Название: Un Cielo De Hechizos
Автор: Морган Райс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Героическая фантастика
Серия: El Anillo del Hechicero
isbn: 9781632912862
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Su situación no había cambiado aún. Reece escuchó un gran grito a su alrededor y surgió un sonido de mil de estas criaturas, castañeando los dientes de una manera inquietante y riendo y gruñendo al mismo tiempo. Sonaba como un ejército de chacales. Claramente, Reece los había encolerizado; se habían llevado su preciado objeto, y ahora todos ellos parecían resignados a hacerlo pagar.
A pesar de lo mala que había sido la situación antes, ahora era aún peor. Reece vio a los otros – Elden, Indra, O'Connor, Conven, Krog y Serna – todos mirando con horror hacia el pozo de lava, luego giraron y miraron alrededor con desesperación. Miles de Faws se acercaban de todas direcciones. Reece había logrado prescindir de la Espada, pero no había pensado más allá de eso, no había pensado en cómo sacar a los demás y a sí mismo del peligro. Estaban todavía completamente rodeados, sin posibilidad de salir.
Reece estaba decidido a encontrar una salida, y sin la carga de la Espada en sus cabezas, por lo menos ahora podrían moverse rápidamente.
Reece sacó su espada y la blandió en el aire, con un timbre especial. ¿Por qué sentarse y esperar a que estas criaturas atacaran? Al menos moriría peleando.
"¡A LA CARGA!", gritó Reece a los demás.
Todos sacaron sus armas y se unieron detrás de él, siguiéndolo mientras se alejaba del borde de la fosa de lava hacia la densa multitud de Faws, blandiendo su espada en todos los sentidos, matándolos de izquierda a derecha. Junto a él, Elden levantó su hacha y cortó dos cabezas a la vez, mientras O’Connor sacaba su arco y disparaba corriendo, matando a todos los que se encontraban en su camino. Indra se precipitó hacia adelante y con su espada corta, apuñaló a dos en el corazón, mientras Conven sacaba sus dos espadas y, gritando como loco, fue a la carga, blandiéndolas violentamente y matando Faws en todas direcciones. Serna empuñó su maza y Krog su lanza, protegiendo la retaguardia.
Eran una máquina de combate unificada, luchando al unísono, peleando por sus vidas, abriéndose paso a través de la densa multitud que desesperadamente intentaba escapar. Reece los llevó hasta una pequeña colina, intentando llegar a tierras altas.
Resbalaban al caminar, la tierra seguía moviéndose, la ladera era escarpada, fangosa. Habían perdido impulso, y varios Faws saltaron sobre Reece, arañándolo y mordiéndolo. Se giró y los golpeó; eran persistentes y se aferraban a él, pero se las arregló para echarlos, pateándolos también, después apuñalándolos antes de que pudieran volver a atacar. Con cortadas y moretones, Reece siguió luchando, al igual que ellos, todos peleando por sus vidas, para subir la colina y escapar de ese lugar.
Cuando finalmente llegaron a las tierras altas, Reece tuvo un momento de respiro. Estaba allí parado, jadeando por aire y a lo lejos, logró vislumbrar la pared del Cañón antes de ser cubierta por la niebla. Sabía que por ahí estaba su salvavidas de regreso a la superficie, y él sabía que tenían que llegar ahí.
Reece miró hacia atrás sobre su hombro y vio a miles de Faws corriendo cuesta arriba hacia ellos, zumbando, castañeando los dientes, haciendo un ruido espantoso, más fuerte que nunca, y él sabía que no los dejarían ir.
"¿Y yo qué?", gritó una voz, a través del aire.
Reece se volvió y vio allí a Centra. Todavía seguía siendo prisionero, además del líder, y un Faw todavía sostenía un cuchillo en su garganta.
"¡No me dejen!", gritó. "¡Van a matarme!".
