Название: Un Rastro de Crimen
Автор: Блейк Пирс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Современные детективы
Серия: Un Misterio Keri Locke
isbn: 9781640298064
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Viuda negra. Viudo negro. ¿Hay algo allí?
Podría ser solo una coincidencia. Obviamente los detectives de Centro no pensaron mucho en las fotos, puesto que ni siquiera las catalogaron como evidencia. Pero Keri sabía que al Coleccionista le gustaba mantener registros codificados.
De hecho, así fue como ella encontró las direcciones donde Evie y muchos otros secuestrados eran retenidos. El Coleccionista las había ocultado a la vista de todos, con un código alfanumérico, en un lote de aparentemente inocuas tarjetas postales, guardado en un cajón del escritorio.
Keri sabía que el Coleccionista y el Viudo Negro compartían una conexión: ambos habían sido contratados en algún momento por el abogado Jackson Cave.
¿Se cruzaron sus caminos en algún punto, quizás en un trabajo? ¿Era esta la forma como Wickwire mantenía la información de contacto de un colega de malandanzas por contrato, en caso de que alguna vez necesitaran hacer equipo?
Keri sintió que la arropaba una certeza, una que normalmente solo venía cuando ella descubría la pista crucial en un caso. Estaba segura de que si pudiera acceder a esa foto, encontraría algo útil en ella.
El único problema es que eso estaba en el apartamento de Brian Wickwire, todavía acordonado por la policía de Centro. La última vez que trató de entrar, hacía dos semanas, había cinta de escena del crimen alrededor de ella y dos policías estacionados enfrente del edificio para ahuyentar a cualquier fisgón.
Keri estaba empezando a considerar cómo podría superar ese reto cuando su teléfono sonó. Era Ray.
—Hola —dijo vacilante.
—¿Puedes regresar a la casa de los Rainey ahora mismo? —preguntó, saltándose los saludos.
—Por supuesto. ¿Qué pasa?
—Acaban de recibir una nota de rescate.
CAPÍTULO CUATRO
Viente ansiosos minutos después, Keri se detuvo ante la casa de los Rainey. Una vez más, el camión de Escena del Crimen ya estaba en el frente. Tocó a la puerta. Ray la abrió casi de inmediato y pudo afirmar, por la mirada que vio en su rostro, que la situación era siniestra. Miró por encima de su hombro y vio a los Rainey sentados juntos en el sofá. Ella estaba sollozando. Él se veía anonadado.
—Me alegra que estés aquí —dijo Ray con sinceridad—. He estado aquí cinco minutos, pero se me está haciendo difícil evitar que ambos pierdan el control.
—¿Hay un reloj en la nota? —preguntó Keri en voz queda mientras pasaba adentro.
—Sí. El sujeto quiere que la transferencia se haga a la medianoche. Está pidiendo cien grandes.
—Jesús.
—Eso no es lo peor —dijo Ray—. Tienes que leer la carta. Es…extraña.
Keri pasó a la habitación. Un investigador de Escena del Crimen estaba empolvando lo que se veía como un sobre de FedEx. Ella miró a Ray, y este asintió.
—De locos, ¿eh? —dijo—. Nunca antes he oído hablar de una nota de rescate que venga vía FedEx. Es del mismo día. Ya le di el número de rastreo a Edgerton. Dice que fue enviada desde una localización en El Segundo. El sello de la hora era una y cincuenta y ocho p.m.
—Pero eso fue antes de que Jessica fuera llevada —dijo Keri.
—Exactamente. El secuestrador debe haberla enviado antes de apoderarse de ella —todo un descaro. Suárez se dirige ahora hacia allá para ver si hay algún posible vídeo del lugar.
—Suena bien —dijo Keri mientras se encaminaba hacia el recibidor donde los Rainey estaban sentados. La tranquilizaba que algunos de los mejores estaban en el grupo. El Detective Kevin Edgerton era un prodigio en tecnología, y el Detective Manny Suárez era un experimentado sabueso. Nada se les escaparía.
—Hola —dijo suavemente, y los Rainey levantaron la vista hacia ella. Los ojos de Carolyn estaban hinchados y rojos, pero sin lágrimas. Tim estaba de un pálido fantasmal, y su semblante se veía severo y tenso.
—Hola, Detective —logró susurrar Carolyn.
—¿Puedo ver la carta? —preguntó, mirando la hoja de papel sobre la mesita. Ya estaba metida en un sobre transparente de evidencia.
Asintieron sin decir palabra. Ella se acercó para verla mejor. Antes de leer el contenido, pudo asegurar que la carta no había sido impresa usando una computadora. Había sido mecanografiada usando una hoja tamaño carta. Eso de inmediato la preocupó.
Cada impresora de computadora tenía su propia e identificable firma, representada por un patrón de puntos no reconocibles para el ojo humano. Los puntos se imprimen con un código a lo largo del texto del documento y suministran la marca, el modelo, e incluso el serial de la impresora usada. Si la persona que mecanografió esta carta sabía lo suficiente sobre una impresora de computadora, ello sugería que probablemente no era un aficionado. La carta misma era igualmente problemática. Decía:
Su hija tiene un espíritu oscuro. El espíritu debe ser podado para que en su lugar crezca una niña saludable. Eso destruirá el cuerpo de la niña, pero salvará su alma. Es triste, pero debe ser hecho. El deseo del creador de la casa caliente lo exige. Puedo liberar a esta niña del espíritu con mis santas tijeras, el mecanismo del Señor. Los demonios dentro de ella deben ser sacados de raíz.
Sin embargo, si prometen redimirla ustedes mismos a través de la purificación por derramamiento de sangre como él ha ordenado, se las regresaré para el procedimiento. Pero deben compensarme por mi sacrificio. Exijo $100.000 en un único pago. Debe ser en efectivo, que no pueda ser rastreado. No involucren a las autoridades, los asquerosos traficantes de la sordida miseria en este mundo. Si lo hacen, regresaré a la niña a la tierra de donde vino. Emplearé la maquinaria del Señor para esparcir su restos goteantes entre las corrompidas cizañas de la ciudad. He dado pruebas de que soy sincero en mis demandas.
Medianoche. Solo el padre. Porque solo los padres salvarán a este mundo de la impureza.
Chace Park. El puente junto al agua.
$100.000. Medianoche. Solo.
La carne de tu carne depende de tu súplica.
Keri miró a Ray. Había tanto que procesar que por el momento optó por hacer a un lado la mayor parte y concentrarse en los elementos más diáfanos de la carta.
—¿Qué quiere decir acerca de dar pruebas? —le preguntó.
—En el paquete venían también varios mechones de pelo metidos en una bolsita —contestó—. Les estamos haciendo pruebas para ver si hay coincidencia.
—Bien, es mucho lo que hay que examinar en esta cosa —dijo Keri, dirigiéndose a los Rainey—. Pero por ahora concentrémonos en la parte no psicológica. СКАЧАТЬ