Название: Viajes por Filipinas: De Manila á Marianas
Автор: Juan Alvarez Guerra
Издательство: Bookwire
Жанр: Путеводители
isbn: 4057664146557
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Hoy que han pasado muchos años, recuerda la vieja con pena aquel incidente de joven, que después de todo, conociendo el carácter indio no tiene nada de extraño.
La raza india, cuanto más pura y más lejos está de las grandes capitales, mira al español con una especie de adoración. Sus palabras son órdenes que jamás comenta, de aquí el sucedido de dar á un sastre un pantalón de modelo con un remiendo y hacer siete que se le habían encargado con siete remiendos iguales.
A la capitana Ramona se la pidió chocolate con leche y en el fanatismo de la obediencia creyó de muy buena fe que lo más corto era sustituir los labios del chico por la boca de la chocolatera.
Ejemplos parecidos al de los pantalones y el chocolate se cuentan por todas las islas. El indio jamás comenta, obedece siempre al pié de la letra las palabras del castila.
La revelación del Padre me hizo fijar la atención en la capitana y me persuadí de que si había perdido con los años su hermosura, en cambio había acaudalado con la experiencia cierta discrecional filosofía que descubría un talento nada común, y una amabilidad y deseo de servir tan natural como verdadero.
Se nos había olvidado decir que la capitana era rica. Esto aunque no nos lo dijeron, ya lo habíamos nosotros traducido en la pureza de un riquísimo terno de brillantes que la adornaban.
El que no haya estado en Filipinas, quizás creerá exagerado esto de los brillantes en una india habitante poco menos que de la selva; el que haya estado y recuerde las procesiones y catapúsanes de los pueblos y evoque en su memoria los trajes de las dalagas, sabrá que no tiene nada de extraño el hallar en bajais de caña y cogon riquísimos brillantes y preciadas perlas de Joló.
La antigua capitana de Talisay no solamente tenía buenas alhajas, sino que también era dueña de un gran bote que con sus correspondientes remeros puso á nuestra disposición.
Listo el bote y listos nosotros, ayudados de la lona y de los remos, dimos rumbo en demanda del monte de Taal, gigantesca y sombría masa que se destaca en medio de las aguas.
Los contornos del monte no presentan ninguna regularidad, revelando su situación, conjunto y configuración, las huellas de un gran cataclismo.
En las primeras capas que lamen las aguas, difícilmente crecen algunos raquíticos arbustos sin verdura, frutos ni flores. Más arriba piedras calcinadas y residuos volcánicos son los componentes de aquel coloso que revela en la espesa columna de humo que se eleva de su cráter que en sus entrañas de granito duermen los genios de las ruinas y de los estragos.
¡Desgraciados pueblos los de Taal y Talisay si en el libro de las lágrimas está escrita una nueva erupción!
Las aguas de la laguna tienen una inmovilidad tan constante, un color plomizo tan pronunciado y una superficie tan siniestra, que su conjunto parece reflejar la maldición que pesa sobre las dormidas aguas del mar Muerto.
A cosa de las cuatro de la tarde, bajo un cielo cubierto de negruzcos nubarrones y una temperatura sofocante, atracamos el bote á la falda de la montaña. La ascensión es difícil por ser en algunos puntos la pendiente muy pronunciada. El calor nos ahogaba; las materias volcánicas rechinaban bajo nuestros piés y experimentábamos los efectos de la fuerte irradiación que lo avanzado de la tarde y la falta de sol operaban en las masas calizas impregnadas de los ardientes rayos tropicales. La monotonía del camino, de cuándo en cuándo era interrumpida por precipicios, siniestros testigos que vienen á enseñar al viajero antiguos cáuces por los cuales ha corrido la lava y el fuego.
De trecho en trecho, el ruido producido por nuestras pisadas nos indicaba pasábamos sobre bóvedas. ¿Qué guardarán estas? ¿Dónde terminará su fondo? ¡Profundos misterios de la divina ciencia impenetrables á la humana materia!
Varias veces tuvimos que pararnos á fin de cobrar aliento.
Unas cuantas varas más y estaríamos en la línea del vértice.
Las nubes del poniente confusamente coloreaban el paso del sol; su luminoso disco se aproximaba á su ocaso, cuando un grito se escapó de todos los labios y una fuerte palpitación se experimentó en todos los pechos.
Estábamos en el vértice. Teníamos la profunda sima del volcán bajo nuestros piés. La percepción del panorama es tan instantánea y la grandiosidad del conjunto tan colosal, que el espíritu se sobrecoge ante aquella maravilla, no dando por largo tiempo cabida más que á una muda al par que profunda admiración.
Las proporciones del cráter son colosales. Lo forma en su conjunto la cavidad que deja el monte, el cual constituye en su configuración un cono, cuya base mide de bojeo unas 9 millas.
En el fondo del cráter se ven desigualdades, alternando las prominencias con lagunas de más ó menos extensión, impregnadas de materias azufradas según revelan el color de sus aguas.
Por intervalos y con más ó menos intensidad, se elevan columnas de humo de las distintas prominencias, que vienen á ser cual si el fondo estuviera salpicado de pequeños hornillos.
Aunque con trabajo y peligros puede bajarse al cráter, contándose en Talisay de un viajero, que no solamente descendió, sino que permaneció en el fondo muchas horas.
La mayor ó menor cantidad de humo que espele el volcán, la intensidad de calórico que irradia, la actividad en que mantiene sus hornillos, y las altas temperaturas y emanación de gases que constantemente se observa en las pequeñas lagunas, son indicios ciertos de que la lava y el fuego germinan en su seno.
Muchos archivos, y no menos crónicas hemos consultado referentes á Filipinas, y tanto en los unos como en las otras, las noticias que hemos hallado respecto al volcán son muy escasas, remontándose las más antiguas á últimos del siglo XVII; después, y con referencia á los años 1745 y 1749, se vuelven á encontrar algunos datos, confusos unas veces y exagerados otras, cual lo son la mayor parte de los que guardan las escasas y antiguas historias del Archipiélago.
El cuándo y el cómo se formó el volcán, ni la historia lo dice, ni la tradición lo relata; solo la configuración del monte, la relación que en sí guarda con las vertientes del Sungay y el estudio del suelo, pueden conducirnos á la hipótesis más ó menos aproximada de suponer haber corrido por lo que hoy es laguna, una cordillera, que comprendería desde las faldas del Sungay, á las riberas de la laguna de Bay, y quién sabe si llegaría más allá, encadenando sus ásperas lomas con los picos de la isla del Talin, yendo á perderse entre la fragosidad de Morong y Nueva Ecija.
Suposiciones son estas que no tienen comprobante alguno en narración escrita.
La última erupción del volcán acaeció há más de un siglo, pereciendo entre СКАЧАТЬ