Reece se quedó allí parado, ardiendo de frustración. Por supuesto, Centra tenía razón: lo matarían. Reece no podía dejarlo ahí; iría contra su código de honor. Después de todo, Centra los había ayudado cuando habían necesitado ayuda.
Reece se quedó ahí parado, dudando. Se dio vuelta y vio, a lo lejos, el muro del Cañón, la salida, tentándolo.
"¡No podemos regresar por él!", dijo Indra, frenética. "Nos matarán a todos".
Ella pateó a un Faw que se le acercó y cayó hacia atrás, deslizándose sobre la espalda, cuesta abajo.
"¡Ya como estamos, tendremos suerte de escapar vivos!", dijo Serna.
"¡No es uno de los nuestros!", dijo Krog. "¡No podemos poner en peligro a nuestro grupo por él!".
Reece se quedó allí parado, debatiendo. Los Faws se estaban acercando cada vez más, y él sabía que tenía que tomar una decisión.
"Tienen razón", admitió Reece. "Él no es uno de los nuestros. Pero nos ayudó. Y es un buen hombre. No puedo dejarlo a merced de esas cosas. ¡Nadie se queda atrás!", dijo Reece con firmeza.
Reece comenzó a bajar la cuesta, a regresar por Centra – pero antes de que pudiera hacerlo, Conven repentinamente se separó del grupo y fue a la carga, corriendo, saltando y deslizándose en la cuesta fangosa, con la espada desenvainada, yendo hacia abajo y blandiendo su espada al avanzar, matando Faws de izquierda a derecha. Estaba yendo hacia donde venían, por su propia cuenta, imprudentemente, arrojándose al grupo de Faws y, de alguna manera, cortando camino a través de ellos con gran determinación.
Reece saltó en acción justo detrás de él.
"¡El resto se queda aquí!", gritó Reece. "¡Esperen a que regresemos!".
Reece siguió las pistas de Conven, acuchillando Faws de izquierda a derecha; alcanzó a Conven y le dio su respaldo, los dos combatían camino hacia la montaña para buscar a Centra.
Conven fue a la carga, abriéndose paso entre la multitud de Faws, mientras Reece luchaba todo el camino para llegar a Centra, quien miró hacia atrás, con los ojos bien abiertos de miedo. Un Faw levantó su puñal para cortar la garganta de Centra, pero Reece no le dio la oportunidad: dio un paso hacia adelante, levantó su espada, apuntó y la arrojó con todas sus fuerzas.
La espada salió volando por el aire, dando tumbos, y se alojó en la garganta del Faw, un momento antes de que matara a Centra. Centra gritó mientras veía al Faw muerto, a sólo unos centímetros de él, sus caras casi se tocaban.
Para sorpresa de Reece, Conven no fue hacia Centra; en cambio, siguió corriendo por la pequeña colina, y Reece miró hacia arriba, horrorizado, al ver lo que estaba haciendo. Conven parecía suicida. Se abrió camino a través del grupo de Faws que estaba alrededor de su líder, quien estaba sentado en lo alto de su plataforma, mirando la batalla. Conven los mató de izquierda a derecha. No se lo esperaban, y todo pasó demasiado rápido para que reaccionaran. Reece se dio cuenta que Conven apuntaba a su líder.
Conven se acercó más, saltó en el aire, levantó su espada y mientras el líder se daba cuenta y trataba de huir, Conven le atravesó el corazón. El líder gritó – y de repente, hubo un coro de 10 mil gritos de todos los Faws, como si ellos mismos hubieran sido apuñalados. Era como si todos compartieran el mismo sistema nervioso – y Conven lo había apuñalado.
"No debiste haber hecho eso", le dijo Reece a Conven, mientras corría a su lado. "Ahora has empezado una guerra".
Mientras Reece miraba con horror, una pequeña colina explotó y de ahí salieron miles y miles de Faws, como un montículo de hormigas. Reece se dio cuenta que Conven había matado a su abeja reina, que había incitado СКАЧАТЬ