Название: Un Reino de Sombras
Автор: Морган Райс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Зарубежное фэнтези
Серия: Reyes y Hechiceros
isbn: 9781632915337
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Merk se quedó perplejo al oírlo.
“¿Entonces por qué estás aquí?” le preguntó.
Ella suspiró.
“He estado escondida aquí desde que era muy joven.”
“¿Pero por qué?” presionó él.
Ella se encogió de hombros.
“Supongo que era muy peligroso mantenerme en la capital. Las personas no debían saber que yo era la hija ilegítima del Rey. Era más seguro aquí.”
“¿Más seguro?” preguntó él. “¿En el fin del mundo?”
“Me dieron un secreto para guardar,” explicó ella. “Más importante incluso que el reino de Escalon.”
Su corazón se aceleró al preguntarse qué podría ser.
“¿Me lo dirías?” preguntó él.
Pero Lorna se dio la vuelta lentamente y apuntó hacia adelante. Merk siguió su mirada y ahí, en el horizonte, el sol brillaba sobre tres islas desiertas que emergían del océano, la última siendo una fortaleza de roca sólida. Era el lugar más desolado pero al mismo tiempo hermoso que Merk jamás había visto. Este era un lugar lo suficientemente alejado como para mantener todos los secretos de la magia y el poder.
“Bienvenido,” dijo Lorna, “a Knossos.”
CAPÍTULO NUEVE
Duncan corría solo por las calles de Andros tratando de ignorar el dolor en sus tobillos y muñecas, impulsado por la adrenalina al pensar solo en una cosa: salvar a Kyra. Su grito por ayuda le hacía eco en su cabeza, en su alma, y le hacía olvidar sus heridas mientras corría sudando por las calles hacia el origen del sonido.
Duncan giraba y pasaba por los angostos callejones de Andros sabiendo que Kyra estaba justo detrás de ese grueso muro de piedra. Los dragones volaban todo en derredor incendiando calle tras calle, con un calor emanando de las paredes tan tremendo que Duncan podía sentirlo hasta en el otro extremo del muro. Esperaba y rogaba por que no bajaran hacia su callejón o entonces estaría perdido.
Pero a pesar del dolor, Duncan no se detuvo. Tampoco se dio la vuelta. No podía. Impulsado por su instinto paternal, físicamente no podía ir a ninguna otra parte más que hacia el sonido de su hija. Le pasó por la mente que se estaba dirigiendo hacia su muerte y que perdería cualquier oportunidad de escapar; pero no se detuvo. Su hija estaba atrapada, y esto era todo lo que le importaba ahora.
“¡NO!” escuchó el grito.
Duncan sintió un escalofrío. Ahí estaba de nuevo, su grito, y su corazón dio un sobresalto al escucharlo. Corrió más rápido y con todas sus fuerzas al dar vuelta en otro callejón.
Finalmente y dando vuelta de nuevo, pasó por un pequeño y bajo arco de piedra y el cielo se abrió delante de él.
Duncan llegó a una explanada, y estando en el borde, se quedó impactado con lo que vio frente a él. Las llamas llenaban el otro lado del patio mientras los dragones volaban por encima de él y, debajo de una saliente de piedra y apenas protegida de todo el fuego, estaba su hija.
Kyra.
Ahí estaba y seguía con vida.
Pero incluso más impactante que verla con vida fue el ver al bebé dragón a su lado. Duncan lo miraba sin entender. Al principio asumió que Kyra estaba tratando de matar a un dragón que había caído del cielo. Pero entonces vio que el dragón estaba atrapado por una roca. Se confundió más al ver que Kyra trataba de empujarla. Se preguntó qué es lo que intentaba hacer. ¿Liberar a un dragó? ¿Por qué?
“¡Kyra!” gritó.
Duncan corrió por el patio abierto esquivando las columnas de fuego, esquivando las garras de un dragón, y avanzando hasta que llegó al lado de su hija.
Mientras lo hacía, Kyra miró hacia arriba y se quedó impactada. Después regocijada.
“¡Padre!” gritó.
Corrió hacia sus brazos y Duncan la tomó regresándole el abrazo. Mientras la abrazaba, se sintió restaurado y como si parte de él hubiera regresado.
Lágrimas de alegría cayeron por sus mejillas. Apenas podía creer que Kyra estaba aquí y viva.
Se abrazaron fuertemente y él se sintió aliviado al ver que, aunque temblaba, su hija estaba bien.
Recordando, la hizo hacia un lado, sacó su espada, la levantó, y se preparó para cortar la cabeza del dragón para proteger a su hija.
“¡No!” gritó Kyra.
Duncan se sorprendió al ver que se acercaba y lo tomaba de la muñeca con una fuerza sorprendente y evitando que terminara su golpe. Esta no era la hija dócil que había dejado atrás en Volis; ahora claramente era una guerrera.
Duncan la miró, desconcertado.
“No lo lastimes,” le ordenó ella con voz confiada, voz de guerrero. “Theon es mi amigo.”
Duncan la miró, perplejo.
“¿Tu amigo?” le preguntó. “¿Un dragón?”
“Por favor, Padre,” dijo ella, “no hay tiempo para explicar. Ayúdanos. Está atrapado y no puedo mover esta piedra sola.”
Duncan, tan impactado como estaba, confió en ella. Guardó su espada, se puso a su lado, y empujó la piedra con todas sus fuerzas. Pero sin importar cuánto lo intentaba, no podía moverla.
“Es muy pesada,” dijo él. “No puedo. Lo siento.”
De repente, escuchó el sonido de armaduras detrás de él y se emocionó al darse la vuelta y ver a Aidan, Anvin, Cassandra, y Blanco acercándose. Habían regresado por él y de nuevo estaban arriesgando sus vidas.
Sin dudar, corrieron juntos hacia la piedra y empezaron a empujar.
Se movió un poco, pero aún no pudieron quitarla.
Se escuchó una respiración agitada y Duncan vio que llegaba Motley detrás de ellos tratando de recuperar el aliento. Se les unió poniendo todo su peso en la piedra; y esta vez empezó a rodar. Motley, el actor, el tonto con sobrepeso, del que nadie esperaba nada, hizo la diferencia en poder quitar la piedra de encima del dragón.
Con un último esfuerzo, la piedra cayó al suelo levantando una nube de polvo y el dragón quedó libre.
Theon se puso de pie y rugió arqueando la espalda y extendiendo sus garras. Furioso, miró hacia el cielo. Un gran dragón morado los había visto y se dirigía hacia ellos, y Theon, sin detenerse, saltó en el aire abriendo su mandíbula y voló directamente hacia arriba, mordiendo la suave yugular del desprevenido dragón.
Theon se aferró con toda su fuerza. El inmenso dragón chilló furioso al haber sido tomado con la guardia baja, claramente no esperando mucho del bebé dragón, y los dos juntos chocaron contra un muro de piedra del otro lado del patio.
Duncan y los otros СКАЧАТЬ