Название: Días de magia, noches de guerra
Автор: Clive Barker
Издательство: Bookwire
Жанр: Книги для детей: прочее
Серия: Abarat
isbn: 9788417525897
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—No le fallaré.
—Será mejor que así sea. Si me fallas, Houlihan, entonces el próximo hombre que se sentará en esa esquina serás tú. —Murmuró unas palabras en abaratiano antiguo—: Thakram noosa rah. ¡Haaas!
Era la orden que esperaban las pesadillas. Atacaron en un abrir y cerrar de ojos. El hombre trató de evitar que treparan por su cuerpo, pero era inútil. Cuando alcanzaron su cuello procedieron a envolver sus palpitantes extremidades alrededor de su cabeza, como si quisieran momificarlo. Sofocaron parcialmente sus gritos, pero aún se le podía oír mientras sus súplicas de clemencia a Carroña se transformaban en alaridos y gritos. A medida que crecía su miedo, las pesadillas iban engordando, desprendiendo destellos más y más brillantes de luminiscencia pálida mientras se nutrían. El hombre continuó pateando y resistiéndose durante un rato, pero pronto sus chillidos se debilitaron hasta convertirse en sollozos y, finalmente, incluso estos se detuvieron. Igual que su lucha.
—Oh, qué decepción —comentó Carroña, pateando el pie del hombre para confirmar que el miedo efectivamente había acabado con él—. Pensé que duraría más tiempo.
Volvió a hablar en idioma antiguo y las ahora nutridas y perezosas pesadillas se desanudaron de la cabeza de su víctima y volvieron hacia Carroña. Houlihan no pudo evitar alejarse uno o dos pasos por si las pesadillas le confundían con otra fuente de comida.
—Vete, pues —le dijo Carroña—. Tienes trabajo que hacer. ¡Encuentra a Candy Quackenbush!
—Dicho y hecho —contestó Houlihan.
Sin mirar atrás ni para echar un vistazo, se apresuró a salir de la cámara de los horrores y bajó por las escaleras de la Duodécima torre.
Primera parte
Bichos raros, dementes y fugitivos
Nada
Tras una batalla que se alargó durante siglos,
El Diablo ganó,
Y le dijo a Dios (quien fue su Creador): «Señor,
Estamos a punto de presenciar la destrucción de la Creación
De mi mano.
No quiero que me consideres un ser cruel,
Así que, te lo suplico, coge tres cosas
De este mundo antes de que lo destruya.
Tres cosas, y las demás desaparecerán.»
Dios lo pensó un breve momento.
Y al final contestó:
«No, no hay nada.»
El Diablo se sorprendió.
«Ni siquiera Tú, Señor?» preguntó.
Y Dios dijo:
«No. Ni siquiera yo.»
De las Memorias del Fin del Mundo
Autor desconocido
(Poema favorito de Christopher Carroña)
Capítulo 1
Retrato de una chica y un geshrat
—Hagámonos una foto —le dijo Candy a Malingo.
Estaban paseando por una calle de Tazmagor, donde, al encontrarse en la isla de Qualm, eran las nueve en punto de la mañana. El mercado tazmagoriano estaba a pleno rendimiento, y en mitad de todas las compras y ventas, un fotógrafo llamado Guumat había montado un estudio improvisado. Había colgado un telón de fondo de color crudo de un par de perchas y había colocado su cámara, un aparato gigantesco montado sobre un trípode de madera pulida, enfrente. Su ayudante, un joven que compartía con su padre el peinado en forma de cresta y una piel con leves rayas azules y negras, exhibía un tablón con ejemplos de las fotografías de Guumat el Viejo.
—¿Quieren que Guumat el Viejo les haga una foto? —le preguntó el joven a Malingo—. Les sacará muy bien.
Malingo sonrió.
—¿Cuánto cuesta?
—Dos paterzemes —dijo el padre mientras apartaba gentilmente a su hijo para cerrar el trato.
—¿Por los dos? —inquirió Candy.
—Una foto, mismo precio. Dos paterzemes.
—Podemos permitírnoslo —le dijo Candy a Malingo.
—Quizá les gustan los disfraces. ¿Sombreros? —les preguntó Guumat, mirándoles de arriba abajo—. Sin coste adicional.
—Nos está diciendo amablemente que parecemos vagabundos —dijo Malingo.
—Bueno, lo somos —contestó Candy.
Al oír esto, Guumat se mostró desconfiado.
—¿Pueden pagar? —demandó.
—Sí, por supuesto —dijo Candy, y rebuscó en el bolsillo de sus pantalones de estampados llamativos, sujetos con un cinturón tejido con biffelreeds, y sacó unas monedas, seleccionó algunas y le entregó las paterzemes a Guumat.
—¡Bien! ¡Bien! —dijo—. ¡Jamjam! Tráele un espejo a la señorita. ¿Qué edad tiene?
—Casi dieciséis, ¿por qué?
—Póngase algo mucho más propio de una dama, ¿de acuerdo? Tenemos cosas bonitas. Como le digo, sin coste adicional.
—Estoy bien. Gracias. Quiero recordar esto tal y como es. —Sonrió a Malingo—. Dos viajeros en Tazmagor, cansados pero felices.
—Eso es lo que usted quiere; eso es lo que yo le doy —Guumat dijo.
Jamjam le tendió un espejito y Candy consultó su reflejo. Estaba hecha un desastre, sin duda alguna. Se había cortado el cabello muy corto un par de semanas antes para poder esconderse de Houlihan entre los monjes de Soma Pluma, pero el corte había sido muy apresurado y ahora le crecía por todos lados.
—Te ves bien —dijo Malingo.
—Tú también. Toma, mírate.
Le prestó el espejo. Sus amigos de Chickentown se habrían reído de la cara de Malingo, con su tono de piel naranja oscuro y los abanicos de piel curtida que asomaban a cada lado de su cabeza, apropiada solo para halloween. Pero en el tiempo que habían pasado viajando juntos por las islas, Candy había СКАЧАТЬ