Un Reino de Sombras . Морган Райс
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Название: Un Reino de Sombras

Автор: Морган Райс

Издательство: Lukeman Literary Management Ltd

Жанр: Зарубежное фэнтези

Серия: Reyes y Hechiceros

isbn: 9781632915337

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СКАЧАТЬ asintió aún sin perturbarse.

      “Puede que muramos,” respondió ella. “Pero moriremos junto con nuestros compañeros Observadores, peleando por lo que es correcto. Quedan muchos secretos qué guardar.”

      “¿Secretos?” preguntó él.

      Pero ella guardó silencio observando las aguas.

      Estaba a punto de hacerle más preguntas cuando de repente una ráfaga de viento casi vuelca el barco. Merk cayó boca abajo chocando contra un costado del casco y resbalando hasta la orilla.

      Colgando, se aferró a la barandilla con las piernas hundidas en el agua, agua tan helada que sintió que moriría congelado. Colgaba con una sola mano casi sumergido, y al mirar hacia atrás sobre su hombro, su corazón se aceleró al ver a un grupo de tiburones rojos acercándose. Sintió un terrible dolor mientras dientes se le sumergían en la pantorrilla y mientras veía sangre en el agua que sabía era la suya.

      Un momento después Lorna se acercó y golpeó las aguas con su bastón; al hacerlo, una luz blanca y brillante se extendió por la superficie y los tiburones se dispersaron. En el mismo movimiento, lo tomó de la mano y lo subió de nuevo al barco.

      El barco se estabilizó al pasar el viento y Merk se sentó en la cubierta, mojado, frío, respirando agitadamente y con un terrible dolor en la pantorrilla.

      Lorna le examinó la herida, arrancó un pedazo de tela de su propia vestidura, y le envolvió la pierna cubriendo la hemorragia.

      “Me salvaste la vida,” dijo él lleno de gratitud. “Había docenas de esas cosas ahí. Me habrían matado.”

      Ella lo miró con sus grandes e hipnotizantes ojos azul claro.

      “Esas criaturas son la menor de tus preocupaciones aquí,” le dijo.

      Siguieron navegando en silencio. Merk se puso de pie lentamente y miró hacia el horizonte, esta vez aferrándose con ambas manos de la barandilla. Examinó el horizonte pero, sin importar cuanto lo intentaba, no veía señal de Las Tres Dagas. Miró hacia abajo y estudió las aguas de la Bahía de la Muerte con un nuevo respeto y miedo. Miró con cuidado y vio enjambres de pequeños tiburones rojos bajo la superficie, apenas visibles y ocultos solo por las olas. Ahora sabía que entrar en esas aguas significaba la muerte; y no pudo evitar pensar en qué otras criaturas vivirían en esta masa de agua.

      El silencio creció, interrumpido solo por el silbido del viento, y después de que pasaron varias horas Merk, sintiéndose desolado, necesitaba hablar.

      “Lo que hiciste con ese bastón,” dijo Merk mirando a Lorna. “Nunca he visto nada parecido.”

      Lorna no mostró expresión alguna y siguió mirando hacia el horizonte.

      “Háblame de ti,” presionó él.

      Ella le dio una mirada, pero después miró de nuevo hacia el horizonte.

      “¿Qué te gustaría saber?” le preguntó.

      “Cualquier cosa,” respondió. “Todo.”

      Ella guardó silencio por un largo rato hasta que finalmente dijo:

      “Tú empieza.”

      Merk la miró, sorprendido.

      “¿Yo?” le preguntó. “¿Qué quieres saber?”

      “Háblame de tu vida,” dijo ella. “Lo que sea que quieras decirme.”

      Merk respiró profundo mientras se daba la vuelta y miraba hacia el horizonte. No tenía ningún deseo de hablar acerca de su vida.

      Finalmente y al darse cuenta de que tenían un largo camino por delante, suspiró. Sabía que tendría que enfrentarse a sí mismo tarde o temprano, incluso si no era placentero.

      “He sido un asesino la mayor parte de mi vida,” dijo con arrepentimiento y mirando hacia el horizonte, con voz grave y llena de odio a sí mismo. “No me enorgullece. Pero era el mejor de todos. Era solicitado por reyes y reinas. Mis habilidades no tenían comparación.”

      Merk guardó silencio quedando atrapado en memorias de las que se arrepentía, memorias que prefería no recordar.

      “¿Y ahora?” preguntó ella suavemente.

      Merk se sintió agradecido al no detectar juicio en su voz como le pasaba al escuchar a otros. Suspiró.

      “Ahora,” dijo él, “ya dejé de serlo. Ya no soy esa persona. He jurado renunciar a la violencia, poner mis servicios en una buena causa. Pero aunque lo intento, no logro alejarme por completo. La violencia parece hallarme. Siempre parece haber una causa más.”

      “¿Y cuál es tu causa?” preguntó ella.

      Lo pensó.

      “Mi causa, al principio, era convertirme en Observador,” respondió. “Poner mi devoción a ese servicio; Proteger la Torre de Ur y proteger la Espada de Fuego. Cuando esta cayó, sentí que mi causa era llegar hasta la Torre de Kos y salvar la Espada.”

      Suspiró.

      “Y ahora aquí estamos, navegando por la Bahía de la Muerte, con la Espada perdida, los troles persiguiéndonos y dirigiéndonos hacia una cadena de islas desiertas,” respondió Lorna con una sonrisa.

      Merk frunció el ceño sin parecerle divertido.

      “He perdido mi causa,” dijo. “He perdido el propósito de mi vida. Ya no sé quién soy. Ya no sé a dónde voy.”

      Lorna asintió.

      “Ese es un buen lugar en el cual estar,” dijo ella. “La incertidumbre también significa posibilidades.”

      Merk la miró, confundido. Estaba conmovido al ver que no lo condenaba. Cualquier otra persona que escuchara su historia lo pondría como el villano.

      “Veo que no me juzgas,” observó él, sorprendido, “por quien soy.”

      Lorna lo miró con ojos tan intensos que parecía que estaba mirando hacia la luna.

      “Eso era lo que tú eras,” lo corrigió. “No quien eres ahora. ¿Cómo puedo juzgarte por quien fuiste en el pasado? Yo solo juzgo al hombre que está frente a mí.”

      Merk se sintió restaurado por su respuesta.

      “¿Y quién soy yo ahora?” preguntó él, queriendo saber la respuesta y sin conocerla él mismo.

      Ella lo miró.

      “Veo a un buen guerrero,” respondió. “Un hombre desinteresado. Un hombre que quiere ayudar a otros. Y un hombre lleno de deseos. Veo a un hombre que está perdido. Un hombre que nunca ha llegado a conocerse.”

      Merk pensó en sus palabras y estas resonaron muy profundo en él. Sintió que todas eran verdad. Muy ciertas.

      Hubo un largo silencio entre ellos mientras el bote se mecía en las aguas, lentamente dirigiéndose hacia el oeste. Merk miró hacia atrás y vio que la flota de troles seguía en el horizonte, aún a buena distancia.

      “¿Y СКАЧАТЬ