Memorias de Idhún. Saga. Laura Gallego
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Название: Memorias de Idhún. Saga

Автор: Laura Gallego

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Memorias de Idhún

isbn: 9788467569889

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СКАЧАТЬ bellamente tallados. Jack se acercó a examinar la mesa. Su superficie estaba grabada con los mismos símbolos extraños, que se entrelazaban con raros dibujos de animales mitológicos y criaturas que no había visto nunca. En el centro de la mesa había una hendidura circular ligeramente iluminada. Jack alzó la mirada y vio que justo encima, en el techo de la estancia, se abría un tragaluz redondo, por el que se filtraba la suave luz de las estrellas. En él había una vidriera en la que se distinguían las figuras de tres soles y tres lunas.

      Jack retrocedió instintivamente, aterrado sin saber por qué. Se detuvo y obligó a su corazón a calmarse. ¿Qué era lo que lo había alterado de aquella manera?

      Avanzó de nuevo y volvió a mirar hacia arriba. La vidriera no tenía nada de especial. Tres soles dispuestos en forma de triángulo. Tres lunas colocadas de manera que hacían la figura de un triángulo invertido. Ambos triángulos estaban entrelazados, y las líneas de cristal que unían los astros entre ellos formaban... la figura de un hexágono.

      Jack dio un respingo y volvió a coger el colgante de Victoria, que todavía llevaba al cuello, para observarlo con atención, pero la oscuridad le impidió verlo con claridad.

      —Ojalá hubiese algo de luz –murmuró para sí mismo, frustrado.

      Y de pronto hubo un susurro y un chasquido, y una luz cálida y cambiante inundó la estancia. Jack saltó como si lo hubiesen pinchado y miró a su alrededor. Había seis antorchas encendidas colocadas a lo largo de la pared circular.

      —¿Quién anda ahí? –preguntó, tratando de controlar los alocados latidos de su corazón–. ¿Eres tú, Shail?

      No hubo respuesta. Nada se movió. Solo la luz fantasmal de las antorchas temblaba y se agitaba, produciendo sombras inquietantes en la habitación.

      Jack frunció el ceño y se centró en el colgante. Un hexágono como el del techo. ¿Qué significaría aquello?

      Volvió a mirar el tragaluz. Los seis astros relucían enigmáticamente, provocando en su interior una extraña inquietud. Tenía la sensación de que aquello lo había visto antes...

      ... En un cielo extraño y terrorífico envuelto en una luz del color de la sangre.

      Jack se sobresaltó. ¡Ahora lo recordaba! Aquel sueño en el que salía la serpiente gigante... recortada contra un ominoso cielo rojizo. ¿Pero qué significaba todo aquello? ¿Qué tenía que ver aquel signo con él, con sus sueños, con la muerte de sus padres?

      Se inclinó hacia delante para mirar mejor las figuras de cristal del tragaluz y sin darse cuenta apoyó las manos sobre la mesa.

      Súbitamente un intenso haz de luz surgió de la hendidura del centro de la mesa, un haz de luz multicolor que se elevaba como una columna brillante hacia la claraboya de los seis astros. Jack, sobresaltado, dio unos pasos atrás, trastabilló y cayó al suelo. Quedó sentado sobre las baldosas, con la boca abierta, mientras ante él se desarrollaba una escena asombrosa.

      Las luces que salían de la mesa habían comenzado a girar como en un torbellino, mezclándose y entrecruzándose, generando colores extraños y sorprendentes. Giraron y giraron hasta formar una brillante esfera de color verdeazulado.

      Jack tardó unos segundos en comprender que estaba viendo un planeta. Pensó al principio que era la Tierra, pero entonces las luces se definieron y el holograma se hizo más perfecto, y Jack vio que aquella geografía le resultaba completamente desconocida. Descubrió otras tres pequeñas esferas girando en torno a la mayor, y otras tres más grandes que quedaban quietas un poco más allá.

