontrando al esposo de Susan, Pierre y a sus dos hijas.

      Volviendo a la Presidenta: ella levantaba las manos, pidiendo silencio. A pesar de sí misma, esbozó una sonrisa brillante. La multitud estalló de nuevo. Esa era la Susan Hopkins que conocían: la entusiasta y apasionada reina de los programas de entrevistas diurnos, de las ceremonias de inauguración y las manifestaciones políticas. Ahora, sus pequeñas manos se cerraron en puños y las levantó por encima de su cabeza, casi como un árbitro que señala un gol. El público era ruidoso y se hizo más fuerte.

      La cámara se movió. Washington, DC y los periodistas nacionales, uno de los grupos de personas más hastiados conocidos por el hombre, estaban de pie con los ojos húmedos. Algunos de ellos lloraban abiertamente. Luke vislumbró brevemente a Ed Newsam, con un traje oscuro a rayas, apoyado en dos muletas. Luke también había sido invitado, pero prefería estar aquí, en esta habitación de hospital. No consideraría estar en ningún otro lado.

      Susan se acercó al micrófono. La audiencia se calmó, solo lo suficiente para que ella pudiera ser escuchada. Puso sus manos en el podio, como si se estabilizara.

      –Todavía estamos aquí —dijo, con la voz temblorosa.

      Ahora la multitud estalló.

      –¿Y sabéis qué? ¡No nos vamos a ninguna parte!

      Un ruido ensordecedor llegó a través de los auriculares. Luke bajó el sonido.

      –Quiero… —dijo Susan y luego se detuvo de nuevo, esperando. Los vítores siguieron y siguieron; aun así, esperó. Se apartó del micrófono, sonrió y le dijo algo al hombre alto del Servicio Secreto que estaba junto a ella. Luke lo conocía un poco. Se llamaba Charles Berg y también le había salvado la vida ayer. Durante un período de dieciocho horas, la vida de Susan había estado en peligro continuo.

      Cuando el ruido de la muchedumbre se apagó un poco, Susan regresó al podio.

      –Antes de hablar, quiero que hagáis algo conmigo —dijo— ¿Lo haréis? Quiero cantar “God Bless America”. Siempre ha sido una de mis canciones favoritas —Su voz se quebró. —Y quiero cantarla esta noche. ¿La cantaréis conmigo?

      La multitud rugió su asentimiento.

      Entonces lo hizo. Ella sola, con una voz pequeña y sin instrucción, lo hizo. No había ningún cantante famoso allí con ella. No había músicos de talla mundial que la acompañaran. Ella cantaba, solo ella, frente a una sala llena de gente y con cientos de millones de personas mirando en todo el mundo.

      –Dios bendiga a América —comenzó. Sonaba como una niña pequeña. —Tierra que amo.

      Era como ver a alguien caminar por un cable en lo alto, entre dos edificios. Era un acto de fe. Luke sintió un nudo en la garganta.

      La multitud no la dejó allí sola. Al instante, comenzaron a fluir. Voces mejores y más fuertes se unieron a ella. Y ella los guió.

      Fuera de la habitación oscura, en algún lugar del pasillo en la tranquilidad de un hospital fuera del horario laboral, la gente del turno comenzó a cantar.

      En la cama junto a Luke, Becca se movió. Abrió los ojos y jadeó. Su cabeza se movió a izquierda y derecha. Parecía lista para saltar de la cama. Vio a Luke allí, pero sus ojos no mostraron reconocimiento.

      Luke sacó sus auriculares. —Becca —dijo.

      –¿Luke?

      –Sí.

      –¿Puedes abrazarme?

      –Sí.

      Cerró la tapa del ordenador portátil. Se deslizó en la cama junto a ella. Su cuerpo era cálido. La miró a la cara, tan hermosa como cualquier supermodelo. Ella se apretó contra él. La sostuvo en sus fuertes brazos. La abrazó tanto que casi parecía querer convertirse en ella.

      Esto era mejor que mirar a la Presidenta.

      Al final del pasillo y en todo el país, en bares, restaurantes, casas y automóviles, la gente cantaba.

      CAPÍTULO CUATRO

      7 de junio

      20:51 horas

      Laboratorio Nacional de Galveston, campus de la Rama Médica de la Universidad de Texas – Galveston, Texas

      —¿Trabajando hasta tarde otra vez, Aabha? —dijo una voz desde el cielo.

      La exótica mujer de cabello negro era casi etérea en su belleza. De hecho, su nombre era una palabra hindú que significa “bello”.

      La voz la sobresaltó y su cuerpo se sacudió involuntariamente. Se puso de pie, con su traje de contención hermético blanco, en el interior de las instalaciones de Nivel de Bioseguridad 4, en el Laboratorio Nacional de Galveston. El traje que la protegía también la hacía parecer casi un astronauta en la luna. Ella siempre odió usar el traje, se sentía atrapada dentro de él, pero lo exigía su trabajo.

      Su traje estaba conectado a una manguera amarilla que descendía del techo. La manguera bombeaba continuamente aire limpio, desde el exterior de la instalación, al traje de contención. Aunque el traje se rompiera, la presión positiva de la manguera aseguraba que ni una pizca del aire del laboratorio pudiera entrar.

      Los laboratorios de Nivel de Bioseguridad 4 eran los laboratorios de más alta seguridad del mundo. En su interior, los científicos estudiaban organismos mortales y altamente infecciosos, que representaban una grave amenaza para la salud y la seguridad públicas. En este momento, en su mano enguantada de azul, Aabha sostenía un vial sellado del virus más peligroso conocido por el hombre.

      –Ya me conoces —dijo. Su traje tenía un micrófono que transmitía su voz al guardia que la miraba por el circuito cerrado de televisión. —Soy un ave nocturna.

      –Lo sé. Te he visto aquí mucho más tarde que ahora.

      Se imaginó al hombre que la vigilaba. Se llamaba Tom, tenía sobrepeso, era de mediana edad, ella pensaba que estaba divorciado. Solo ella y él, solos dentro de este gran edificio vacío por la noche y él tenía muy poco que hacer, excepto mirarla. Le daría escalofríos si lo pensara demasiado.

      Acababa de sacar el vial del congelador. Avanzando cuidadosamente, se acercó a la vitrina de bioseguridad, donde, en circunstancias normales, abriría el vial y estudiaría su contenido.

      Esta noche no eran circunstancias normales. Esta noche era la culminación de años de preparación. Esta noche era lo que los estadounidenses llamaban el Gran Juego.

      Sus compañeros de trabajo en el laboratorio, incluido Tom, el vigilante nocturno, pensaban que el nombre de la bella joven era Aabha Rushdie.

      No lo era.

      Pensaban que había nacido en una familia acomodada en la gran ciudad de Delhi, en el norte de la India y que su familia se había mudado a Londres cuando ella era una niña. Era cómico, nada de eso había ocurrido nunca.

      Pensaban que había obtenido un doctorado en microbiología СКАЧАТЬ