Sobre el combate. Dave Grossman
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Название: Sobre el combate

Автор: Dave Grossman

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: General

isbn: 9788415373858

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      Dado que los policías y los soldados se adentran en la fobia humana universal, moviéndose intencionadamente en este terreno en el que otros seres humanos intentarán hacerles daño o matarlos, resulta vital que entiendan la naturaleza del terreno y que entiendan el combate.

      Cualquier otra criatura racional y en su juicio sobre la faz de la tierra huiría ante el sonido de la armas. Unos pocos valientes se arrastran para atender a los heridos y puede ser que unos pocos enajenados se arrastren para tomar fotos. Pero, en general, cuando hay disparos y los cuerpos caen, cualquier otra criatura racional en su sano juicio sale corriendo por patas. Los conejos y los estudiantes, los profesores y las gacelas, y los abogados y las cucarachas, todos se esfuman.

      Ahora bien, el bombero, el paramédico e incluso el periodista puede ser que se adentren ante el sonido de las armas, pero no tienen ninguna intención de enfrentarse con el ser humano que está provocando el estruendo. Solo hay un individuo que hace eso: el guerrero. Mientras cualquier otra criatura huye, el guerrero va a doscientos por hora para llegar a un tiroteo.

      Loren Christensen cuenta que respondió a un incidente en el que un hombre, armado con una escopeta, estaba en el piso doce de un edificio de oficinas. El parte señalaba que ya había matado a una persona y ahora estaba acechando en el pasillo. Tras sufrir los empujones de la masa histérica que huía, Christensen, dos agentes y tres paramédicos entraron en un ascensor del vestíbulo. Mientras ascendían al horror que les aguardaba, los agentes decidieron un plan rápido para salir del ascensor y adentrarse en el pasillo. Los paramédicos no hicieron ningún plan, sino que se mantuvieron pegados contra la pared del ascensor con una expresión que indicaba que hubieran deseado haberse quedado esperando en el vestíbulo. Cuando las puertas se abrieron de pronto, los paramédicos decidieron sabiamente quedarse atrás, apoyados con más fuerza contra la pared. Los policías, por el contrario, salieron de inmediato del ascensor en busca del asesino.

      ¿Hay algo que no funciona con esta gente? No, hay algo gloriosamente correcto en ellos. Porque, si no tuviéramos guerreros, hombres y mujeres dispuestos a avanzar en dirección al sonido de las armas y dispuestos a enfrentarse al mal, en el intervalo de una generación muestra civilización dejaría de existir.

      Es una cuestión personal

      Todo el infierno se desatará por esto.

      Shakespeare

      Enrique V

      Para entender por qué la agresión humana interpersonal es tan tóxica, permíteme primero que te pida que consideres dos escenarios. En el primer escenario, un tornado arranca tu casa y te envía a ti y a tu familia al hospital. En el segundo escenario, una banda entra en medio de la noche, os propina una paliza a ti y a tu familia tan brutal que termináis en el hospital y además os queman la casa hasta los cimientos. En ambos casos, el resultado último es idéntico: te has quedado sin casa y tú y tu familia estáis en el hospital. Entonces, ¿cuál es la diferencia?

      Cada vez que hago esta pregunta en presentaciones por todo el mundo, el público contesta lo mismo: el tornado es un acto de la naturaleza; pero cuando es obra de una banda, es una cuestión personal. «¡Es una cuestión personal! Voy a darles caza y matarlos como a perros.» ¿Alguna vez has oído a alguien responder así sobre un tornado?

      El ataque de la banda convierte el acto en personal, con el énfasis en la palabra «persona», en el sentido de humano. Procesamos la agresión humana interpersonal de una forma completamente diferente. No es el miedo a la muerte. Todos sabemos que moriremos, pero queremos tener un cierto grado de control sobre cómo moriremos. Podemos aceptar el hecho de morir de viejo, o que un «acto de la naturaleza» pueda quitarnos la vida o la de nuestros seres queridos. Pero no podemos soportar la idea de que alguien «jugando a ser Dios» decida, sin la menor provocación o autoridad, quitarnos lo más valioso que tenemos. Incluso peor es la idea de que alguien decida deliberadamente robarnos las vidas de nuestros seres queridos.

