El Peso del Honor . Морган Райс
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Название: El Peso del Honor

Автор: Морган Райс

Издательство: Lukeman Literary Management Ltd

Жанр: Зарубежное фэнтези

Серия: Reyes y Hechiceros

isbn: 9781632913975

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СКАЧАТЬ volando ahí arriba, estaba algo incluso más terrorífico que el gigante. Era algo que Vesuvius nunca había pensado encontrarse en su vida: un dragón.

      Vesuvius se quedó ahí congelado de miedo por primera vez en su vida, con su ejército entero de troles también paralizados detrás de él y atrapados. Lo impensable había sucedido: el gigante corría asustado por algo más grande que él. Quemado, en agonía y en pánico, el gigante golpeaba con sus puños al bajar y arañaba con sus garras, y Vesuvius observó con horror cómo sus troles eran destrozados. Lo que se cruzaba en su camino era aplastado por sus pies, cortado a la mitad por sus garras o impactado por sus puños.

      Y entonces, antes de que pudiera quitarse de su camino, Vesuvius sintió cómo sus propias costillas se quebraban mientras el gigante lo levantaba y lo lanzaba en el aire.

      Sintió cómo volaba dando vueltas con el mundo girando y lo siguiente que supo fue que su cabeza golpeaba contra una roca, con el terrible dolor esparciéndose por su cuerpo al chocar con una pared de piedra. Cuando empezaba a caer al piso perdiendo la consciencia, lo último que vio fue al gigante destrozándolo todo, acabando con sus planes y con todo lo que había conseguido, y se dio cuenta de que moriría aquí, muy lejos de su tierra pero tan cerca del sueño que casi había conseguido.

      CAPÍTULO TRES

      Duncan sintió la ráfaga de viento que pasaba sobre él mientras bajaba la cuerda al atardecer, bajando las majestuosas cimas de Kos, sosteniéndose tanto como podía mientras se deslizaba a una velocidad que le parecía imposible. A su alrededor los hombres se deslizaban también: Anvin y Arthfael, Seavig, Kavos, Bramthos, y miles más, hombres de Duncan, de Seavig, y de Kavos que formaban un solo ejército, todos deslizándose por el hielo en filas como un ejército bien disciplinado saltando uno sobre otro, todos desesperados por llegar al suelo antes de ser detectados. En cuanto los pies de Duncan tocaban el hielo, inmediatamente se impulsaba de nuevo hacia atrás y previniendo que sus manos fueran destrozadas sólo por los gruesos guantes que Kavos le había dado.

      Duncan se maravilló por lo rápido que se movía su ejército en una bajada casi empinada por el acantilado. Cuando había estado en la cima de Kos, no había tenido idea de cómo Kavos planeaba hacer que un ejército de tal tamaño bajara tan rápido sin perder a muchos hombres; no se había dado cuenta del complejo sistema de cuerdas y picos que tenían y que les permitiría bajar tan fácilmente. Estos eran hombres nacidos para el hielo, y para ellos, este descenso relámpago era como una casual caminata. Finalmente entendió a lo que se referían cuando dijeron que los hombres de Kos no estaban atrapados ahí arriba; sino que los Pandesianos abajo eran los que estaban atrapados.

      Kavos de repente se detuvo cayendo con los dos pies en una ancha meseta que salía de la montaña y Duncan se detuvo a su lado al igual que todos los hombres, haciendo una pausa momentánea a la mitad de la montaña. Kavos caminó hacia la orilla y Duncan se le unió, observando, viendo las cuerdas que caían libres; al final de ellas y en medio de la niebla y los últimos rayos del sol, Duncan pudo ver en la base de la montaña una guarnición de piedra Pandesiana repleta de miles de soldados.

      Duncan observó a Kavos y Kavos le regresó la mirada lleno de satisfacción. Era una satisfacción que Duncan reconocía, una que había visto muchas veces en su vida: el éxtasis de un verdadero guerrero a punto de ir a la guerra. Los hombres como Kavos vivían para esto. Duncan tuvo que admitir que también lo sintió, ese cosquilleo en las venas y rigidez en el estómago. El mirar a los soldados Pandesianos le hizo sentir una excitación por la emoción de la pelea.

      “Pudiste haber bajado por cualquier parte,” dijo Duncan examinando el paisaje debajo. “La mayoría está vacío. Pudimos haber evitado la confrontación y seguir hasta la capital. Pero elegiste el lugar en el que los Pandesianos son más fuertes.”

