Antes De Que Necesite . Блейк Пирс
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СКАЧАТЬ sus cuerpos en esta posición, moviendo su mano a propósito.”

      “¿Y qué si lo hizo?” preguntó Rodríguez. “¿Por qué importa?”

      “Bueno, ahora mirad a los Sterling. Mirad la mano izquierda del marido.”

      En esta ocasión, no llegó a los tres segundos. Dagney fue la que notó a que se refería. Y cuando respondió, su voz sonaba tensa y débil.

      “Está extendida y colocada sobre el muslo de su mujer,” dijo ella.

      “Exactamente,” dijo Mackenzie. “Si solo fuera una de las parejas, ni siquiera lo mencionaría. Pero ese mismo gesto está presente en ambas parejas, lo que hace bastante obvio que el asesino lo hizo con alguna intención.”

      “¿Pero para qué?” preguntó Rodríguez.

      “¿Simbolismo?” sugirió Harrison.

      “Podría ser,” dijo Mackenzie.

      “Pero eso no es gran cosa con la que continuar, ¿no es cierto?” preguntó Nestler.

      “En absoluto,” dijo Mackenzie. “Pero al menos es algo. Si es simbólico para el asesino, hay una razón para ello. Así que aquí es donde me gustaría empezar: me gustaría obtener una lista de sospechosos que hayan salido en libertad condicional hace poco por crímenes violentos vinculados a invasiones domiciliarias. Todavía sigo pensando que esto no se trata de una invasión propiamente dicha, pero es el lugar más lógico por el que empezar.”

      “Muy bien, podemos conseguirte eso,” dijo Rodríguez. “¿Alguna otra cosa?”

      “Nada más por el momento. Nuestra próxima línea de acción es hablar con la familia, amigos, y los vecinos de las parejas.”

      “Sí, hablamos con la familia más cercana de los Kurtz—un hermano, una hermana y los dos pares de padres. No tengo ninguna pega en que vuelvas a hablar con ellos, pero no es que nos proporcionaran gran cosa. El hermano de Josh Kurtz dijo que, por lo que él sabía, tenían un matrimonio excelente. La única ocasión en que se peleaban era durante la temporada de fútbol cuando los Seminoles jugaban con los Hurricanes.”

      “¿Qué hay de los vecinos?” preguntó Mackenzie.

      “También hablamos con ellos, pero brevemente. Principalmente acerca del problema del ruido que denunciaron por los aullidos del perro.”

      “Pues empezaremos por ahí,” dijo Mackenzie, mirando a Harrison.

      Y sin decir ni una palabra más, se pusieron en pie y salieron por la puerta.

      CAPÍTULO CUATRO

      A Mackenzie le resultó un tanto desasosegante revisitar las mansiones. Mientras se aproximaban a la casa de los vecinos, rodeados de ese clima delicioso, el hecho de saber que en la mansión de al lado había una cama cubierta de sangre le parecía surrealista. Mackenzie reprimió un escalofrío y desvió la mirada de la mansión de los Kurtz.

      Cuando Harrison y ella iban subiendo las escaleras a la puerta principal de los vecinos, sonó el teléfono de Mackenzie, informándola de que había recibido un mensaje de texto. Sacó su teléfono y vio que era un mensaje de Ellington. Entornó la mirada al leerlo.

      ¿Cómo te está resultando el novato? ¿Ya me echas de menos?

      Casi le responde, pero no quería animarle. Y tampoco quería parecer reservada o distraída delante de Harrison. Sabía que era un tanto pretencioso por su parte, pero estaba bastante segura de que él la consideraba como un ejemplo a emular. Teniendo esto en consideración, se metió el teléfono al bolsillo y caminó hasta la entrada principal. Dejó que Harrison llamara a la puerta y él lo hizo con mucha atención y delicadeza.

      Varios segundos después, una mujer de aspecto aturdido abrió la puerta. Parecía tener unos cuarenta y tantos años de edad. Llevaba puesta una camiseta sin mangas bastante amplia y un par de pantalones cortos que podían no ser más que un par de braguitas. Parecía ser una visitante habitual de la playa, y era obvio que había pasado por las manos de un cirujano plástico para hacerse la nariz y seguramente los senos.

      “¿Puedo ayudarles?” les preguntó.

      “¿Es usted Demi Stiller?”

      “Lo soy. ¿Por qué?”

      Mackenzie sacó su placa con la velocidad experta que cada vez le salía mejor. “Somos los agentes Harrison y White del FBI. Esperábamos poder hablar con usted sobre sus vecinos.”

      “Está bien, supongo,” dijo Demi. “Aunque ya hablamos con la policía.”

      “Lo sé,” dijo Mackenzie. “Esperaba poder profundizar un poco. Por lo que tengo entendido, hubo cierta frustración debido al perro de la casa de al lado cuando hablaron con usted.”

      “Sí, así es,” dijo Demi, invitándoles a pasar al interior de la casa y cerrando la puerta cuando lo hicieron. “Por supuesto, no tenía ni idea de que les habían asesinado cuando hice esa llamada.”

      “Desde luego,” dijo Mackenzie. “De todos modos, no estamos aquí por eso. Esperábamos que pudiera darnos alguna idea sobre sus vidas privadas. ¿Les conocía bien?”

      Demi les había llevado a la cocina, donde Mackenzie y Harrison tomaron asiento junto al mostrador. El lugar tenía la misma distribución que la residencia de los Kurtz. Mackenzie vio cómo Harrison miraba con escepticismo hacia las escaleras que ascendían desde la sala de estar adyacente.

      “No éramos amigos, si eso es lo que quiere saber,” dijo Demi. “Nos decíamos hola si nos veíamos, ¿sabe? Hicimos una barbacoa en el patio de atrás unas cuantas veces, pero eso fue todo.”

      “¿Cuánto tiempo hacía que eran sus vecinos?” preguntó Harrison.

      “Algo más de cuatro años, creo.”

      “¿Y les consideraba buenos vecinos?” continuó Mackenzie.

      Demi se encogió de hombros. “En general, sí. Tenían algunas reuniones ruidosas de vez en cuando durante la temporada de fútbol, pero no era para tanto. Francamente, casi no llamo a comisaría por lo del estúpido perro. La única razón por la que lo hice fue porque nadie respondió a la puerta cuando fui a llamar.”

      “Supongo que no sabe si tenían algunos invitados habituales, ¿verdad?”

      “Creo que no,” dijo Demi. “Los policías me hicieron la misma pregunta. Mi marido y yo lo estuvimos pensando y no recuerdo haber visto nunca ningún coche aparcado allí habitualmente excepto el suyo.”

      “En fin, ¿sabe si formaban parte de algo que pueda darnos alguna gente con la que hablar? ¿Algún tipo de club o de intereses peculiares?”

      “Que yo sepa, no,” dijo Demi. Al hablar, miraba hacia la pared, como si estuviera tratando de ver a través de ella la mansión de los Kurtz. Parecía un tanto triste, ya fuera por la pérdida de los Kurtz o simplemente por haber sido arrastrada hasta el medio de todo este asunto.

      “¿Está segura?” presionó Mackenzie.

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