      La presencia de un asesino en serie en una ciudad puede hacer cambiar el comportamiento de la ciudad entera. El sargento detective Joe Friday que protagonizaba la serie televisiva Dragnet lo explica así:

      Los asesinos en serie son como los virus, diferentes cepas destruyen diferentes células. Pero al final todos siguen el mismo patrón. A menos que se los detenga, el huésped muere. En este caso, el huésped es la ciudad y la toxina el miedo.

      Un solo asesino en serie puede cambiar el comportamiento de una ciudad entera, pero este año más de 400.000 estadounidenses morirán de una muerte lenta, horrible y que se podría evitar a causa de fumar cigarrillos, y eso no altera el comportamiento de la mayoría de los fumadores. Mi intención aquí no es «cebarme» contra los fumadores. Me gusta fumarme un puro de vez en cuando y, si al final tengo que pagar el precio por eso, es algo que yo elegí. Pero si te apetece entrar en mi casa para causarme a mí y a mi familia una muerte lenta y horrible, la cosa cambia por completo.

      Tan sólo la lejana posibilidad de un enfrentamiento interpersonal influencia mucho más nuestro comportamiento que la certidumbre estadística de una muerte lenta y horrible a causa del cáncer. Desde un punto de vista estadístico, esto no es racional.

      Una de las fobias más comunes es la de hablar en público, en realidad, un eco distante, un reflejo de la fobia universal. Tememos ponernos delante de grandes grupos de personas y hacer algo que pueda resultar en que nos convirtamos en el objetivo de sus agresiones. De nuevo, esto no es racional; se trata de un miedo irracional, una fobia.

      Para entender de verdad la magnitud del terreno del combate tóxico y corrosivo y a aquellos que tienen que funcionar ahí, debemos comenzar por entender el concepto de la fobia humana universal. El psicólogo Abraham Maslow estableció el concepto de lo que se conoce comúnmente como la jerarquía de necesidades de Maslow. Escribió que ciertas necesidades más bajas tienen que ser colmadas antes de que necesidades más elevadas puedan ser satisfechas. Maslow señala que una sociedad se asienta sobre un fundamento y ese es un entorno que resulta razonablemente seguro y sin peligro. Lo que dice Maslow, en definitiva, es que si una nación no puede crear un entorno en el que sus ciudadanos se sientan razonablemente seguros (en particular, respecto de la agresión interpersonal, ya sea de criminales violentos, terroristas o invasores), entonces esa nación ha violado el contrato social y, a la postre, puede llegar a perder su razón de ser. ¿Por qué deberían los ciudadanos pagar impuestos y obedecer las leyes de una nación que no es capaz siquiera de mantener a sus niños a salvo de los pederastas?

      Nuestros guerreros son los que crean este fundamento. Son los que se enfrentan a la fobia humana universal, el elemento más tóxico, corrosivo y destructivo que puede impactar en nuestra sociedad. Son el fundamento del edificio, y si el fundamento se agrieta, el edificio se resquebraja y cae.

      Cuando empiezas a dudar de la nobleza de tu misión o de la santidad de tu profesión porque tu corazón se te ha vuelto pesado, o sientes enfado, desilusión, o te sientes privado de tus derechos, traicionado o confuso, detente y escucha a las voces... Las voces que se elevan desde un campo en Pensilvania, de una pared en el Pentágono y de un solar de tierra que el mundo ahora conoce como Zona Cero. Porque, si escuchas, podrás oír cómo esas almas te dan las gracias por lo que haces. Oye cómo animan a continuar. Deja que te lleven durante este momento difícil, permite que te alimenten y te den nuevos bríos y deja de dudar. Porque sois guerreros y campeones para aquellos que se fueron antes y para los que ahora son los más vulnerables. Se os admira y respeta, porque sois los mejores en lo que hacéis. Dios os bendiga y Dios bendiga a Estados Unidos de América.

      John R. Thomas

      First Deputy Superintendent

      Departamento de policía de Chicago

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