      «Los soles y las lunas», pensó Jack, tragando saliva. Las esferas giraron de pronto más deprisa, y Jack tuvo la sensación de que el planeta se hacía cada vez más grande, hasta cubrirlo todo. Era como si se estuviese acercando allí a toda velocidad. Cerró los ojos, mareado, pero los abrió casi enseguida.

      Y se vio, de alguna manera, allí.

      No estaba sobre su superficie, pero era como si la sobrevolase. Era una sensación maravillosa, y se sintió exultante de felicidad. Desde niño había estado obsesionado con volar, y una de las experiencias vitales que recordaba con más cariño era el vuelo en avioneta con que le había obsequiado un amigo de su padre, que era piloto, cuando vivían en Inglaterra.

      Pero allí no había ninguna avioneta. Estaba solo él, flotando en el cielo, surcando el firmamento. Decidió disfrutar del vuelo y no estropearlo planteándose qué estaba sucediendo exactamente.

      Vio verdes prados y suaves colinas, vio frías estepas y altísimas cordilleras, vio un desierto un poco más allá (se estremeció sin saber por qué), vio un mar infinito, vio ciudades de arquitecturas extrañas y fantásticas (y algunas le recordaron la casa de Limbhad), vio impetuosos torrentes y hermosos y tranquilos lagos... pero, sobre todo, vio los bosques, interminables extensiones de enormes árboles que parecían rozar las nubes.

      Y vio las criaturas.

      Había animales corrientes, como ovejas y caballos, pastando por las praderas, pero también seres que él no había visto nunca. Extraños pájaros de coloridos plumajes le salían al encuentro y bestias que él había jurado que no existían alzaban la cabeza para mirarle desde las llanuras y los claros de los bosques.

      Jack estaba cada vez más confuso. Estaba preguntándose cómo podría despertar de aquel sorprendente sueño cuando los vio.

      El primero de ellos pasó junto a él y lo miró extrañado, pero con un destello de sabiduría en sus ojos dorados. Jack, aterrado, quiso retroceder, y la criatura emitió un gruñido que sonó como una especie de risa.

      Tras él aparecieron tres más. Parecía que bajaban desde detrás de las nubes, por eso no los había visto hasta entonces. Sus escamas relucían al sol como piedras preciosas bruñidas y destellantes. Sus poderosas alas batían el aire provocando remolinos a su alrededor. De entre sus fauces se escapaba, ocasionalmente, alguna voluta de humo.

      Dragones.

      Enormes, magníficos, aterradores y hermosos. Bestias míticas que solo existían en las leyendas y en la imaginación de la gente.

      Jack se sintió inmediatamente fascinado por ellos. Quiso seguirlos, pero ya estaban muy lejos. Se quedó quieto, mirando cómo se alejaban hacia la luz de la mañana.

      De pronto le pareció oír un rugido y entendió, de alguna manera, que se trataba de una advertencia. Vio que los dragones se habían detenido un poco más allá. Intuyó que algo no estaba saliendo bien.

      Las cuatro extraordinarias criaturas, suspendidas en el aire, contemplaban un espectáculo terrorífico: las tres lunas habían emergido por el horizonte y se movían con una rapidez anormal, alzándose hacia lo alto del firmamento, al encuentro de los tres soles. Jack contempló, fascinado y aterrorizado a la vez, cómo los seis astros se entrelazaban en una conjunción asombrosa que, intuyó el muchacho, no se daba muy a menudo. Aguardó, conteniendo el aliento, a que formasen la figura que sabía que iban a dibujar en el cielo: un hexágono perfecto.

      Y, de pronto, algo terrible sucedió.

      La primera señal fue una especie de sonido atronador que sacudió cielo, tierra y mar. La segunda señal fue el tono rojo sangre que comenzó a adquirir el firmamento.

      La tercera señal fue el terror de los dragones. Jack los vio dar media vuelta en el aire y huir, desesperados; СКАЧАТЬ