Название: Pedro Casciaro
Автор: Rafael Fiol Mateos
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Libros sobre el Opus Dei
isbn: 9788432152313
isbn:
[35] J. C. MARTÍN DE LA HOZ, Mons. Pedro Casciaro Ramírez, en SetD 10 (2016), p. 109.
[36] Cfr. J. L. GONZÁLEZ GULLÓN, DYA. La Academia y Residencia en la historia del Opus Dei (1933-1939), op. cit., pp. 490-509.
[37] Cfr. J. CERVERA, Madrid en guerra. La ciudad clandestina, 1936-1939, Alianza Editorial, Madrid 1998, p. 41.
[38] S. G. PAYNE, La guerra civil española, op. cit., p. 74.
[39] J. RUIZ, El Terror Rojo. Madrid 1936, op. cit., p. 56.
[40] Ibid.
[41] S. G. PAYNE, La guerra civil española, op. cit., p. 76.
[42] J. RUIZ, El Terror Rojo. Madrid 1936, op. cit., p. 57.
[43] J. CERVERA, Madrid en guerra. La ciudad clandestina, op. cit., p. 41.
3.
LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
CON LA VICTORIA DEL FRENTE POPULAR, había cambiado la composición del ayuntamiento de Albacete, y el padre de Pedro pasó de concejal a teniente alcalde de esa corporación, ocupando por tanto un puesto muy significado en la ciudad[1].
Pedro llegó a Albacete el 13 de julio de 1936. Los días previos estaba inquieto por los posibles enfrentamientos con su padre con motivo de los acontecimientos político-religiosos: «Cuando se lo comenté al Padre, puso las cosas en su punto; me dijo que tenía que ir con mi familia; me aconsejó que viviera, por encima de todo, la piedad filial, y me recomendó que rezara por mi padre y no discutiera con él de política»[2].
Permaneció tres días con sus padres en Albacete, donde apenas pudieron hablar, y el 16 de julio partió hacia Torrevieja, donde ya se encontraba su hermano pequeño José María. El 17 de julio tuvo lugar la sublevación militar en las islas Canarias y en las colonias españolas de África, y al día siguiente se extendió por el resto del territorio del país. Comenzaba la guerra civil española, que se prolongaría durante casi tres años.
En las primeras semanas de la contienda se desató una represión despiadada contra la Iglesia en la zona que quedó bajo las autoridades de la República[3]. Muchos obispos, sacerdotes, religiosas, religiosos y fieles laicos fueron asesinados por odio a la fe; numerosas iglesias y conventos fueron profanados e incendiados[4].
En Albacete triunfó el alzamiento militar. «El padre de Pedro Casciaro fue detenido junto con otros conocidos republicanos de la ciudad». Sin embargo, «el 4 de agosto Albacete fue cercada por las tropas leales a la República y, con la ayuda de la Infantería de marina y de milicianos venidos de Cartagena, fue conquistada»[5]. Enseguida se establecieron tribunales populares que comenzaron a actuar[6]. Pedro Casciaro Parodi fue liberado de la cárcel y nombrado presidente del Frente Popular en la provincia[7].
Las actuaciones contra la Iglesia de algunos milicianos y de determinados mandatarios del Frente Popular encresparon al padre de Pedro, quien procuró ayudar a los perseguidos. De hecho, en los meses siguientes «logró salvar varias vidas, especialmente de sacerdotes y religiosas». Como recuerda Pedro: «Mi padre, a pesar del cargo que ocupaba en aquella nueva coyuntura política, tan confusa y caótica, deploraba con toda el alma el dramático desarrollo que habían tomado los acontecimientos»[8].
Es más, permitió que en su casa quedara reservada la Eucaristía. Las autoridades eclesiásticas de la diócesis pensaron que era un lugar seguro para guardar el Santísimo, porque la posición del señor Casciaro ofrecía protección. En un armarito de la sala de recibir, que quedó cerrada durante ese tiempo —cerca de dos años—, se custodiaron las especies sacramentales. Pedro recuerda que, «gracias a esto, el bibliotecario del Instituto —que acababa de llegar destinado a Albacete y nadie sabía que era sacerdote—, protegido por mi padre, pudo atender a muchos enfermos administrándoles el Viático»[9]. La señora Casciaro tenía permiso para «comulgar directamente todos los días que lo deseara, y así lo hizo»[10].
Pedro Casciaro Parodi también fue nombrado presidente de la Junta de Defensa del Patrimonio Artístico. En el ejercicio de este cargo, salvó valiosas obras de arte religioso: entre otras, la imagen de la Virgen de los Llanos, Patrona de la ciudad[11].
JUGARSE LA VIDA
Al estallar el conflicto, Pedro fue llamado a filas. Se presentó en el ayuntamiento de Alicante para este fin, pero en el reconocimiento médico fue declarado no apto para el servicio militar porque necesitaba usar lentes; de manera que regresó a Los Hoyos, en Torrevieja.
A partir de entonces, por ser coherente con su fe, corrió con frecuencia el riesgo de ser detenido y llevado a prisión. «En las primeras semanas de la guerra se recrudeció el anticlericalismo», escribió Pedro, «y tuvo lugar una tremenda persecución contra la Iglesia. Recordaré únicamente una cifra particularmente expresiva: en sólo un día, el 25 de julio, fiesta de Santiago, Patrón de España, fueron asesinados 95 eclesiásticos en todo el país. Recuerdo muy bien aquel día, porque fue el último en el que pude asistir a Misa en Torrevieja, en unos locales provisionales de la parroquia, que había sido incendiada»[12].
Para muchos, esas circunstancias hubieran justificado un «¿qué se le va a hacer?, ad impossibilia nemo tenetur»[13]. Pero Pedro, que deseaba ir a Misa diariamente, no se encogió ante el peligro. A sus 21 años, cada mañana tomaba una bicicleta y recorría siete u ocho kilómetros de camino hasta Torrelamata, un pueblo vecino, donde un sacerdote seguía celebrando Misa: una acción desafiante, valiente. «Llegar hasta aquel lugar no era nada sencillo: necesitaba un salvoconducto» y debía mostrarlo «sin cesar en los numerosos puestos de control que había en las salidas de las carreteras»[14]. Resultó que «el párroco de aquel pueblecito era un sacerdote anciano, que había regresado recientemente desde México, después de muchos años de ministerio sacerdotal en ese país. Tenía gran devoción a Nuestra Señora de Guadalupe, advocación mariana que yo desconocía. Lo habían llevado, pocos días antes, al Comité Revolucionario del pueblo, pero no se arredró: acudió con gran confianza en su interior a la Guadalupana y lo dejaron, sorprendentemente, en libertad. Poco después le prohibieron celebrar Misa»[15].
Pedro contaba que, cuando ese sacerdote fue conducido ante el Comité Revolucionario, vestía un sombrero negro de seglar, dentro del cual había colocado una pequeña estampa de la Virgen del Tepeyac, para que lo protegiera. Esta fue la primera noticia que tuvo Pedro sobre la Virgen de Guadalupe, a quien visitaría con frecuencia en su Basílica años después.
A Torrevieja llegaban informaciones confusas, que lo inquietaban: «Se hablaba de miles de asesinatos en Madrid; y las cifras iban СКАЧАТЬ