Название: Electra
Автор: Benito Pérez Galdós
Издательство: Public Domain
Жанр: Зарубежная классика
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Patros. Podría ser. Demos la vuelta por aquí. (Por la izquierda.)
Electra. Por aquí. ¡Animo, valor y miedo! (Salen corriendo por la izquierda.)
ESCENA VII
Don Urbano, José, que entran por el foro a punto que salen las muchachas.
Don Urbano. ¿Quién sale por ahí?
José. Es Patros, señor.
Don Urbano. Con que… Cuéntame.
José. Ya son cinco los que hacen el oso49 a la señorita: cinco, vistos por mí. ¡Sabe Dios los que habrá por bajo cuerda!
Don Urbano. ¿Y qué hacen? ¿Rondan la casa?
José. Dos por la mañana, dos por la tarde, y el más chiquitín de sol a sol.
Don Urbano. ¿Has observado si hay comunicación entre la ventana del cuarto de Electra y la calle, por medio de cestilla o cuerda telefónica?
José. No he visto nada de eso. Pero yo, que los señores, pondría a la señorita en las habitaciones de allá. (Por la izquierda.)
Don Urbano. ¿Y alguno de esos mequetrefes suele colarse al jardín?
José. ¡No le daría mal estacazo!
Don Urbano. Bien: continúa vigilando. (Entra Cuesta por el foro.)
ESCENA VIII
Don Urbano; Cuesta con papeles y cartas.
Don Urbano. Leonardo, gracias a Dios.
Cuesta. Ya te dije que no vendría por la mañana. (A José dándole una carta.) Que certifiquen esto… Pronto. Luego llevaréis más cartas. (Vase José.)
Don Urbano (tomando un papel que le da Cuesta). ¿Qué es esto?
Cuesta. El resguardo de las cien mil y pico… Fírmame ahora un talón de sesenta y siete mil…
Don Urbano. Ya: para el envío a Roma.
Cuesta. ¿Y Evarista?
Don Urbano. Vistiéndose.
Cuesta. Ya sé que vais a la inauguración de La Esclavitud,50 y que lleváis a Electra.
Don Urbano. Por cierto que de esta niña no debemos esperar nada bueno. Cada día nos va manifestando nuevas extravagancias, nuevas ligerezas…
Cuesta (con viveza). Que no significan maldad.
Don Urbano. Lo son como síntoma, fíjate, como síntoma. Por esto Evarista, que es la misma previsión, ha pensado en someterla a un régimen sanitario en San José51 de la Penitencia.
Cuesta. Permíteme, querido Urbano, que disienta de vuestras opiniones. Dirás tú que quien me mete a mí…
Don Urbano. Al contrario… Como buen amigo de la casa, puedes darnos tu parecer, aconsejarnos…
Cuesta. Eso de arrastrar a la vida claustral a las jovencitas que no han demostrado una vocación decidida, es muy grave… Y no debéis extrañar que alguien se oponga…
Don Urbano. ¿Quién?
Cuesta. ¡Qué sé yo! Alguien. Hay en la vida de esa joven un factor desconocido… El mejor día… podrá suceder… no aseguro yo que suceda… el mejor día, cuando vosotros tiréis de la cuerda para encerrar a la niña contra su voluntad, saldrá una voz diciendo: «Alto, señores de Yuste, alto…»
Don Urbano. Y nosotros responderemos: «Bueno, señor incógnito factor… Ahí la tiene usted. Nos libra de una tutela enojosa, molestísima.»
Cuesta (sintiendo gran fatiga, se sienta). Esto es un decir, Urbano, un suponer…
Don Urbano. ¿Te sientes mal? ¿Necesitas algo?
Cuesta. No… Este maldito corazón no se lleva bien con la voluntad.
Don Urbano. Descansa, hombre. Por qué no te echas un rato?…
Cuesta. ¿Pero tú sabes lo que tengo que hacer? (Sacando papeles.) Por de pronto, dos cartas urgentísimas, que han de salir hoy.
Don Urbano. Escríbelas aquí. (Escogiendo un sitio en la mesa, y retirando libros y papeles.)
Cuesta. Sí… Aquí me instalo.
Don Urbano. Yo también estoy atareadísimo. Tengo mil menudencias…
Cuesta. No te ocupes de mí. (Escribiendo.)
Don Urbano. Perdona, Leonardo. Evarista no tardará en salir.
Cuesta (sin mirarle). Hasta luego… (Vase Don Urbano por el foro.)
ESCENA IX
Cuesta; Electra, Patros, que asoman por la puerta de la izquierda, como reconociendo el terreno.
Electra. Cuidado, Patros… Por aquí es difícil que podamos pasarlo.
Patros (reconociendo a Cuesta, a quien ven de espalda escribiendo). ¡Don Leonardo!
Electra. Chist… Lo más seguro es dejarle en tu cuarto hasta la noche. ¡Vaya, que tener yo que ir a esa maldita inauguración!
Cuesta (sintiendo las voces, se vuelve). ¡Ah! Electra…
Electra. ¿Estorbamos, Don Leonardo?…
Cuesta. No, hija mía. Me hará usted el favor de esperar un poquito… hasta que yo termine esta carta. Tengo que hablar con usted…
Electra. Aquí estaré, señor. (Aparte a Patros.) ¡Qué fastidio! (Alto.) No veníamos más que a buscar un papel y un lápiz para que Patros apuntara… (Coge de la mesa lápiz y papel. Aparte a Patros.) ¡Cuídamele bien, por Dios! ¡Ay, qué monísimo está durmiendo! ¡El hociquito, y aquellas manos sucias, y aquellas uñitas tan negras, de andar escarbando la tierra…! ¡Ay, me lo comería!
Patros. ¡Y el pelito rizado, y las patitas…!
Electra (con efusión de cariño). Me vuelvo loca. Que le cuides, Patros; mira que…
Patros. Ahora le llevaré dos bollitos.
Electra. No, no: que eso ensucia el estómago… Le llevarás una sopita…
Patros. ¿Y cómo llevo eso?
Electra. Es verdad. ¡Ah! Pides para mí una taza de leche.
Patros. Eso. Y se la doy en cuanto despierte.
Electra. Aquí tienes el papel y el lápiz para que haga sus garabatitos… Es lo СКАЧАТЬ
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