¿Ha enterrado la ciencia a Dios?. John C. Lennox
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Название: ¿Ha enterrado la ciencia a Dios?

Автор: John C. Lennox

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Pensamiento Actual

isbn: 9788432152139

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СКАЧАТЬ es que no la hay, claro. No hace falta esforzarse mucho para darse cuenta de que ningún erudito o pensador bíblico serio apoyaría tal definición. Francis Collins escribe sobre la definición de Dawkins, diciendo que «ciertamente no describe la fe de los creyentes más profundos de la historia, ni la de la mayoría de los que conozco personalmente»[7]. Alister McGrath[8] apunta en su accesible crítica de la postura de Dawkins, que este ha fracasado en su intento de enganchar a cualquier pensador cristiano serio. ¿Qué habría pues de pensar sobre su excelente máxima: «La próxima vez que alguien te diga que algo es cierto, pregúntale: “¿Qué tipo de pruebas lo justifican?”. Y si no recibes una buena respuesta, espero que te lo pienses muy bien antes de creerle»[9]. Se nos podría perdonar ceder a la tentación de aplicarle su propia máxima y no creer una palabra de lo que dice.

      Pero Dawkins no es el único en mantener esa noción errónea de que la fe en Dios no se basa en ningún tipo de evidencia. La experiencia muestra que es una postura relativamente común entre los miembros de la comunidad científica, aunque se formule de modo ligeramente distinto. Se nos dice frecuentemente que la fe en Dios “pertenece al ámbito privado, mientras que el compromiso científico pertenece al dominio público”, y que “la fe en Dios es un tipo diferente de fe de la que actúa en la ciencia”; en resumen, es “fe ciega”. Tendremos ocasión de analizar este tema más en detalle en el Capítulo 4, en la sección sobre la inteligibilidad racional del universo.

      Ahora bien, cómo se interpreten esas estadísticas es un asunto complejo. Larsen, por ejemplo, también descubrió que para niveles de ingresos superiores a 150 000$ al año, la creencia en Dios desciende significativamente, tendencia no claramente limitada a los miembros de la comunidad científica.

      Cualesquiera que sean las implicaciones de tales estadísticas, seguramente esas encuestas proporcionan pruebas suficientes de que Dawkins bien pueda tener razón sobre la dificultad de llevar a cabo su ominosa y totalitaria tarea de intentar erradicar la fe en Dios entre los científicos. Porque, además del casi 40 % de científicos creyentes de la encuesta general, ha habido y hay científicos muy eminentes que sí creen en Dios: en particular, Francis Collins, primer director del Proyecto del Genoma Humano, el profesor Bill Phillips, ganador del Premio Nobel de Física en 1997, Sir Brian Heap FRS (Fellow Royal Society o miembro de la Real Academia de las Ciencias), ex vicepresidente de la Real Academia de las Ciencias y Sir John Houghton FRS, antiguo director de la Oficina Meteorológica Británica, Co-Presidente del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático y director de la Iniciativa John Ray sobre el Medio Ambiente, por nombrar sólo algunos.

      Por supuesto, la cuestión no se resuelve con estadísticas, por muy interesantes que sean. Ciertamente, la fe en Dios confesada incluso por eminentes científicos no parece tener efecto atemperador alguno en los estridentes tonos de Atkins, Dawkins y otros, mientras orquestan su guerra contra Dios en nombre de la ciencia. Tal vez sería más preciso decir que están convencidos, no tanto de que la ciencia esté en guerra con Dios, sino de que la guerra ya ha terminado, obteniéndose para la ciencia la victoria final. El mundo simplemente necesita ser informado de que, haciendo eco a Nietzsche, Dios está muerto y la ciencia lo ha enterrado. En esta línea, Peter Atkins escribe:

      Es este sin duda un lenguaje triunfalista. Pero ¿está realmente asegurado el triunfo? ¿Qué religión ha fallado y a qué nivel? Aunque la ciencia es sin duda una gozada, ¿es realmente el deleite supremo del intelecto? ¿Qué hay de la música, el arte, la literatura, el amor y la verdad? ¿no tienen nada que ver con el intelecto? Se puede escuchar el creciente coro de protestas de las humanidades.

      Es más, el hecho de que haya científicos que parecen estar en guerra con Dios no es exactamente igual a que la ciencia esté en guerra con Dios. Por ejemplo, algunos músicos son ateos militantes. Pero ¿significa eso de que la música en sí misma esté en guerra con Dios? No parece. La idea es que las declaraciones de los científicos no son necesariamente declaraciones de la ciencia ni tampoco —se podría añadir— son necesariamente verdaderas, a pesar de que la ciencia tenga un prestigio tan grande que a menudo se las tome como tal. Por ejemplo, las afirmaciones de Atkins y Dawkins, con las que comenzamos, pertenecen a esa categoría. No son afirmaciones científicas sino expresiones de fe, de una creencia personal, y no esencialmente distintas (aunque claramente menos tolerantes) de muchas expresiones del tipo de fe que Dawkins pretende erradicar. Por supuesto, el hecho de que los pronunciamientos de Dawkins y Atkins recién citados sean declaraciones de fe no quiere necesariamente decir que esas declaraciones sean falsas; simplemente no deben tratarse como si constituyeran ciencia autorizada. Lo que hay que ver, primero, es a qué categoría pertenecen, y, después, si son verdaderas.

      Evidentemente, de nuevo, las afirmaciones recién apuntadas no pertenecen a la ciencia sino al ámbito de la creencia personal. Debe señalarse, sin embargo, que contienen pistas sobre las pruebas que podrían aducirse para respaldar las creencias. Sir Ghillean Prance dice explícitamente, por ejemplo, que la ciencia misma confirma su fe. Así que, se da la curiosa situación de que, por un lado, los pensadores naturalistas nos dicen que la ciencia ha eliminado a Dios, y, por otro, los teístas apuntan que la ciencia confirma su fe en Dios. СКАЧАТЬ