Название: Días de magia, noches de guerra
Автор: Clive Barker
Издательство: Bookwire
Жанр: Книги для детей: прочее
Серия: Abarat
isbn: 9788417525897
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No esperó a ver qué hacían sus hermanos ante su sugerencia.
Empezó a batir las alas con furia y se alzó en el aire, tejiendo un curso en zigzag por el aire. Methis estaba a punto de seguirle; entonces se volvió hacia Kud.
—¡Echemos a perder su captura!
Skebble soltó un alarido de protesta.
—¡No! —gritó—. ¡No!
Ignoraron su queja. Las dos criaturas se agacharon sobre los peces, y el olor más repugnante que Candy había olido en su vida subió desde la bodega.
—¿En serio?
Malingo asintió gravemente.
—¡La captura! ¡La captura! —gritaba Skebble—. ¡Oh, Dios, no! ¡No!
Methis y Kud creían que eso era terriblemente entretenido. Habiendo hecho lo peor que podían, batieron sus alas y se marcharon.
—¡Malditos! ¡Malditos! —chilló Skebble cuando pasaron volando.
—Ese era pescado suficiente como para alimentar a toda la aldea por media estación —dijo Galatea con tristeza.
—¿Y lo han envenenado? —preguntó Malingo.
—¿Tú qué crees? Huele ese hedor. ¿Quién podría comerse algo que huele así?
Kud se había refugiado ya entre las tinieblas, siguiendo a Nattum de vuelta a Gorgossium. Pero Methis estaba tan ocupado riéndose por lo que acababan de hacer que golpeó accidentalmente lo alto del mástil con su ala. Por un momento, luchó para recuperarse, pero perdió su potencia y cayó de nuevo hacia el Parroto Pattoro, golpeando el borde de la cabina del timón y rebotando sobre la cubierta, donde quedó inconsciente.
Se produjo un momento de silencio y sorpresa para todos los que se encontraban sobre cubierta. La secuencia entera de acontecimientos —desde que Candy había pronunciado la Palabra hasta que Methis se había estrellado— había durado como mucho un par de minutos.
Fue el viejo Mizzel quien rompió el silencio.
—¿Charry? —dijo.
—¿Sí?
—Coge una cuerda. Y tú, Galatea, ayúdale. Atad esta carga de porquería.
—¿Para qué?
—¡Hacedlo! —dijo Mizzel—. ¡Y rápido, antes de que ese maldito se despierte!
Capítulo 6
Dos conversaciones
—Ah —dijo Mizzel, cuando hubieron atado al zethek aturdido con fuerza—. ¿Queréis saber cuál es mi plan?
Estaban todos sentados en la proa del navío, tan lejos del hedor de la bodega como podían. Candy seguía en un cierto estado de shock: los actos que acababa de presenciar que eran obra suya —pronunciar una palabra que ni siquiera había oído en su vida— tenían que estudiarse con detenimiento.
Pero ese no era el momento de pensar. Mizzel tenía un plan, y quería compartirlo.
—Vamos a tener que arrojar al mar todos los smatterlings. Hasta el último de ellos.
—Mucha gente pasará hambre —dijo Galatea.
—No necesariamente —contestó Mizzel. Exhibía una astuta expresión en su rostro marcado con cicatrices y curtido—. Hacia el oeste se encuentra la isla de las Seis en punto.
—Babilonium —dijo Candy.
—Exacto. Babilonium. La Isla del Carnaval. Mascaras y desfiles y ferias y peleas de insectos y música y bailes y bichos raros.
—¿Bichos raros? —preguntó Galatea—. ¿Qué clase de bichos raros?
—De todo tipo. Cosas demasiado pequeñas, cosas demasiado grandes, cosas con tres cabezas, cosas sin cabeza alguna. Si quieres ver bichos raros y monstruos, Babilonium es el lugar perfecto para encontrarlos.
Mientras el anciano hablaba, Skebble se había levantado y acercado a la puerta para escudriñar al zethek que tenían preso.
—¿Has visto esos espectáculos de bichos raros de Babilonium? —le preguntó a Mizzel.
—Por supuesto. Trabajé en Babilonium en mi juventud. También gané mucho dinero.
—¿Haciendo qué? —dijo Galatea.
Mizzel pareció algo incómodo.
—No quiero entrar en detalles —dijo—. Digamos simplemente que tenía algo que ver con… esto, gases corporales… y llamas.
Nadie dijo nada durante un segundo o dos. Entonces Charry habló claramente:
—¿Te tirabas pedos de fuego? —dijo.
Todos contuvieron sus risas con un gran esfuerzo de voluntad.
Todos menos Skebble, quien soltó una risotada.
—¡Era eso! —dijo—. Era eso, ¿no es cierto?
—Me ganaba la vida —dijo Mizzel, con una mirada de odio fija en Charry y las orejas encendidas—. Ahora, por favor, ¿puedo continuar mi historia?
—Por favor —dijo Skebble—. ¿Adónde quieres llegar?
—Bueno, creo que si pudiéramos navegar con este maldito barco hasta Babilonium, probablemente podríamos encontrar a alguien que nos comprara el zethek y le exhibiera en alguno de esos espectáculos de bichos raros.
—¿Nos darían mucho dinero por un trato así?
—Nos aseguraremos de que así sea. Y cuando hayamos cerrado el trato, volvemos a Tazmagor, mandamos limpiar la bodega y compramos otro cargamento de pescado.
—¿Tú qué opinas? —preguntó Candy a Skebble.
Echó una ojeada a la criatura amarrada, rascándose la barba desaliñada.
—No perdemos nada intentándolo —contestó.
—¿Babilonium, entonces? —dijo Candy.
—¿Qué? ¿Tenéis algún problema? —dijo Skebble impertinentemente. Habían sido dos horas desalentadoras y llenas de acontecimientos. Estaba visiblemente agotado, con las energías gastadas—. Si no queréis venir con nosotros…
—No, no, vendremos —dijo Candy—. Nunca he estado en Babilonium.
—¡El patio del recreo de Abarat! —dijo Malingo—. ¡Diversión para toda la familia!
—Bien, СКАЧАТЬ