La más odiada. Nico Quindt
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Название: La más odiada

Автор: Nico Quindt

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: La más odiada

isbn: 9789874253811

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СКАЧАТЬ o cuatro piernas?... —dijo con sarcasmo.

      —Noooo… pero tengo una chaqueta Dolce Gabbana y unos Louis Vuitton en los pies… —remarqué arqueando las cejas, ya poseída por la impertinencia de ese soquete—. Ya veo, no lo entiendes, sigue pelando cebollas…

      *

      El estúpido maestro Della Fontaine. Un abuelito de unos cuarenta años, amargado y pulcro, que no dejaba de molestarme en cada una de sus tediosas clases, acomodó sus libros de literatura sobre el escritorio. Cuando lo vi entrar en el aula, me crucé de brazos. Él comenzó a escribir en la pizarra y a dictar imbecilidades sin sentido.

      —Señorita Laurent ¿qué le sucede que no escribe? —Preguntó con su tono despectivo y paternal.

      —Las lindas no necesitamos hacer nada… para eso nacimos, para que el mundo esté a nuestros pies… algún esclavo lo hará por mi… —le respondí monumental.

      —Si para cuando termine la clase no tiene todo copiado en su cuaderno le pondré un cero.

      —¡Louis! Ponte a escribir —le ordené dándole mí carpeta para que anotara esas inutilidades. Él se puso de inmediato a copiar en mi cuaderno y en el suyo al mismo tiempo. Yo le sonreí al maestro y él me miró con odio.

      *

      Al fin en casa con mi adorado padre… lejos de esa escuela de inútiles.

      —Hola mi reina —dijo mi papá apenas me vio entrar.

      —Hola mi hermoso… —sí, mi papá es hermoso y le digo hermoso, ¡dejen de pensar en incesto pervertidas!

      —¿Cómo te fue?

      —Bien… —respondí dándole un beso en la mejilla y un abrazo. Me pinchó un poco con su barba apenas recortada.

      —¿Discriminaste a alguna chica más pobre? —Me preguntó con seriedad.

      —Como siempre…

      —¿Le rompiste el corazón a un chico que no tendría oportunidades contigo?

      —Lo habitual…

      —¿Humillaste a las feas?

      —Lo normal…

      —Bien, me alegro… buena chica… —me acarició con ternura.

      —Solo un profesor estúpido quiere que escriba las idioteces que habla…

      —¿Una linda escribiendo? ¿No le dijiste que hay esclavos que lo harán por ti? E incluso computadoras…

      —Se lo dije, pero parece no querer entender… —levanté los hombros y alcé las manos con las palmas hacia arriba.

      —Supongo que pusiste a algún chico pobre que está ilusionado contigo a que copie tus tareas…

      —Todos están ilusionados conmigo… —hice una mueca con la comisura de la boca y levanté la ceja.

      —Te amo princesa.

      Subí a mi habitación a cambiarme de ropa, el uniforme escolar era una bazofia. Nos igualaba a todos, como si alguno de esos desgraciados pudiera ser igual a mí.

      *

      Me desperté temprano para asistir a la clase de Gimnasia. Era lo único que me agradaba de esa escuela de infradotados. El magnífico momento donde podía demostrarles que era realmente superior.

      El profesor Banner era un hombre viejo… como de unos veintitrés años. Pero aun así me caía bien. O al menos su clase era agradable.

      El juego era fútbol, mi deporte favorito. Mis piernas eran muy fuertes, además de tener una buena habilidad. El profesor no hacía jugar varones y mujeres mezclados y yo destacaba entre ambos.

      «OK, perdedores. Aquí voy». Tomé el balón y lo llevé conmigo eludiendo a tres de los chicos.

      —Hasta luego fracasados —les dije. Anna se me acercaba decidida a quitarme la pelota. Era una muchacha de cabellos rojizos y finos, de tez muy blanca. Una arpía de primera línea. Le di un golpe con el codo en los dientes y cayó al suelo desistiendo de perseguirme. Era habilidosa, pero también me gustaba el juego rudo. «Qué perfecta soy por Dios»

      Continué avanzando, Julieta venía hacia mí, tímida con su carita de idiota y su cabello sedoso debo reconocerlo, era muy delgada, pero tenía bellas curvas. Trabé con fuerza contra ella y creo que casi le quiebro sus débiles huesitos de cristal.

      —Ve a jugar a las muñecas, niña mimada.

      Llegué hasta la portería, tenía a la chica gorda en el arco. Era a la única de esas idiotas a la que no odiaba, pero el juego era el juego y yo era implacable e iba a destruirla. La bola de grasa me miraba fijo. Apunté a su rostro, segura de darle en la nariz, quizás si le rompía la quijada sería una mejoría para esa cara desproporcionada. Pateé con todas mis fuerzas y le acerté de lleno en su horrible rostro. Volví a recuperar la pelota, ya con la portera de culo en el suelo y anoté el gol.

      —Sí! ¡Soy increíble!

      Louis vino a chocar los cinco y quedó con la mano en el aire.

      —Ni lo sueñes idiota.

      —¡Señorita Laurent! ¡Venga para aquí! —Ordenó El profesor Banner.

      —No es necesario que me felicite, profesor… ya sé q…

      —Nadie va a felicitarla —me interrumpió—. No te vas a retirar hasta que no pidas disculpas a todos tus compañeros…

      ¿Qué demonios le sucedía a este parásito? Lo miré molesta, pero no quería que me castigara y perderme sus clases.

      —Bueno perdón, perdón por estar tan a la moda, perdón por siempre adivinar las tendencias, perdón por mi cabello sin quebraduras, perdón por haber nacido con este cuerpo perfecto y esta piel humectada naturalmente.

      —Es verdad —afirmó Louis, Anna lo golpeó—. ¿Qué? Su piel está muy humectada…

      —Te vas a sentar allí sola a hacer abdominales. ¡Largo! —Gritó Banner enojado.

      —Ok, ok abuelito —me retiré a hacer abdominales. De todas maneras, me encantaba hacerlas, tenía un abdomen de sueños y me gustaba verlo trabajar.

      —Es tan linda y tan mala… —suspiró Garret.

      —Tenemos que ponerla en su lugar. No puede ser que trate mal a todos… se cree la mejor del mundo —dijo Jessica.

      —Sí —afirmó Brandon— solo porque tiene esos hermosos ojos azules y esas piernas perfectas...

      —Y esa cintura —agregó Garret.

      —Y esas tetas redondas como pomelos… —se babeó Harvey.

      —Y ese cu…

      —Basta!! СКАЧАТЬ