Antes De Que Necesite . Блейк Пирс
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СКАЧАТЬ en su escritorio. No tenía muchas oportunidades de experimentar estos momentos no tan elegantes y, la verdad sea dicha, lo agradecía.

      Cuando sonó su teléfono en medio de todo ello, lo agarró con ansiedad. Lo que sea con tal de alejarme de este escritorio.

      “Al habla Mackenzie White,” respondió.

      “White, soy McGrath.”

      Dejó que la sonrisa más breve se dibujara en su rostro. Aunque McGrath estaba lejos de ser su persona favorita, sabía que cada vez que le llamaba o se acercaba por su cubículo, generalmente se trataba de una tarea de alguna clase.

      Parecía que esa era la razón por la que estaba llamando. Mackenzie no tuvo siquiera tiempo de decir hola antes de que él se pusiera a hablar de nuevo, en su habitual estilo trepidante de comunicación.

      “Quiero que vengas de inmediato a mi oficina,” dijo. “Y trae a Harrison contigo.”

      Tampoco ahora tuvo Mackenzie posibilidad de responder. La línea estaba muerta antes de que una palabra pudiera salir de sus labios.

      Pero eso le parecía bien. Por lo visto, McGrath tenía un nuevo caso para ella. Quizá le afilara la mente y le diera ese último momento de claridad antes de que se retirara durante un tiempo para concentrarse en el asunto del antiguo caso de su padre.

      Con un entusiasmo burbujeante empujándola, se levantó de la silla y se fue a buscar a Lee Harrison.

      ***

      Observar la manera en que Harrison se comportaba en el despacho de McGrath fue una manera excelente de centrarse. Observó cómo se sentaba rígidamente al borde de su asiento mientras McGrath empezaba a hablarles. El agente más joven estaba claramente nervioso y deseoso de complacer. Mackenzie sabía que era un perfeccionista y que tenía algo muy parecido a una memoria fotográfica. Se preguntó cómo funcionaría su memoria—si a lo mejor estaba absorbiendo cada palabra que salía de los labios de McGrath como una esponja.

      Me recuerda un poco a mí, pensó mientras también ella se concentraba en McGrath.

      “Aquí está lo que tengo para vosotros dos,” dijo McGrath. “Ayer por la mañana, la policía estatal de Miami nos llamó y nos informó sobre una serie de asesinatos que han tenido lugar allí. En ambos casos, se trata de asesinatos de parejas casadas. Por tanto, tenemos cuatro víctimas. Los asesinatos han sido bastante brutales y sangrientos y hasta el momento, no parece que haya conexiones evidentes. El estilo brutal de los asesinatos, además del hecho de que fueran parejas casadas, asesinadas en la cama, ha hecho que el departamento de policía de allí empiece a pensar que se trata de un asesino en serie. Personalmente, creo que es demasiado pronto para afirmar tal cosa.”

      “¿Cree que se puede tratar de una coincidencia?” preguntó Mackenzie.

      “Creo que hay una posibilidad de que así sea,” dijo él. “Sea como sea, han solicitado nuestra ayuda y quiero enviaros a vosotros dos. Harrison, esta sería una gran oportunidad de estrenarte en el campo y de adaptarte al trabajo. White, espero que le supervises, pero no que le des órdenes. ¿Entendido?”

      “Sí, señor,” dijo Mackenzie.

      “Haré que os envíen los detalles y los preparativos del vuelo en una hora. No creo que esto requiera más que uno o dos días. ¿Alguna pregunta?”

      Mackenzie sacudió la cabeza. Harrison soltó un breve “No, señor,” y Mackenzie pudo ver que estaba haciendo lo posible por controlar su entusiasmo.

      No le podía culpar por ello. Ella también lo sentía.

      A pesar de lo que pensaba McGrath, ella ya podía sentir que este caso sería todo menos rutinario.

      Parejas.

      Era su primera vez.

      Y no podía evitar sentir que este pequeño caso de “rutina” iba a ponerse mucho más feo.

      CAPÍTULO DOS

      Aunque Mackenzie sabía muy bien que uno de los estereotipos sobre el gobierno era que las cosas se movían despacio, también sabía que eso no era lo habitual cuando el FBI enviaba a sus agentes a solucionar un caso. Solo catorce horas después de que le llamaran al despacho de McGrath, Mackenzie estaba aparcando un coche de alquiler en una plaza libre delante de una hilera de mansiones. Aparcó junto a un coche patrulla y tomó nota del agente que estaba sentado dentro de él.

      Junto a ella, en el asiento del pasajero, Harrison repasaba las notas sobre el caso. Había permanecido en silencio la mayor parte del trayecto y Mackenzie casi había empezado a tratar de abrir las líneas de conversación. No estaba segura de si él estaba nervioso, se sentía intimidado, o un poco de ambas cosas. Pero antes de forzarle a que empezara a hablar con ella, pensó que sería mejor para su crecimiento que saliera por su cuenta de su concha—sobre todo si McGrath tenía planeado que trabajaran juntos durante el futuro inmediato.

      Mackenzie tomó un momento para procesar todo lo que sabía acerca del caso. Echó ligeramente la cabeza hacia atrás, cerró los ojos, y puso todo delante suyo. Su tendencia a obsesionarse sobre los detalles de los documentos de los casos le facilitaba la posibilidad de sumergirse en su propia mente y sortearlos como si tuviera un archivador mental dentro de su cráneo.

      Una pareja muerta, lo que hace que surjan ciertas preguntas de inmediato. ¿Por qué los dos? ¿Por qué no solo uno de ellos?

      Tengo que mantenerme alerta sobre cualquier cosa que parezca estará remotamente fuera de su lugar. Si los celos son el motivo de estos asesinatos, seguramente provienen de alguien que envidia sus vidas de algún modo.

      La entrada no fue forzada; la familia Kurtz dejó entrar al asesino voluntariamente.

      Abrió los ojos y después abrió la puerta. Podía especular todo lo que quisiera en base a lo que había visto en los archivos, pero nada de eso sería tan efectivo como poner el pie en la escena del crimen y echar un vistazo.

      Harrison salió con ella del coche al sol resplandeciente de Miami. Ella podía oler el océano en el aire, salado y con los matices más leves de un olor a pescado que no resultaba del todo desagradable.

      Cuando Harrison y ella cerraron sus portezuelas, el agente en el coche de policía aparcado junto a ellos también salió. Este, asumió Mackenzie, era el agente al que habían asignado la tarea de reunirse con ellos. De unos cuarenta años, la agente tenía buen aspecto de una manera sencilla, su cabello rubio corto atrapaba el resplandor del sol.

      “¿Agentes White y Harrison?” preguntó la agente.

      “Somos nosotros,” dijo Mackenzie.

      La mujer les tendió la mano mientras se presentaba. “Soy la agente Dagney,” dijo ella. “Cualquier cosa que necesitéis, solo tenéis que decírmelo. Hemos limpiado el lugar, claro está, pero tengo un archivo lleno de las fotos que se tomaron cuando la escena estaba fresca.”

      “Gracias,” dijo Mackenzie. “Para empezar, creo que primero me gustaría echar una ojeada adentro.”

      “Desde luego,” dijo Dagney, subiendo las escaleras y sacando una llave de su bolsillo. Desbloqueó la puerta e hizo un gesto a Mackenzie y a Harrison para que СКАЧАТЬ