Juramento de Cargo. Джек Марс
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Название: Juramento de Cargo

Автор: Джек Марс

Издательство: Lukeman Literary Management Ltd

Жанр: Триллеры

Серия: Un Thriller de Luke Stone

isbn: 9781094306650

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СКАЧАТЬ vida en el ejército.

      –¿Quién quiere saberlo? —dijo Luke

      –Me llaman Brown.

      Luke asintió con la cabeza. Un nombre que no era un nombre. El nombre de un fantasma. —Bueno, Brown, ¿cómo quieres hacerlo?

      Debajo de ellos, Luke podía escuchar a la policía irrumpir en la casa.

      –¿Qué opciones ves? —dijo Brown.

      Luke se quedó de pie sin moverse, con su arma esperando que apareciera ese blanco.

      –Veo dos opciones. Puedes morir en este momento o, si tienes suerte, ir a prisión durante mucho tiempo.

      –O podría volar los sesos de tu encantadora esposa sobre ti.

      Luke no respondió. Él solo apuntaba. Su brazo no estaba cansado, nunca se cansaría. Pero los policías subirían las escaleras en un minuto y eso iba a cambiar la ecuación.

      –Y estarás muerto un segundo después.

      –Cierto —dijo Brown. —O podría hacer esto.

      Su mano libre dejó caer una granada en el regazo de Becca.

      Cuando Brown salió corriendo, Luke dejó caer el arma y se lanzó hacia ella. En una serie de movimientos, recogió la granada, la lanzó hacia la pared del fondo de la habitación, derrumbó las dos sillas y empujó a Becca y Gunner al suelo.

      Becca gritó.

      Luke los apiñó, rudamente, sin tiempo para la gentileza. Los apretó uno contra otro, los montó, los cubrió con su cuerpo y con su armadura. Intentó hacerlos desaparecer.

      Durante una fracción de segundo, no pasó nada. Tal vez fuera una artimaña, la granada era falsa y ahora el hombre llamado Brown haría blanco sobre él. Los mataría a todos.

      ¡BUUUUUUM!

      La explosión llegó, ensordecedora, en los estrechos confines de la habitación. Luke los apretó más. El suelo se sacudió. Fragmentos de metal lo rociaron. Agachó la cabeza hacia abajo. La carne desnuda de su cuello fue arrancada. Los cubrió y los sostuvo.

      Pasó un momento. Su pequeña familia temblaba debajo de él, congelada por la conmoción y el miedo, pero viva.

      Ahora era el momento de matar a ese bastardo. La Glock de Luke yacía en el suelo junto a él. La agarró y saltó sobre sus pies. Se giró.

      Se había hecho un enorme agujero irregular en el fondo de la sala. A través de él, Luke podía ver la luz del día y el cielo azul. Podía ver el agua verde oscuro de la bahía. Y pudo ver que el hombre llamado Brown se había ido.

      Luke se acercó al agujero desde un ángulo, usando los restos de la pared para protegerse. Los bordes eran una mezcla triturada de madera, paneles de yeso rotos y trozos rasgados de aislamiento de fibra de vidrio. Esperaba ver un cuerpo en el suelo, posiblemente en varias piezas ensangrentadas, pero no, no había cuerpo.

      Durante una fracción de segundo, Luke creyó ver un chapoteo. Un hombre podría haberse sumergido en la bahía y desaparecer. Luke parpadeó para aclarar sus ojos, luego volvió a mirar. No estaba seguro.

      De cualquier manera, el hombre llamado Brown se había ido.

      CAPÍTULO TRES

      21:03 horas

      Centro Médico de la Marina – Bethesda, Maryland

      La luz del ordenador portátil parpadeó en la penumbra de la habitación privada del hospital. Luke estaba sentado en un sillón incómodo, mirando la pantalla, con un par de auriculares blancos que se extendían desde el ordenador hasta sus oídos.

