Dramas de Guillermo Shakespeare: El Mercader de Venecia, Macbeth, Romeo y Julieta, Otelo. William Shakespeare
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      Me servirá de cebo en la caña de pescar. Me servirá para satisfacer mis odios. Me ha arruinado. Por él he perdido medio millon: él se ha reido de mis ganancias y de mis pérdidas: ha afrentado mi raza y linaje, ha dado calor á mis enemigos y ha desalentado á mis amigos. Y todo ¿por qué? Por que soy judío. ¿Y el judío no tiene ojos, no tiene manos ni órganos ni alma, ni sentidos ni pasiones? ¿No se alimenta de los mismos manjares, no recibe las mismas heridas, no padece las mismas enfermedades y se cura con iguales medicinas, no tiene calor en verano y frio en invierno, lo mismo que el cristiano? Si le pican ¿no sangra? ¿No se rie si le hacen cosquillas? ¿No se muere si le envenenan? Si le ofenden, ¿no trata de vengarse? Si en todo lo demas somos tan semejantes ¿por qué no hemos de parecernos en esto? Si un judío ofende á un cristiano ¿no se venga éste, á pesar de su cristiana caridad? Y si un cristiano á un judío, ¿qué enseña al judío la humildad cristiana? A vengarse. Yo os imitaré en todo lo malo, y para poco he de ser, si no supero á mis maestros.

      UN CRIADO.

      Señores: mi amo Antonio os espera en su casa, para hablaros de negocios importantes.

      SALARINO.

      Largo tiempo hace que le buscamos.

      (Sale Túbal.)

      SALANIO.

      Hé aquí otro de su misma tribu: no se encontraria otro tercero que los igualase como no fuese el mismísimo demonio.

      (Vanse.)

      SYLOCK.

      Túbal, ¿qué noticias traes de Génova? ¿qué sabes de mi hija?

      TÚBAL.

      Oí noticias de ella en muchas partes, pero nunca la ví.

      SYLOCK.

      Nunca ha caido otra maldicion igual sobre nuestra raza. Mira: se llevó un diamante que me habia costado dos mil ducados en la feria de Francfort. Dos mil ducados del diamante, y ademas muchas alhajas preciosas. Poco me importaria ver muerta á mi hija, como tuviera los diamantes en las orejas, y los ducados en el ataud. ¿Pero nada, nada has averiguado de ellos? ¡Maldito sea yo! ¡Y cuánto dinero he gastado en buscarla! ¡Tanto que se llevó el ladron, y tanto cómo llevo gastado en su busca, y todavía no me he vengado! Cada dia me trae una nueva pérdida. Todo género de lástimas y miserias ha caido sobre mí.

      TÚBAL.

      No eres tú el solo desgraciado. Me contaron en Génova que tambien Antonio...

      SYLOCK.

      ¿Qué, qué? ¿le ha sucedido alguna desgracia?

      TÚBAL.

      Se le ha perdido un barco que venia de Trípoli.

      SYLOCK.

      ¡Bendito sea Dios! ¿Pero eso es cierto?

      TÚBAL.

      Me lo han contado algunos marineros escapados del naufragio.

      SYLOCK.

      ¡Gracias, amigo Túbal, gracias! ¡Qué felices nuevas! ¿Con qué en Génova, eh, en Génova?

      TÚBAL.

      Dicen que tu hija ha gastado en Génova ochenta ducados en una noche.

      SYLOCK.

      ¡Qué daga me estás clavando en el corazon! ¡Pobre dinero mio! ¡En una noche sola ochenta ducados!

      TÚBAL.

      Varios acreedores de Antonio, con quienes vengo desde Génova, tienen por inevitable su quiebra.

      SYLOCK.

      ¡Oh! ¡qué felicidad! Le atormentaré. Me he de vengar con creces.

      TÚBAL.

      Uno de esos acreedores me mostró una sortija, con que tu hija le habia pagado un mono que compró.

      SYLOCK.

      ¡Cállate, maldecido! ¿Quieres martirizarme? Es mi turquesa. Me la regaló Lia, cuando yo era soltero. No la hubiera yo cedido por todo un desierto henchido de monos.

      TÚBAL.

      Pero no tiene duda que Antonio está completamente arruinado.

      SYLOCK.

      Eso me consuela. Eso tiene que ser verdad. Túbal, avísame un alguacil para dentro de quince dias. Si no paga la fianza, le sacaré las entrañas; si no fuera por él, haria yo en Venecia cuantos negocios quisiera. Túbal, nos veremos en la sinagoga. Adios, querido Túbal.

      ESCENA II.

      Quinta de Pórcia.

      BASANIO, PÓRCIA, GRACIANO, NERISSA y criados.

      PÓRCIA.

      Os ruego que no os deis prisa. Esperad siquiera un dia ó dos, porque si no acertais en la eleccion, os pierdo para siempre. Hay en mi alma algo que me dice (no sé si será amor) que seria para mí un dolor que os fueseis. Odio ya veis que no puede ser. Si no os parecen bastante claras mis palabras (porque una doncella sólo puede hablar de estas cosas con el pensamiento) os suplicaria que permanecieseis aquí uno ó dos meses. Con esto tendré bastante tiempo para enseñaros el modo de no errar. Pero ¡ay! no puedo, porque seria faltar á mi juramento, y no he de ser perjura aunque os pierda. Si errais, hareis que me lamente mucho de haber faltado á mi juramento. ¡Ojalá nunca hubiera yo visto vuestros ojos! Su fulgor me ha partido el alma: sólo la mitad es mia, la otra mitad vuestra... He querido decir mia, pero no es mia, vuestra es tambien, y toda yo os pertenezco. Este siglo infeliz en que vivimos pone obstáculos entre el poseedor y su derecho. Por eso, y á la vez, soy vuestra y no lo soy. El hado tiene la culpa, y él es quien debe pagarla é ir al infierno, yo no. Hablo demasiado, pero es por entretener el tiempo, y detenerle, y con él vuestra eleccion.

      BASANIO.

      Permitid que la suerte decida. Estoy como en el tormento.

      PÓRCIA.

      ¿Basanio en el tormento? pues qué, ¿hay algun engaño en vuestro amor?

      BASANIO.

      Hay un recelo, que me presenta como imposible mi felicidad. Antes harán alianza el fuego y el hielo, que mi amor y la traicion.

      PÓRCIA.

      Me temo que esteis hablando desde el tormento, donde el hombre, bien contra su voluntad, confiesa lo cierto.

      BASANIO.

      Pórcia, mi vida consiste en vos. Dádmela, y os diré toda la verdad.

      PÓRCIA.

      Decídmela y vivireis.

      BASANIO.

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