Название: Una Corona para Los Asesinos
Автор: Морган Райс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Книги для детей: прочее
isbn: 9781094305486
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«Si alguna de vosotras cree que estoy poco menos que feliz por vosotras, se equivoca. No me perdería este día por » —les mandó Lucas a las dos—. «¿Estás preparada para ser reina, Sofía?»
Como respuesta, Sofía se bajó del carruaje y se dirigió al escenario dando largos pasos mientras la multitud aclamaba. Se dio la vuelta y miró a la gente que estaba allí reunida, sintiendo la alegría y la esperanza por su parte. Sabía que esperaban que ella hablara.
—Hace unas semanas, tomé Ashton por la fuerza —dijo—. Tomé decisiones como reina porque tenía un ejército que me respaldaba. Después fui hasta la Asamblea de los Nobles y les expuse mi caso. Aceptaron que yo fuera la reina porque mi sangre me daba derecho a ello. Hoy voy a ser coronada, pero ninguna de estas cosas parece suficiente. Por eso os pregunto: ¿me queréis a mí como vuestra reina?
Cuando vino la respuesta en forma de clamor, Sofía se dirigió hacia el trono y se sentó en él. Hans se acercó con una corona, algo delicado cuyo hilos de platino y oro se entrelazaban para parecer enredaderas, con flores enjoyadas colocadas a lo largo de su circunferencia. Se la pasó a la suma sacerdotisa de la Diosa Enmascarada. Esta era una parte de la ceremonia de la que Sofía hubiera prescindido, pero si iba a reunificar Ashton entera, debía demostrar que estaba dispuesta a aceptar a toda su gente, incluidos los muchos seguidores de la Iglesia Enmascarada.
—Por el poder que me otorga la Diosa Enmascarada —dijo la suma sacerdotisa y se detuvo como si recordara que debía decir más—, por el derecho de su linaje, la autoridad de la Asamblea y… al parecer, la voluntad del pueblo, yo te nombro a ti, Sofía, reina de este reino.
Los vítores al colocar la corona sobre la cabeza de Sofía fueron casi ensordecedores. Sofía echó un vistazo a las caras sonrientes de la gente que le importaba y supo que había muy pocas cosas que pudieran hacerla más feliz.
Excepto, evidentemente, la boda que venía a continuación.
***
Sebastián estaba en la entrada del templo de la Diosa Enmascarada, deseando haber podido estar con Sofía en el momento en que la coronaran. Pero eso hubiera sido romper demasiado la tradición, dado lo que estaban a punto de hacer.
—¿Nervioso? —le preguntó a Will, que estaba a su lado vestido con su uniforme de soldado. Su familia estaría en algún lugar entre la multitud. Una parte de Sebastián deseaba que su familia también estuviera aún allí para ver este momento, a pesar de todo lo que le habían hecho al reino, a él y a Sofía.
—Aterrorizado —le aseguró Will—. ¿Y tú?
Sebastián sonrió.
—Yo estoy feliz de que todo esto esté pasando, después de todo lo que hubo antes.
Sonaron las trompetas, que le avisaban de que era el momento de avanzar y unirse en matrimonio a la mujer que amaba. Avanzó entre la multitud, su atuendo era tan sencillo como el de Sofía, la segunda mitad que completaba un todo. La gente se apartaba para dejarlo pasar y a Sebastián aún le sorprendía un poco la buena voluntad que parecían tener hacia él a pesar de los rumores que habían empezado con él, y a pesar de todo lo que había hecho su familia a lo largo de los años.
Subió a la plataforma y se puso sobre una rodilla, con la cabeza agachada en reconocimiento a su recién proclamada reina. Sofía se rio, se levantó y tiró de él para que se pusiera de pie.
—No tienes por qué hacerlo —dijo ella—. Tú no tienes que hacerme una reverencia nunca.
—Pero lo hago —respondió Sebastián—. Quiero que la gente sepa que este reino es tuyo. Que la reina eres tú.
—Y pronto tú serás mi rey a mi lado —dijo Sofía. Parecía que quería besarlo y, desde luego, Sebastián quería besarla a ella, pero eso tendría que esperar.
La suma sacerdotisa hizo un pequeño ruido de enfado, como para recordarles que había una boda a la espera.
—Estamos hoy reunidos para presenciar la boda de la Reina Sofía de la Casa Danse con el Príncipe Sebastián de la Casa Flamberg. Están desenmascarados a la vista de la diosa y el uno ante el otro.
Convenientemente omitió la parte en la que ninguno de ellos había seguido la ceremonia tradicional desde el principio. Sebastián lo dejó pasar. El hecho de que se iba a casar con la mujer que amaba era lo único que importaba.
—Ahora la Reina Sofía me dice que desea decir unas palabras en este momento —dijo la suma sacerdotisa—. ¿Su Majestad?
Sofía alargó el brazo para tocar la cara de Sebastián y, en aquel instante, la multitud estaba tan en silencio que la brisa transportaba sus palabras.
—Cuando te conocí —dijo—, no sabía quién era. No sabía cuál era mi lugar en el mundo, o si lo tenía. Pero sabía que te amaba. Esa parte era una constante. Esa parte no ha cambiado. Te amo, Sebastián, y quiero pasar el resto de mi vida contigo.
A continuación, era el turno de Sebastián, pero no se había preparado lo que tenía que decir. Pensaba que cuando llegara el momento lo sabría y así fue.
—Hemos pasado mucho —dijo Sebastián—. Ha habido momentos en los que pensaba que te había perdido y momentos en los que sabía que no te merecía. Intenté seguirte más allá del reino y, al final, fuiste tú la que me encontró a mí aquí. Te amo, Sofía. —Hizo una pausa durante un instante y sonrió—. Nunca pensé que sería yo el que se casaría con alguien de la realeza.
La suma sacerdotisa les cogió las manos y colocó una sobre la otra. El corazón de Sebastián latía a toda velocidad por los nervios. Normalmente, este era el momento en el que los declaraba marido y mujer, pero así no era como Sofía quería las cosas.
En su lugar, sonaron los cuernos.
***
Catalina miró hacia la entrada de la Iglesia de la Diosa Enmascarada, incapaz de contener su emoción por más tiempo. En cualquier otro momento, la coronación y la boda de su hermana ya hubieran hecho de este uno de los mejores días de su vida, pero ahora parecía que ella ya había esperado lo suficiente. Observaba con gran expectación como Will avanzaba.
Ninguno de ellos se veía tan majestuoso como Sofía y Sebastián, pero a Catalina ya le iba bien. Ellos eran soldados, no gobernantes. Le bastaba con que Will fuera el mismo chico guapo que había visto por primera vez cuando este había ido de visita a la forja de sus padres.
Marchó hacia la plataforma y, a medio camino de su trayecto, Lord Cranston y sus hombres desenfundaron sus espadas y formaron un arco de acero bajo el que pasó Will. A Catalina le alegró verlo y le alegraba que estuvieron todos vivos todavía tras las batallas que habían librado.
Will subió a la plataforma y Catalina le agarró ella misma la mano, sin esperar a que una vieja sacerdotisa mustia decidiera que era el momento.
—Cuando te conocí —dijo Will—, pensé que eras testaruda y terca y que era posible que hicieras que nos mataran a los dos. Me preguntaba qué clase de chica había venido a la forja de mis padres. Ahora sé que eres todas esas cosas, Catalina, y esta es solo una parte de lo que te hace tan increíble. Quiero ser tu marido hasta que las estrellas se apaguen tanto que no te pueda ver, o СКАЧАТЬ