Memorias de Idhún. Saga. Laura Gallego
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Читать онлайн книгу Memorias de Idhún. Saga - Laura Gallego страница 44

Название: Memorias de Idhún. Saga

Автор: Laura Gallego

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Memorias de Idhún

isbn: 9788467569889

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СКАЧАТЬ al clan –dijo.

      Jack descargó su espada contra aquella criatura, sintió que el acero hendía su carne escamosa, oyó un siseo furioso cuando el filo de Domivat abrasó el cuerpo de su oponente. Se quedó un poco sorprendido, pero tuvo que reaccionar deprisa, porque venían más. Recordó cómo los había llamado Shail: szish, los hombres-serpiente, siervos de los sheks y de Ashran, el Nigromante, el sacerdote de los nuevos señores de Idhún. Suspiró. Podrían haber sido hombres-hiena, hombres-oso o incluso hombres-cucaracha, y lo habría soportado mejor. Pero detestaba las serpientes. Siempre lo había hecho.

      De reojo, vio cómo Victoria enarbolaba su báculo. La bola de cristal que lo remataba pareció cargarse de energía durante un momento, porque se encendió en la noche como un faro palpitante; y finalmente, obedeciendo a un movimiento de su dueña, el báculo descargó toda aquella energía en forma de rayo contra uno de los hombres-serpiente, que se carbonizó de inmediato.

      El chico se esforzó por recordar todo lo que había aprendido con Alsan. Pensar en él le dio fuerzas, y alzó a Domivat para defenderse ante el ataque de otro de los szish. Costó más de lo que imaginaba. Aquel ser era hábil y rápido, y Jack tuvo que emplearse a fondo sin dejar por ello que la ira o el miedo lo dominasen hasta el punto de no poder controlar su espada. Finalmente, hundió el acero en el cuerpo de su oponente y lo vio caer ante él, y fue una sensación extraña.

      En aquel momento, Shail ejecutaba un hechizo. Jack vio cómo, de pronto, tres szish más se transformaban en estatuas de hielo. Jack descargó su espada contra ellos y destrozó las estatuas, por si se les ocurría volver a la vida. Se volvió justo a tiempo de evitar ser atravesado por el arma de otro hombre-serpiente.

      Victoria alzó su báculo y se concentró. De nuevo la bola de cristal extrajo la energía del ambiente y la acumuló en su interior. Victoria levantó el báculo en un movimiento brusco y la magia fue liberada en forma de anillo luminoso. Jack y Shail se agacharon a tiempo, pero algunos hombres-serpiente murieron carbonizados.

      Jack miró a Victoria, impresionado. Shail le dio un leve empujón y el muchacho volvió a centrarse. Por fortuna, ya no quedaba ninguno más.

      —Era solo un grupo de guardia –murmuró Shail–. Pero a estas alturas, seguro que ya todo el mundo sabe que estamos aquí.

      Jack no dijo nada. Todo había sucedido muy deprisa, y él no acababa de hacerse a la idea de que estaba luchando por su vida y la de sus amigos.

      —Vamos –dijo Victoria, cogiéndole del brazo–. Tenemos que rescatar a Alsan.

      El príncipe se había sentado en un extremo de la celda, lejos de la mujer-tigre. Llevaba un buen rato pensando en lo que había pasado, y deseando poder echarle la zarpa a Elrion para devorarle en dos bocados, para hacerle pagar aquel terrible dolor que aún lo corroía por dentro. Acurrucado en aquel rincón oscuro, Alsan gruñía y gemía a partes iguales. A veces su cuerpo cambiaba de nuevo, y el joven se convulsionaba y aullaba mientras sus rasgos se hacían más lobunos o más humanos.

      —Terminará algún día –le aseguró la mujer-tigre–. Entonces no serás ni una cosa ni la otra. Serás una criatura híbrida, como yo.

      A Alsan no le gustó aquella perspectiva. Pensó en sus amigos, pero ello hacía despertar su lado humano, y entonces se reanudaba en su interior aquella terrible y dolorosa lucha contra el espíritu del lobo. Comprendió entonces por qué la mujer-tigre tenía aquel aspecto.

      Ella había pactado una tregua, cansada de seguir sufriendo.

      —¿Estás preparado, Jack?

      El muchacho asintió. Shail se acercó a él y alzó las manos sobre su cabeza.

      —Piensa en un szish y guarda su imagen en tu mente. Dadas las circunstancias, a Jack no le resultó nada difícil. Shail movió las manos en círculo sobre la cabeza del muchacho y pronunció unas palabras mágicas. Jack sintió la magia fluyendo desde las manos de Shail hasta su cabeza, y luego descendiendo para extenderse por todo su cuerpo...

      Cuando se miró las manos, y las vio escamosas y con tres dedos, quiso lanzar una exclamación de asombro, pero solo le salió una especie de silbido.

      —Más vale que no te mires a un espejo, Jack –comentó Victoria–. Esa cara no te favorece.

      Jack le guiñó un ojo. Eso, al menos, sí pudo hacerlo. Cargó con su espada y vio que ahora parecía un acero normal y corriente. Se despidió de sus amigos con un gesto y dio media vuelta para marcharse.

      —Espera, Jack.

      Victoria le había cogido del brazo. Jack se volvió hacia ella, y la chica se estremeció.

      —Me resulta extraño pensar que eres tú –dijo; tragó saliva y estampó un beso en lo que debía de ser la mejilla de su amigo–. Ten mucho cuidado. Quiero que vuelvas vivo.

      —Volveré vivo, y con Alsan –siseó Jack; la miró a los ojos–. Ten mucho cuidado tú también.

      Victoria asintió. Jack se separó de ella y se perdió entre la espesura.

      —Bueno –dijo entonces Shail–. ¿Preparada para la función?

      —Creo que sí –asintió ella.

      —Quiero que tengas en cuenta una cosa: tú tienes el báculo y sabes cómo usarlo. Kirtash vendrá a buscarte. Tenemos que estar preparados para resistir todo lo posible, ¿entiendes? Mientras Kirtash esté por aquí, Jack tendrá una oportunidad de entrar en el castillo y rescatar a Alsan.

      —Están aquí –dijo Elrion.

      —Lo sé –dijo Kirtash–. Hemos perdido a una de las patrullas. Espero que tengas bien vigilado a Alsan, porque han venido a buscarlo.

      —Oh, sí –rió el mago–. Aunque se tropezaran con él de narices, no lo reconocerían con facilidad.

      Kirtash le dirigió una mirada penetrante.

      —Sigues subestimándolos.

      —¿Qué vas a hacer tú?

      —Lo que esperan que haga –respondió Kirtash suavemente–: ir a buscar a Victoria y el báculo.

      —No habrán sido tan tontos como para traerlos hasta aquí...

      —Claro que sí. Es la única oportunidad que tienen de salir todos con vida.

      Elrion no respondió. Se inclinó sobre la superficie de un pequeño estanque cuyas aguas reflejaban una imagen del exterior del castillo.

      —¡Por fin los veo! –dijo, satisfecho–. El mago y la chica. Están intentando entrar por la puerta de atrás.

      —¿En serio? –Kirtash sonrió–. Entonces entrarán por la puerta de delante. ¿Dónde está el otro?

      —Pues... –vaciló Elrion.

      Kirtash asintió, como si se esperara esa respuesta.

      —Voy a interceptar a Jack cuando trate de entrar –dijo–. Una vez lo haya matado, iré a buscar el báculo. Tú quédate aquí y asegúrate de que nadie consigue llegar hasta Alsan.

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