Novelas completas. Jane Austen
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Название: Novelas completas

Автор: Jane Austen

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Colección Oro

isbn: 9788418211188

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      —¿Hay alguna posibilidad de verla a usted y a sus hermanas en la ciudad este invierno, señorita Dashwood?

      —Temo que de ninguna manera.

      —Entonces debo decirle adiós por más tiempo del que deseara.

      Frente a Marianne solo inclinó la cabeza, sin proferir palabra.

      —Vamos, coronel —insistió la señora Jennings—, antes de irse, díganos a qué va.

      El coronel le deseó los buenos días y, acompañado de sir John, abandonó la habitación.

      Las quejas y lamentaciones que hasta entonces la buena educación había reprimido, ahora estallaron de forma generalizada; y todos convivieron una y otra vez en lo enojoso que era sentirse así de desairado.

      —Puedo adivinar, sin embargo, qué negocio es ese —dijo la señora Jennings con gran contento.

      —¿De verdad, señora? —dijeron casi al unísono.

      —Sí, estoy segura de que se trata de la señorita Williams.

      —¿Y quién es la señorita Williams? —preguntó Marianne.

      —¡Cómo! ¿No sabe usted quién es la señorita Williams? Estoy segura de que tiene que haberla oído nombrar antes. Es pariente del coronel, querida; una pariente muy próxima. No diremos cuán próxima, por temor a escandalizar a las jovencitas. —Después, bajando la voz un tanto, le dijo a Elinor—: Es su hija natural.

      —¡No puede ser!

      —¡Oh, sí! Y se le parece como una gota de agua a otra. Me atrevería a decir que el coronel habrá testado a su favor.

      Al volver, sir John se unió con gran entusiasmo al lamento general por tan desafortunado incidente; sin embargo, concluyó observando que como estaban todos juntos, debían hacer algo que los alegrara; y tras algunas consultas acordaron que aunque solo podían encontrar felicidad en Whitwell, podrían procurarse una aceptable tranquilidad de espíritu dando un paseo por el campo. Trajeron entonces los carruajes; el de Willoughby fue el primero, y nunca se vio más contenta Marianne que cuando se acomodó en él. Willoughby condujo muy deprisa a través de la finca, y muy pronto se habían perdido de vista; y nada más se supo de ellos hasta su regreso, lo que no ocurrió sino después de que todos los demás habían llegado. Ambos parecían entusiasmados con su paseo, pero dijeron solo en términos generales que no habían salido de los caminos, en tanto los otros habían ido hacia las colinas.

      Se acordó que al atardecer habría un baile y que todos deberían estar muy contentos durante todo el día. Otros miembros de la familia Carey llegaron a cenar, y tuvieron el placer de juntarse casi veinte a la mesa, lo que sir John observó muy alegre. Willoughby ocupó su lugar habitual entre las dos señoritas Dashwood mayores. La señora Jennings se sentó a la derecha de Elinor; y no llevaban mucho allí cuando se cruzó por detrás de la joven y de Willoughby y dijo a Marianne, en voz lo bastante alta para que ambos escucharan:

      —Los he descubierto, a pesar de todas sus patrañas. Sé dónde pasaron la mañana.

      Marianne enrojeció, y replicó con voz nerviosa:

      —¿Dónde, si me hace el favor?

      —¿Acaso no sabía usted —dijo Willoughby— que habíamos salido en mi calesa?

      —Sí, sí, señor “Descaro”, eso lo sé bien, y estaba decidida a descubrir dónde habían estado.

      —Espero que le guste su casa, señorita Marianne. Es muy grande, ya lo sé, y cuando venga a visitarla, espero que la haya amueblado de nuevo, porque le hacía mucha falta la última vez que estuve ahí hace seis años.

      Marianne se dio la vuelta en un estado de gran excitación. La señora Jennings rio de buena gana; y Elinor descubrió que en su insistencia por saber dónde habían estado, llegó a hacer que su propia sirvienta interrogara al mozo del señor Willoughby, y que por esa vía supo que habían ido a Allenham y pasado un buen rato paseando por el jardín y recorriendo la finca.

      A Elinor se le hacía difícil creer que ello fuera cierto, ya que parecía tan improbable que Willoughby propusiera, o Marianne aceptara, entrar en la casa mientras la señora Smith, a quien Marianne jamás había sido presentada, se encontrara allí.

      Tan pronto salieron del comedor, Elinor le preguntó sobre lo sucedido; y su sorpresa fue grande al descubrir que cada una de las circunstancias que había relatado la señora Jennings era completamente verdadera. Marianne se mostró bastante furiosa con su hermana por haberlo puesto en duda.

      —¿Por qué habías de pensar, Elinor, que no fuimos allá o que no vimos la casa? ¿Acaso no es eso lo que frecuentemente has querido hacer tú misma?

      —Sí, Marianne, pero yo no iría mientras la señora Smith estuviera allí, y sin otra compañía que el señor Willoughby.

      —El señor Willoughby, sin embargo, es la única persona que puede tener derecho a mostrar esa casa; y como fue en un carruaje descubierto, era imposible tener otro acompañante. Nunca he pasado una mañana tan feliz en toda mi vida.

      —Temo —respondió Elinor— que lo feliz de una ocupación no es siempre prueba de su corrección.

      —Al contrario, nada puede ser una prueba más segura de ello, Elinor; pues si lo que hice hubiera sido de alguna manera incorrecto, lo habría estado sintiendo todo el tiempo, porque siempre sabemos cuando actuamos mal, y con tal convicción no podría haber sido feliz.

      —Pero, mi querida Marianne, como esto ya te ha expuesto a algunas observaciones bastante inoportunas, ¿no comienzas a poner en duda ahora la discreción de tu conducta?

      —Si las observaciones inoportunas de la señora Jennings van a ser prueba de la incorrección de una conducta, todos nos encontramos en falta en cada uno de los momentos de nuestra vida. No valoro sus censuras más de lo que valoraría sus elogios. No tengo conciencia de haber hecho nada malo al pasear por los jardines de la señora Smith o visitar su casa. Algún día serán del señor Willoughby, y...

      —Si un día fueran a ser tuyas, Marianne, eso no justificaría como has obrado.

      Marianne mudó de color ante esta insinuación, pero hasta se veía que era gratificante para ella; y tras un lapso de diez minutos de intensa meditación, se acercó nuevamente a su hermana y le dijo con bastante buen humor:

      —Probablemente, Elinor, fue imprudente de mi parte ir a Allenham; pero el señor Willoughby quería muy singularmente mostrarme el lugar; y es una casa preciosa, te lo aseguro. Hay una salita extremadamente bella arriba, de un tamaño muy agradable y cómodo, que puede ser usada a lo largo de todo el año, y con muebles modernos resultaría encantadora. Está situada en una esquina, con ventanas a ambos lados. Hacia un lado, a través de un campo plantado de césped donde se juega a los bolos, tras la casa, se abre un precioso bosque en pendiente; hacia el otro, divisas la iglesia y la aldea y, más allá, esas bellas colinas escarpadas que tantas veces hemos admirado. No vi esta salita en la mejor de las condiciones, porque nada podría estar más abandonado que ese mobiliario... pero si se lo arreglara con cosas nuevas... un par de cientos de libras, dice Willoughby, la transformarían en una de las salas de verano más agradables de toda Inglaterra.

      Si Elinor la hubiera podido escuchar sin interrupciones de los demás, le СКАЧАТЬ