      Estaba casi sin aliento, lleno de gratitud y alivio. Le dolía el pecho, debido a sus jadeos ansiosos de las últimas cuatro o cinco horas. A veces pensaba en llorar, pero aún no lo había hecho. Quizás más tarde.

      Había dos camas en la habitación. Luke había tirado de algunos hilos y ahora Becca y Gunner yacían en las camas, durmiendo profundamente. Estaban bajo sedación, pero no importaba. Ninguno de los dos había pegado un ojo entre el momento en que fueron secuestrados y el momento en que Luke irrumpió en la casa franca.

      Habían pasado dieciocho horas sumidos en puro terror. Ahora estaban fuera de combate, e iban a estarlo durante un buen rato.

      Ninguno de los dos había resultado herido. Es cierto, les quedarían cicatrices emocionales, pero, físicamente, estaban bien. Los malos no dañaron la mercancía. Tal vez la mano de Don Morris estuvo allí, de alguna manera, protegiéndolos.

      Pensó brevemente en Don. Ahora que los eventos se habían desarrollado, parecía correcto hacerlo. Don había sido el mayor mentor de Luke. Desde el momento en que Luke se unió a las Fuerzas Delta a los veintisiete años, hasta esa madrugada, doce años después, Don había sido una presencia constante en la vida de Luke. Cuando Don creó el Equipo de Respuesta Especial del FBI, reservó un lugar para Luke. Más que eso: reclutó a Luke, lo cortejó, lo conquistó y se lo quitó a los Delta.

      Pero Don se había transformado en algún momento y Luke no lo vio venir. Don estaba entre los conspiradores que habían intentado derrocar al gobierno. Algún día, quizá Luke podría entender el razonamiento de Don para todo esto, pero no hoy.

      En la pantalla del ordenador frente a él, se escuchaba una transmisión en directo desde la sala de prensa repleta de lo que ellos llamaban “la Nueva Casa Blanca”. La sala tenía como máximo cien asientos. Tenía una pendiente gradual, hacia arriba desde el frente, como si se doblara, al estilo de una sala de cine. Cada asiento estaba ocupado. Todos los espacios a lo largo de la pared del fondo estaban llenos. Multitud de personas estaban de pie en ambos laterales del escenario.

      Imágenes de la casa misma aparecieron brevemente en la pantalla. Era la mansión hermosa, con torreones y a dos aguas, de estilo Queen Anne de 1850, en los terrenos del Observatorio Naval en Washington, DC. Y, de hecho, era blanca, en su mayor parte.

      Luke sabía algo al respecto. Durante décadas, había sido la residencia oficial del Vicepresidente de los Estados Unidos. Ahora y en el futuro previsible, era el hogar y la oficina del Presidente.

      La pantalla volvió a la sala de prensa. Mientras Luke observaba, la Presidenta subió al podio: Susan Hopkins, la ex Vicepresidenta, que había prestado juramento esa misma mañana. Este era su primer discurso ante el pueblo estadounidense como Presidenta. Llevaba un traje azul oscuro, su cabello rubio recogido. El traje parecía voluminoso, lo que significaba que llevaba material a prueba de balas debajo.

      Sus ojos eran de alguna manera severos y suaves: sus asesores probablemente la habían entrenado para que pareciera enojada, valiente y esperanzada a la vez. Una maquilladora de élite le había cubierto las quemaduras de la cara. A menos que supieras dónde mirar, ni siquiera las notarías. Susan, como lo había sido toda su vida, era la mujer más bella de la habitación.

      Su currículum hasta el momento era impresionante. Incluía a la supermodelo adolescente, joven esposa de un multimillonario tecnológico, madre, senadora de los Estados Unidos por California, Vicepresidenta y ahora, de repente, Presidenta. El ex Presidente, Thomas Hayes, había muerto en un infierno subterráneo ardiente y la propia Susan tuvo la suerte de salir viva.

      Luke le había salvado СКАЧАТЬ