Una Vez Atrapado . Блейк Пирс
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Читать онлайн книгу Una Vez Atrapado - Блейк Пирс страница 10

СКАЧАТЬ Scarlatti miró al juez de forma suplicante y dijo: —Su señoría, le ruego que me devuelva a mi hija. Es sangre de mi sangre. No se arrepentirá de su decisión. Lo prometo.

      Una lágrima rodó por su mejilla mientras tomó asiento.

      Su abogada se puso de pie, pareciendo más presumida y segura que nunca.

      Le dijo a Jilly con una sinceridad falsa: —Jilly, espero que entiendas que tu padre solo quiere lo mejor para ti. Yo sé que has tenido problemas con él en el pasado, ¿pero dime si ese no es un patrón en lo que a ti respecta?

      Jilly parecía desconcertada.

      Paget continuó: —Estoy segura de que no negarás que te escapaste de tu casa, y que así fue como Riley Paige te encontró en primer lugar.

      Jilly dijo: —Sí, pero eso fue porque…

      Paget interrumpió, señalando a los Flaxmans. —¿Y no es cierto que también te escapaste de la casa de esta bonita pareja cuando te acogieron?

      Los ojos de Jilly se abrieron de par en par y ella asintió en silencio.

      Riley tragó grueso. Sabía lo que Paget iba a decir a continuación.

      —¿Y no es cierto que hasta huiste de la Sra. Paige y su familia?

      Jilly asintió y bajó la cabeza miserablemente.

      Todo eso era cierto. Riley recordaba lo difícil que había sido para Jilly adaptarse a la vida en su casa, y especialmente cómo había luchado con sentimientos de indignidad. En un momento de gran debilidad, Jilly se había escapado a otra parada de camiones, pensando que solo servía para vender su cuerpo.

      —No soy nadie —le había dicho a Riley cuando la policía la trajo de vuelta.

      La abogada había investigado bien… pero Jilly había cambiado mucho desde entonces. Riley estaba segura de que esos días de inseguridad habían quedado en el pasado.

      Aún con un tono de profunda preocupación, Paget le dijo a Jilly: —Tarde o temprano, cariño, tendrás que aceptar la ayuda de personas que se preocupan por ti. Y en este momento, lo que tu padre quiere más que nada es darte una buena vida. Creo que le debes la oportunidad de intentarlo. —Volviéndose al juez, Paget añadió—: Su señoría, todo queda en sus manos.

      Por primera vez en toda la audiencia, el juez parecía estar realmente conmovido. Él dijo: —Sr. Scarlatti, sus comentarios elocuentes me han obligado a reconsiderar mi decisión.

      Riley jadeó en voz alta y pensó: «¿Esto está pasando?»

      El juez continuó: —La ley de Arizona es muy clara. La primera consideración es la idoneidad de los padres. La segunda es el interés superior del niño. Solo si el padre es considerado no apto puede ser abordaba la segunda consideración. —Se detuvo a pensar por un momento y luego continuó—: Hoy no se ha demostrado que el Sr. Scarlatti no es apto. Creo que más bien todo lo contrario. Parece estar haciendo todo lo posible para convertirse en un excelente padre.

      Alarmado, Kaul se puso de pie y dijo bruscamente: —Su señoría, protesto. El señor Scarlatti renunció a sus derechos de manera voluntaria, y esto es completamente inesperado. La agencia no tenía ninguna razón para encontrar pruebas para demostrar su incapacidad.

      El juez golpeó su mazo y dijo: —Entonces no tengo ninguna razón para considerar nada más. Se le concede la custodia al padre.

      Riley no pudo evitar jadear de desesperación.

      «Esto es real —pensó—. Perdí a Jilly.»

      CAPÍTULO CINCO

      Riley estaba hiperventilando mientras trataba de darle sentido a lo que acababa de pasar.

      «Seguramente puedo impugnar esta decisión», pensó.

      La agencia y el abogado podrían encontrar pruebas sólidas de la conducta abusiva de Scarlatti.

      Pero ¿qué sucedería en el ínterin?

      Jilly jamás se quedaría con su padre. Volvería a huir… y esta vez podría desaparecer para siempre.

      Quizá nunca la volvería a ver.

      Todavía sentado en el banco, el juez le dijo a Jilly: —Señorita, creo que deberías ir con tu padre.

      Para sorpresa de Riley, Jilly parecía completamente tranquila.

      Ella apretó la mano de Riley y susurró: —No te preocupes, mamá. Todo va a estar bien.

      Se acercó al lugar donde Scarlatti y su novia estaban ahora de pie. La sonrisa de Albert Scarlatti parecía cálida y acogedora.

      Justo cuando su padre le tendió los brazos para abrazarla, Jilly dijo: —Tengo algo que decirte.

      Scarlatti parecía curioso.

      Jilly dijo: —Tú mataste a mi hermano.

      —¿Q... qué? —tartamudeó Scarlatti—. Eso no es cierto y lo sabes. Tu hermano Norbert huyó. Te lo he dicho un montón de veces…

      Jilly lo interrumpió. —No, no estoy hablando de mi hermano mayor. Ni siquiera lo recuerdo. Estoy hablando de mi hermano menor.

      —Pero nunca tuviste…

      —No, nunca tuve un hermano menor. Porque lo mataste.

      Scarlatti quedó boquiabierto y su rostro enrojeció.

      Su voz temblando de ira, Jilly continuó: —Supongo que crees que no recuerdo a mi madre porque era muy pequeña cuando se fue. Pero sí la recuerdo. Recuerdo que estaba embarazada. Te recuerdo gritándole. La golpeaste en el estómago. Te vi hacerlo una y otra vez. Luego se enfermó. Y ya no estaba embarazada. Ella me dijo que era un niño, que habría sido mi hermano menor, pero tú lo mataste.

      Riley no podía creer lo que Jilly estaba diciendo. No tenía duda de que todo eso era cierto.

      «Ojalá me lo hubiera dicho», pensó.

      Pero, por supuesto, quizá era muy doloroso para ella—y solo ahora se había atrevido a hablar de eso.

      Jilly estaba sollozando ahora. Ella dijo: —Mami lloró mucho cuando me lo contó. Me dijo que tenía que irse porque si no la matarías. Y eso hizo. Y nunca la volví a ver.

      El rostro de Scarlatti se estaba retorciendo en una expresión fea. Era evidente para Riley que estaba luchando con su rabia.

      Gruñó: —Niña, no sabes de lo que hablas. Te lo imaginaste todo.

      Jilly dijo: —Ella llevaba su vestido azul bonito ese día. El único que le gustaba. Para que veas, sí lo recuerdo. Lo vi todo.

      Matas a todo y a todos tarde o temprano. No lo puedes evitar. Apuesto a que también me mentiste cuando me dijiste que mi cachorra huyó. Probablemente también mataste a Darby.

      Scarlatti СКАЧАТЬ