Название: Lady Felicity y el canalla
Автор: Sarah MacLean
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Romantica
isbn: 9788417451967
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—Él girará.
Los ojos de su hermano se encontraron con los suyos.
—Nunca antes lo ha hecho.
Un recuerdo le vino a la mente. Ewan, alto y delgado, con los puños levantados y los ojos hinchados, el labio partido y negándose a ceder. Poco dispuesto a echarse atrás. Desesperado por ganar.
—No es lo mismo. Nosotros hemos pasado hambre durante más tiempo. Hemos trabajado más duro. El ducado le ha reblandecido.
Whit resopló.
—¿Y Grace?
—No la va a encontrar. Nunca la encontrará.
—Deberíamos haberlo matado.
Matarlo habría hecho que todo Londres se les echara encima.
—Demasiado arriesgado. Ya lo sabes.
—Sí, lo sé, y también que le hicimos una promesa a Grace.
Diablo asintió con la cabeza.
—Eso también.
—Su regreso es una amenaza para todos nosotros, para Grace más que para nadie.
—No —le contestó Diablo—. Su regreso hace que la amenaza se cierna sobre él. Recuerda, si alguien descubre lo que hizo… Cómo consiguió su título… Terminará colgando de una soga. Es un traidor a la Corona.
Whit negó con la cabeza.
—¿Y si está dispuesto a arriesgarse para tener una oportunidad con ella?
Con Grace, la chica que una vez amó. La chica cuyo futuro había robado. La chica a la que habría destruido si no hubiera sido por Diablo y por Whit.
—Entonces lo sacrificará todo —replicó—, y no conseguirá nada a cambio.
Whit asintió.
—Ni siquiera herederos.
—Herederos, nunca.
Después, su hermano continuó.
—Siempre está el plan original. Le damos una paliza al duque y lo enviamos a casa.
—No detendrá el matrimonio. Ahora no. No cuando cree que está cerca de encontrar a Grace.
Whit flexionó una mano y el cuero negro de su guante crujió con el movimiento.
—Sería gloriosamente divertido, eso sí.
Caminaron en silencio durante varios minutos, antes de que Whit prosiguiera.
—Pobre chica, no podría haber imaginado que su inocente mentira la llevaría a la cama contigo.
Era una absurda fantasía, por supuesto, pero la imagen le sobrevino igual, y Diablo no pudo resistirse a ella: Felicity Faircloth, con el pelo oscuro y las faldas rosas extendidas frente a él. Inteligente, hermosa y con una boca que incitaba al pecado.
Arruinar a la chica sería un placer.
Ignoró el atisbo de culpa que lo atravesó. La culpa no tenía cabida aquí.
—No será la primera chica arruinada. Bañaré a su padre en dinero. A su hermano también. Se pondrán de rodillas y llorarán de gratitud por haberse visto salvados.
—Muy amable por tu parte —interpeló Whit—. Pero ¿qué hay de la salvación de la chica? Será imposible. No solo estará arruinada, sino que además se verá obligada al exilio.
«Quiero que deseen que vuelva».
Lo único que deseaba Felicity Faircloth era volver a ese mundo. Y nunca lo conseguiría. Ni siquiera después de que él se lo prometiera.
—Será libre de escoger a su próximo marido.
—¿Acaso los aristócratas hacen cola para conseguir a solteronas arruinadas?
Algo desagradable le recorrió el cuerpo.
—Podrá conformarse con alguien menos aristocrático.
El corazón se le desbocó.
Y entonces su hermano habló.
—¿Alguien como tú?
Dios. No. Los hombres como él estaban tan por debajo de Felicity Faircloth que la idea era para echarse a reír.
Al ver que no respondía, Whit volvió a gruñir.
—Grace no puede enterarse.
—Por supuesto que no —respondió—. Y no lo hará.
—No podrá mantenerse al margen.
Diablo nunca se había alegrado tanto de ver la puerta de sus oficinas. Mientras se acercaba, buscó una llave, pero antes de que pudiera abrir la puerta, una pequeña ventana se abrió y luego se cerró. Finalmente, la puerta se movió y entraron.
—Ya era hora.
La mirada de Diablo se centró en la mujer alta y pelirroja que cerró la puerta tras ellos para después apoyarse sobre ella, con una mano en la cadera, como si hubiera estado esperándolos durante años. Inmediatamente Diablo escrutó a Whit, con gesto petrificado. Whit lo miró con toda calma.
«Grace nunca puede saberlo».
—¿Qué ha pasado? —preguntó su hermana, mirándolos.
—¿Qué ha pasado con qué? —preguntó a su vez Diablo, quitándose el sombrero.
—Tenéis СКАЧАТЬ