Название: Los frutos del árbol de la vida
Автор: Manuel Arduino Pavón
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
isbn: 9788412107821
isbn:
Una mente tenebrosa procede diferenciándose en máscaras y disfraces que llevan hombres como nosotros, nuestros rostros escondidos, nuestras deformidades. Tarde o temprano las sombras se unifican porque el foco de conciencia que surgiera tan trabajosamente alcanza a tocar las semillas de la deformidad en nuestra naturaleza, ilumina la zona de sombra de nuestra mente, provocando un nuevo interés por conocernos a nosotros mismos. El estado anterior al de hombre es el de sombra asumida como una parte de la conciencia, oscilando entre representaciones externas irritativas y asperezas interiores. Es en esencia una y la misma cosa. Finalmente se la identifica en el examen silencioso de las voces y los impulsos subconscientes. La conciencia que se había focalizado en las tinieblas, para poder penetrar a través de ellas, se transforma en luz envolvente e inclusiva, y los aspectos sórdidos de nuestra propia nocturnidad, que se habían incrustado y endurecido, como la semilla fuera de la tierra, se rompen. Asoma el broto. Es el segundo nacimiento y en verdad el primer nacimiento en el espíritu. Así, un hombre es un broto que fue sombra, y en consecuencia semilla, y está destinado a ser árbol y servir de cobijo para los demás hombres. Una vez que se es árbol, se aprende el dominio de la sombra a la que se disolvió por gracia del sol de la conciencia. Pero se conserva oculta y segura la semilla de la sombra así transmutada, para asegurar la sucesión, la transferencia del poder, la dinastía de nuevos hombres árboles que den sombras simplemente benéficas.
Se puede decir que el hombre consumado es el que encuentra y revela la otra luz, la que no da calor ni crea sombra por contraste, la que dispersa las tinieblas hasta su estado original, hasta su completa remisión, como puras potencias temporales. Conoce y se une a la luz invisible, la luz de la plenitud, que no se ejercita en la ostentación de la virtud sino en la práctica silenciosa de la ciencia de la justa oportunidad.
Un hombre que consideraba a todos sus vecinos como enemigos fue llevado ante el juez de la aldea, que quería propiciar la reconciliación.
- ¿Por qué le retiraste tu saludo a tus vecinos? -preguntó el magistrado.
- Porque viven demasiado cerca de mí.
- ¿Y por qué le retiraste tu saludo a tus familiares?
- Porque se separaron de mí.
- ¿Y por qué me retiraste el saludo a mí?
El misántropo calló por un instante. Después habló:
- Ambos hacemos cosas parecidas, juzgamos. Creo que no lo saludo porque temo que usted termine por parecerse demasiado a mí. Temo que nos eclipsemos. Temo que tarde o temprano me elijan para juez. Temo que entonces yo no sea justo.
Asombrado por estas palabras, el magistrado alabó las ideas del misántropo, diciendo:
- Aún hay una esperanza de que te corrijas, por lo que veo.
- Ya me he juzgado -dijo parcamente el vecino que odiaba a todos.
- ¿Y cuál fue la sentencia?
- Que es mejor que convivamos dos jueces en la aldea. Pero que uno sólo de ellos juzgue a todos y por todo.
- ¿Ese soy yo?
- No, es necesario que ese que juzgue a todos sea yo. De otro modo usted perdería su autoridad y yo perdería mi seguridad.
XVI
Si un hombre no define su sombra, ¿cómo se puede tomar en serio?
- Celebro esta audiencia: usted me ha permitido conocer los riesgos de una profesión en la que lo que cuenta es la conciencia. Son misteriosos los caminos de Dios: usted se ha presentado en mi camino como la sombra que arrastran mis pies, y me ha permitido comprender que el camino incluye a mi sombra. Es decir, usted me ha hecho ver un poco más allá de las luces de los tribunales, donde las sombras son adornos especialmente situados par darle relieve al aparato de la ley. Hasta esta mañana usted era como un adorno al que se evita conscientemente por suponerlo inherente al paisaje interior. Usted me ha hecho pensar que también es posible remover los adornos de los tribunales, las sombras de la mente, al tomar una decisión sobre su caso. Amigo mío, al establecer una sentencia me la impongo a mí mismo. Más que una sentencia es un imperativo de la vida. Como se trata de una última formalidad permítame que eleve mi voz, la voz de nuestra sombra común, y que le prescriba el vivir el resto de sus días con la conciencia de su aislamiento y arrogancia, que son las mías, previniéndolo de que ello nos volverá enormemente vulnerables, aunque lo disimulemos. No lo puedo obligar a que abrace y bese a sus familiares, a los vecinos y a este juez. La vida le dictó la sentencia: usted se condenó a sospechar de todos, ahora usted empezará a desconfiar de usted mismo. Si en algo lo tranquiliza, permítame confesarle que a causa de esta audiencia, el juez ha comenzado a desconfiar de su personal equidad y a ser más humano y vulnerable a los dictados de la justicia, a la que la gente llama sabiamente conciencia.
XVII
El agua es dulce. La mosca es pura. La llaga es sana. El verdadero conocimiento se parece a la ignorancia.
Un hombre voceaba en la feria:
- ¡Escuche la palabra que cambiará su vida! ¡Conozco todas las palabras que tienen poder sobre su vida! ¡Y sólo a cambio de una moneda!
Nadie se detenía ante esta oferta escandalosa. Pero una dama refinada, y por lo tanto curiosa, quiso poner a prueba al pretendido sabio.
- Escuche con atención -dijo el hombre y acercó su boca al oído de la dama.
La mujer escuchó una palabra en un idioma desconocido y no la entendió.
- ¿Qué dijo usted? -preguntó confundida.
El vendedor de palabras volvió a acercar su boca al oído de la dama.
La mujer oyó sorprendida una palabra en un idioma desconocido, que le pareció diferente a la primera y se lo hizo ver al vendedor.
Este explicó sin vacilar:
- Usted ya comenzó a entender.
- ¿A entender? -replicó perpleja la dama-. ¡Apenas si podría repetir esa palabra estrafalaria! ¿Cómo pretende usted que ya comencé a entender?
- Su reacción indica, indudablemente, que está avanzando.
La mujer reflexionó por unos instantes. Después dijo:
- ¡Creo que tiene razón: comencé a comprender que es usted un impostor!
El vendedor de palabras sonrió y dijo muy seguro de sí mismo:
- Usted está en medio de la marcha. Se encuentra andando por un camino que no parte de punto alguno y que no se dirige a punto alguno. Es natural que en su situación no entienda que está conociendo cosas graves y solemnes sobre su vida.
Picada por las palabras del hombre, la dama quiso saber a qué se refería con cosas graves y solemnes de su vida. El hombre respondió:
- Si usted está dispuesta a conocer la verdad debe escuchar aún otra palabra, eso sí, a cambio de una moneda.
La mujer, algo molesta, accedió a escuchar una vez más.
Esta vez el vendedor de palabras no se le aproximó. СКАЧАТЬ