      Kavos sonrió ampliamente.

      “Lo hice,” respondió. “Los hombres de Kavos no intentan evitar la confrontación; la buscan.” Sonrió aún más. “Además,” añadió, “una batalla temprana nos permitirá calentar para nuestra marcha hacia la capital. Y quiero que estos Pandesianos se la piensen dos veces antes de que vuelvan a intentar rodear la base de nuestra montaña.”

      Kavos se dio la vuelta y le hizo una señal a su comandante, Bramthos, y Bramthos juntó a sus hombres y se unió a Kavos mientras se dirigieron hacia un gran pedazo de hielo a la orilla del acantilado. Todos al mismo tiempo pusieron sus hombros sobre este.

      Duncan, dándose cuenta de lo que intentaban, les hizo una señal a Anvin y Arthfael quienes también juntaron a sus hombres. Seavig se unieron también y empujaron al mismo tiempo.

      Duncan hundió sus pies en el hielo sintiendo el peso sobre él, resbalando y empujando con todas sus fuerzas. Todos gimieron y lentamente la gran roca empezó a rodar.

      “¿Un regalo de bienvenida?” Preguntó Duncan sonriendo y gimiendo al lado de Kavos.

      Kavos sonrió también.

      “Sólo un pequeño detalle para anunciar nuestra llegada.”

      Un momento después Duncan sintió que el peso lo dejaba, escuchó el crujir del hielo y observó impresionado cómo la piedra rodaba por la meseta. Retrocedió rápidamente junto con los otros y observó la piedra rodando a toda velocidad, rebotando en la pared de hielo y avanzando con rapidez. La piedra masiva, con un diámetro de al menos treinta pies, cayó directamente hacia abajo como un ángel de la muerte hacia la fortaleza Pandesiana. Duncan se preparó para la explosión que caería sobre todos los soldados que eran su objetivo.

      La gran roca cayó en el centro de la guarnición de piedra y el golpe fue el más estruendoso que Duncan jamás había escuchado. Fue como si un cometa hubiera caído sobre Escalon, con un retumbar tan fuerte que tuvo que cubrir sus oídos, haciendo que el piso temblara bajo él y haciéndolo tambalear. Le elevó una gran nube de piedra y hielo a docenas de pies de altura, y el aire, incluso desde ahí arriba, se llenó de los gritos de terror y llanto de los hombres. La mitad de la guarnición fue destruida en el impacto y la roca siguió rodando, aplastando hombres y edificios y dejando un rastro de destrucción y caos.

      “¡HOMBRES DE KOS!” gritó Kavos. “¿Quién se ha atrevido a acercarse a nuestra montaña?”

      Hubo un gran grito mientras los miles de hombres se arrojaron por el acantilado siguiendo a Kavos, todos tomando las cuerdas y bajando tan rápido que parecía como si cayeran libremente por la montaña. Duncan lo siguió con sus hombres tras de él, tomando las cuerdas y bajando tan rápido que apenas si podía respirar; estaba seguro de que se rompería el cuello en el impacto.

      Segundos después se encontró cayendo fuertemente en la base, descendiendo en una gran nube de hielo y polvo y aún escuchando el estruendo de la roca rodante. Todos los hombres se voltearon y se pusieron de frente a la guarnición, soltando un gran grito de batalla y sacando sus espadas mientras avanzaban de frente hacia el caos del campamento Pandesiano.

      Los soldados Pandesianos, aún sorprendidos por la explosión, miraron con rostros confundidos hacia el ejército que se acercaba; claramente no estaban esperando esto. Sorprendidos con la guardia baja y con varios de sus comandantes aplastados por la roca, se miraban muy desconcertados como para saber qué hacer. Mientras Duncan y Kavos y sus hombres les caían encima, varios se dieron la vuelta y empezaron a correr. Otros trataron de tomar sus espadas, pero Duncan y sus hombres les cayeron como langostas y los apuñalaron antes de que tuvieran la oportunidad de alcanzarlas.

      Duncan y sus hombres se apresuraron por el campamento sin dudar, sabiendo que el tiempo era vital mientras derribaban a los soldados que estaban recuperándose y siguiendo el rastro de destrucción de la roca. Duncan golpeaba en todos lados apuñalando a un soldado en el pecho, golpeando СКАЧАТЬ