Los frutos del árbol de la vida. Manuel Arduino Pavón
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Название: Los frutos del árbol de la vida

Автор: Manuel Arduino Pavón

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия:

isbn: 9788412107821

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СКАЧАТЬ del Señor de la Compasión Infinita llegaron hasta las paúpérrimas casillas de los aldeanos en el cinturón de la ciudadela. Las prendieron fuego. Violaron a las mujeres. Atravesaron a los niños. Degollaron a los hombres. Y luego avanzaron. Y vieron la tienda en cuestión y la rociaron con aceite y la prendieron fuego. Y llegaron hasta la ciudadela y la sitiaron por diez días y diez noches. Y reclamaron la imagen. Pero los sitiados guardaron el secreto.

      Aquellos mandaron un mensajero a comunicar al rey lo ocurrido. A su regreso oyeron de voz del jinete la respuesta del rey:

      - El rey ha dicho que quememos la ciudadela y una vez destruidos todos los secuaces del ladino que lo golpeó, nos pongamos a orar pidiéndole a nuestro sapientísimo salvador la imagen para adorar.

      Los Caballeros de la Orden del Señor de la Compasión Infinita obedecieron. Y cuando sólo quedaban cenizas y llantos se reunieron en círculo, encendieron una hoguera y rezaron. Pidieron la imagen, el icono.

      Diez días y sus noches oraron. Cuando estaban exhaustos

      y casi habían perdido la fe, un caballero devoto de su majestad presentó a la asamblea de los valientes un retrato de su rey, el que le había tomado unos instantes antes de la partida. Y dijo:

      - Ahora entiendo la urgencia del rey para que le retratara. Debemos usar de su imagen como modelo para un nuevo icono del Héroe Primordial. Nuestro rey ha reavivado la llama, ha devuelto el orden al desorden. Ha traído la luz en medio de la iniquidad. El es el modelo.

      Todos vivaron la proposición. Un tallador le dio forma a la imagen. Construyeron una carroza ornada con flores y motivos de profunda y solemne belleza y marcharon lentamente y en procesión de regreso a palacio. Pero antes de llegar a sus tierras supieron por un mensajero de palacio que el rey había muerto.

      Después del estupor y de la perplejidad, del dolor, sus mentes dilucidaron que esa era la señal que habían pedido en sus preces: muerto el rey la imagen podría sobrevivirle. Ya no sería urgente el ansiar la antigua imagen, la talla de otro hombre seguramente, acaso de otro rey, que no propiamente la del Hombre Fundamental. Habían tomado la decisión adecuada.

      Reemprendieron la marcha con un luto alegre, esperanzado. Tres días después llegaron a palacio. El príncipe los recibió con honores y calculada circunspección. Los caballeros le enseñaron la imagen sagrada de su padre. Pero el príncipe sin tomar en cuenta las señales que ellos habían obedecido, observó:

      - Habéis pensado en el honor de mi padre, el héroe en estas batallas. Pero no habéis pensado en el honor de nuestro Héroe Primordial, el invicto conquistador del alma en las batallas y pruebas de la vida. Quemad el falso ícono y orad. Tarde o temprano llegará la inspiración.

      Los Caballeros de la Orden del Señor de la Compasión Infinita obedecieron otra vez. Y rezaron. Por días y noche sin cuento rezaron.

      Cuando el príncipe recibió el cetro, cuando las lluvias se estacionaron sobre el mundo, cuando los ayes y lamentaciones de los héroes de la tierra habían contaminado el alma del pueblo, cuando todo era ansiedad y decepción por la ausencia de la verdadera señal, el príncipe resolvió el problema. Mandó llamar a un campesino cualquiera. Mandó hicieran una talla en madera de él, respetando los ornatos y colores de la original. Mandó le pusieran un velo fijo en el rostro a la talla. Mandó la trasladaran a un lugar distante de palacio. La situaran en el interior de una tienda de campaña. Mandó dieran la voz por todos los confines de la situación de la imagen sagrada.

      Los Hermanos de la Pureza, que se habían reagrupado y unificado con otras órdenes y fraternidades y que ignoraban lo ocurrido en los hechos, se propusieron recuperar la verdadera imagen a la que creían en poder de sus enemigos. Usaron de su astucia. Tallaron una imagen semejante a la original en todos su detalles. Ellos todavía retenían las líneas del ícono real. Llegaron una noche hasta la tienda de campaña e hicieron el

      cambio. Y se marcharon felices con el trofeo sagrado.

      Cuando descubrieron el velo, respetuosamente se inclinaron a creer que era una señal milagrosa del dolor del Héroe de las Almas por la conflagración de sus hijos. Y no lo arrancaron. Y nunca supieron la verdad.

      El rey, avisado de los hechos, ordenó desmantelar la tienda. Regresó la otra imagen a palacio y se la entregó a sus caballeros. Ordenó a sus servidores conservar el secreto y él mismo estimuló en sus hombres la creencia de que un milagro había traído a palacio el verdadero ícono del Héroe Primordial.

      Desde entonces dos imágenes de una imagen cubren las necesidades religiosas de dos pueblos. Muchas imágenes de algunas imágenes están esparcidas por toda la tierra. Y se las defiende por el honor y en nombre de la verdad. El honor provocó la división. La astucia trajo un interregno en la extensa lucha por las imágenes. Siempre ocurre así. No hay paz, sólo se nos imponen los símbolos de la paz.

      Sólo resta declarar que fue cierto que hubo otro saqueo y otra confusión de imágenes. Y que otro rey y acaso otro campesino ocuparon el lugar de lo perdido. Que lentamente los hombres fueron descubriendo la relatividad de las cosas. El valor ambiguo de los símbolos. El poder de la fe ciega sobre la verdad. Y que confiaron en la fe ciega. Y nada más.

      El honor, al que preferimos por sobre la verdad, al que tomamos por la verdad, provoca la división, el desdoblamiento, la duplicidad. Aquello que cae una vez y se levanta dos veces, eso es lo que llamamos honor.

      XXVII

      Salta antes que el espacio salte. La mayor parte de los fracasos tienen por origen creencias como la de que el espacio es incapaz de saltar.

      XXVIII

      Encontrarás tu refugio cuando dejes de morar en las palabras.

      Vamos adonde nos llevan las palabras. Nos establecemos en aquel límite que alcanzan nuestras palabras. Nos adherimos emocionalmente a la sensación de autoridad que deviene de la argumentación, del discurso, del debate. Rara vez hablamos desde nosotros mismos. Somos un estruendoso eco de pareceres y opiniones, libros y creencias.

      No indagamos.

      No observamos.

      No inquirimos.

      No conocemos las voces de nuestro interior.

      No estamos libres de las voces del pasado, las voces de la frustración, residentes en nuestro interior.

      No escuchamos.

      No conocemos el silencio.

      El silencio nos conoce.

      El silencio indaga en nosotros.

      El silencio conoce todas las voces.

      El silencio se escucha.

      El silencio tiene su propio lenguaje.

      El silencio habla con la modulación de la paz.

      El silencio habla con su propia energía puesta en acción.

      El silencio es la madre de todas las energías.

      El silencio es el padre del significado.

      Hay un refugio seguro.

      XXIX

      La palabra es el cuerpo del silencio. La palabra СКАЧАТЬ